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El secreto de la guarida: La furia de la novia

El secreto de la guarida: La furia de la novia

Autor: Gavin
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Capítulo 1 

Palabras:1072    |    Actualizado en: 14/11/2025

o anónimo me llevó a un sitio exclusi

máscara de lobo, con esa mandíbula tan familiar y

reconocer a la mujer que estaba con él:

la vida de nuestro hijo no nacido. Pronto descubrí que Damián nunca me amó; me había

ira; era un plan frío y calculado qu

e lo habían

darme una razón para prenderle fu

ítu

El

Mensaje Solo Para Ti, Elena", me llamó la atención, como un susurro extraño e inquietante en med

". Prometía algo exclusivo, solo para miembros.

explícito, visceral. Cuerpos entrelazados, movimientos de l

s. Cada video era un bucle de parejas, sus rostros ocultos por grotescas máscaras de animales.

puje confiado de su cadera, el timbre profundo de su voz mientras murmuraba algo ininteligible. Y esa mandíbula, afila

en el trabajo, rodeada de muestras de tela y planos arquitectónicos, tratando de diseñar un sueño para otra persona. Mi

mi mente. Era una pesadilla que estaba viviendo a plena luz del día. Mis manos

tente, mi voz más débil de lo que pre

da, un hámster frenético en una rueda. El impulso de descartarlo,

lace, con el corazón martilleándome en las costillas. Tomé mi celular, e

lar, su celular, sonando en el video de la pantalla. El hombre enmascarado, el que se parecía exact

e desdicha. La escena grotesca se desarrolló ante mí. Se

la que corría verticalmente por la parte baja de su espalda, una tenue línea blanca que había trazado mil veces con las yemas de

entró, con un maletín en una mano y un ramo de mis casablancas favoritas en la

amor. ¿Dí

ojos se suavizaron al

tada, ángel

erte abrazo. Su tacto se sentía real, sólido

ho, tratando de borrar las imágenes de mi

iaje a la Huasteca Potosina. O la forma en que siempre se aseguraba de que mi café de olla estuviera exactamente como me gustaba, cada mañana. Se había opuesto tanto a

rbilla, su mi

as más, y seremos el señor y la

os rozando los míos,

ozaron la piel lisa, y luego, inconfundiblemente, la tenue línea en relieve de esa vie

amente, sus ojo

do b

a sabiendo a ceniza en mi boca. M

ento, su voz un murmul

a nada. ¿Puedes creer que solo falt

ta era una imitación practicada de ella. Ese frío en mis hues

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