Si Pudieras Verme
ual
Teatro
ks
stra memoria. Algunos lo llaman nostalgia, otros lo sienten como un grito silencioso que atraviesa el alma, co
po repite como una burla. Una y otra vez. Como un sueño recurrente que se trunca justo cuando es
do que eso que te falta nunca existió? ¿O pelear contra uno mismo, desenterrando frag
cío sigue ahí. Como una nota suspendida en el aire, esperando la melodía que le dé sentido. Algo -alguien-
recordar, incluso lo que nunca vivimos. En reconocer que no estamos rotos
l escenario, ver cómo brilla mi bailarina en cada voltereta, en cada movimiento que me arrastra con su danza, con esa belleza innegable que parece nacer de otro mundo, pero lo más doloroso es saberme un espectador de su vida, un fantasma entre las s
rla de todo lo que pueda hacerle daño... aunque ser su sombra tenga consecuencias, como soportar a los idiotas que ha llamado "novios", o luchar contra pensamientos que no deberían tener cabida en mí, como el deseo de rozar su piel o perderme en su mira
tenue recorre la sala como un suspiro contenido, mientras las luces se apagan una a una, dejando solo un halo dorado que flota sobre e
Adab
recta, orgullosa, pero hay una suavidad etérea en la manera en que sus brazos se mueven, en la curvatura de su cuello largo y elegante. Cada giro suyo arrastra al público a un estado hipnótico, como si bailara entre el sueño y la vigilia. Su cabello, castaño claro, recogido en un moño alto sin p
el borde del asiento; mis nudillos blancos son los únicos testigos de lo que se revuelve dentro de mí. Mis ojos la siguen con una devoción que me duele en
apa entre los dientes, apenas audible-. En cada giro, parece que ab
sentir esto. No debo. No puedo. Pero ahí está, latiendo con
o día como hombre... sería suficiente. Solo uno. Pero no debo. No puedo
nece. No es mía. No debería doler. Pero duele. Aprieto los puños hasta sentir las uñas contra l
é no me apartan de ti? ¿Por qué me he vuelto adicto a
sa hueca, inútil. La miro girar, perfecta, impune, como si no supiera lo que
nces, alg
alco, como un relámpago que no hace ruido, pero hiere igual. El aire se e
ie
como un muro imposible de ignorar. La túnica resplandece como si el ju
ba, como si hablara desde el centro del t
uerpo que desafía la gravedad, en su expresión serena, entregada, como si bailara
n la furia contenida bajo la piel-. No soy un pervertido es
envuelve se sacude, como si la torme
oculto. Has cruzado una línea, Maksim. Ta
en. Me sostengo frente a él con toda la rabia, el miedo y la
palabra cortándome la garganta-. ¿Y si l
a como siglos sobre mi espalda
eso ocurra... nadie te leva
malmente inmutables, ahora parpadean con un dejo de compasión que me resulta insoportable. Desvía su mirada hac
quieras, Maksim. Pero acepta tu misión sin pasar los límites. No es bueno cruzar esa
orde de un abismo que solo yo parezco ver. Y luego, como si el universo decidiera recordarnos dónde estamos, el estruendo de la ovación rompe el aire. P
hí. Roto. De p
os de
elleza sigue intacta, serena, como si hubiera nacido para la luz del escenario. S
El director de la compañía entra,
entrada principal. Toma la salida
o del camerino. Ella asiente, agotada. Sus
sta noche -murmura, con un hilo de voz. Luego baja la m
tono, casi con ternura, al ver su ros
.. sus ojos azul grisáceo, brillantes bajo el maquillaje desgastado, no mienten. Gr
de lana blanca que contrasta con sus medias negras, y sale del camerino como si huyera. A su paso, cruza miradas con algunos colegas que le lanzan saludos fugaces, frases cortas: "Est
ta... ya estamos
do más por dentro que por fuera. El callejón está cubierto por una niebla baja que lame el suelo, densa, húmeda. Las farolas parpadean con u
No hay ruidos humanos. Sol
eles corroídas por el tiempo. Mi capa se agita con el viento. Mi mirada no se a
tro, como campanadas de condena: "Te estás dej
argo... a
eme en la garganta como un lazo tirante-. No m
El sonido seco del cristal a
ada, pálida, se recorta contra la negrura como una figura de porcelana a punto de quebrarse. Su cabello castaño claro se escapa en
no. Un auto se aproxima a toda velocidad. Sin luces. Sin aviso. S
e comprime. Cada segundo es una eternidad. ¿Debo intervenir?