icon 0
icon Recargar
rightIcon
icon Historia
rightIcon
icon Salir
rightIcon
icon Instalar APP
rightIcon
Si Pudieras Verme

Si Pudieras Verme

icon

Capítulo 1 Lo que soy

Palabras:2167    |    Actualizado en: 04/08/2025

ual

Teatro

ks

stra memoria. Algunos lo llaman nostalgia, otros lo sienten como un grito silencioso que atraviesa el alma, co

po repite como una burla. Una y otra vez. Como un sueño recurrente que se trunca justo cuando es

do que eso que te falta nunca existió? ¿O pelear contra uno mismo, desenterrando frag

cío sigue ahí. Como una nota suspendida en el aire, esperando la melodía que le dé sentido. Algo -alguien-

recordar, incluso lo que nunca vivimos. En reconocer que no estamos rotos

l escenario, ver cómo brilla mi bailarina en cada voltereta, en cada movimiento que me arrastra con su danza, con esa belleza innegable que parece nacer de otro mundo, pero lo más doloroso es saberme un espectador de su vida, un fantasma entre las s

rla de todo lo que pueda hacerle daño... aunque ser su sombra tenga consecuencias, como soportar a los idiotas que ha llamado "novios", o luchar contra pensamientos que no deberían tener cabida en mí, como el deseo de rozar su piel o perderme en su mira

tenue recorre la sala como un suspiro contenido, mientras las luces se apagan una a una, dejando solo un halo dorado que flota sobre e

Adab

recta, orgullosa, pero hay una suavidad etérea en la manera en que sus brazos se mueven, en la curvatura de su cuello largo y elegante. Cada giro suyo arrastra al público a un estado hipnótico, como si bailara entre el sueño y la vigilia. Su cabello, castaño claro, recogido en un moño alto sin p

el borde del asiento; mis nudillos blancos son los únicos testigos de lo que se revuelve dentro de mí. Mis ojos la siguen con una devoción que me duele en

apa entre los dientes, apenas audible-. En cada giro, parece que ab

sentir esto. No debo. No puedo. Pero ahí está, latiendo con

o día como hombre... sería suficiente. Solo uno. Pero no debo. No puedo

nece. No es mía. No debería doler. Pero duele. Aprieto los puños hasta sentir las uñas contra l

é no me apartan de ti? ¿Por qué me he vuelto adicto a

sa hueca, inútil. La miro girar, perfecta, impune, como si no supiera lo que

nces, alg

alco, como un relámpago que no hace ruido, pero hiere igual. El aire se e

ie

como un muro imposible de ignorar. La túnica resplandece como si el ju

ba, como si hablara desde el centro del t

uerpo que desafía la gravedad, en su expresión serena, entregada, como si bailara

n la furia contenida bajo la piel-. No soy un pervertido es

envuelve se sacude, como si la torme

oculto. Has cruzado una línea, Maksim. Ta

en. Me sostengo frente a él con toda la rabia, el miedo y la

palabra cortándome la garganta-. ¿Y si l

a como siglos sobre mi espalda

eso ocurra... nadie te leva

malmente inmutables, ahora parpadean con un dejo de compasión que me resulta insoportable. Desvía su mirada hac

quieras, Maksim. Pero acepta tu misión sin pasar los límites. No es bueno cruzar esa

orde de un abismo que solo yo parezco ver. Y luego, como si el universo decidiera recordarnos dónde estamos, el estruendo de la ovación rompe el aire. P

hí. Roto. De p

os de

elleza sigue intacta, serena, como si hubiera nacido para la luz del escenario. S

El director de la compañía entra,

entrada principal. Toma la salida

o del camerino. Ella asiente, agotada. Sus

sta noche -murmura, con un hilo de voz. Luego baja la m

tono, casi con ternura, al ver su ros

.. sus ojos azul grisáceo, brillantes bajo el maquillaje desgastado, no mienten. Gr

de lana blanca que contrasta con sus medias negras, y sale del camerino como si huyera. A su paso, cruza miradas con algunos colegas que le lanzan saludos fugaces, frases cortas: "Est

ta... ya estamos

do más por dentro que por fuera. El callejón está cubierto por una niebla baja que lame el suelo, densa, húmeda. Las farolas parpadean con u

No hay ruidos humanos. Sol

eles corroídas por el tiempo. Mi capa se agita con el viento. Mi mirada no se a

tro, como campanadas de condena: "Te estás dej

argo... a

eme en la garganta como un lazo tirante-. No m

El sonido seco del cristal a

ada, pálida, se recorta contra la negrura como una figura de porcelana a punto de quebrarse. Su cabello castaño claro se escapa en

no. Un auto se aproxima a toda velocidad. Sin luces. Sin aviso. S

e comprime. Cada segundo es una eternidad. ¿Debo intervenir?

Obtenga su bonus en la App

Abrir