rse de la cama, pensó que esa noche sería una buena noche. Siempre tenía un balde de agua en su habitación, que colocaba en un caldero junto a la chimenea para asearse al des
se destino. Los matrimonios arreglados por los padres eran la principal causa de que tanto mujeres como
uego. Observó su habitación: era muchísimo más pequeña que la de la dama. No tenía lujos. Todo era de madera vieja, tan oscura por el paso del tiempo que parecía ennegrecida. Incluso su c
tes de que pudiera decir algo,
spalda? -preguntó con voz
intentando mostrarse enojada,
las cuentas -respondió mientras tomaba el paño q
spero que esta vez no hayas
vez, ¡hace años! Ya
omas, su vida no había sido trágica como muchos podrían imaginar. A diferencia de otros lugares, quienes trabajaban allí lo hacían por decisión propia y solo debían pagar un porcentaje de sus ganancias al dueño. Mientras no hubiera problemas, podían trabajar con tranquilidad y comodidad
rde hoy. ¿Fu
lo usual -respondió con naturalidad, aunque sabía que mentía. Nunca daba d
más raro qu
araña en el trasero de
reacción de María-. No sé cómo podés
ndió, volviendo a reír-. Volvé a
orio donde estaba el espe
tro? -preguntó, a
e era cierto: aún no la había abierto-
lda. Observaba el dibujo: un árbol con raíces extendidas y entrelazadas, lleno de
? Pero te lo voy a decir: para mí
te
lió la pena -dijo, mientras se acercaba al e
tenía una rosa tatuada en el pecho, justo debajo de los senos; unos tatuajes gemelos bajo cada clavícula
ás resistentes al dolor, y que, por la delicada constitución femenina, las mujeres no lo soportaban. Pero ella misma había comprobado que eso era mentira: el dolor
ujeres plebeyas se ataban por delante. Otra diferencia era el color: las damas usaban colores vivos, mientras que una mujer de bajos recursos apenas podía permitirse tonos neutros y apagados. Aunque, en los burde
ra una familia de título nobiliario, aunque no muy alto. Ambos estaban ahorrando para comp
u voz siempre sonaba melodiosa y dulce. En cambio, Sonya era más corpulenta, de cabello azabache, ojos marrones y una
eado que dentro estuviera lo que le fa
. Golpearon la puerta y entraron. Dentro había un hombre demasiado alto y fuerte p
era Patrick. Había mostrado interés en Sonya cuando la conoció, pero ella, sutilmen
dos, de unos treinta años, ella sabía perfectamente que era un muje
eñor -respondiero
cuentas y armaba los pagos, era su tío quien los entregaba. Ella prefería mantener un perfil b
, así que, por las dudas, les voy informa
sta todo lo que les da
ta un conflicto con el Norte, ¿qué prefiere? ¿Que vengan directamente a quitarle todo, o que el
s confrontaciones, cuando vivía más cerca del Oeste. Aunque aquella guerra duró apenas un m
daba cómo mataron a su madre frente a sus ojos, después de que cinco monstruos la violaran y ella sin poder hacer
tegeré -dijo el guardia, mirando a Sonya. Ella le dev
e tengan buenas noche
l hombre y, entonces, se
er otra guerra? -preg
invadir si el trono está ocupado por un inexperto -explicó Thomas, guardando la boleta de pago firmada por el guardia-. De todas formas, si llegase a pa
última guerra? -cuestionó María. Temía por su prometido, Eric. Aunque nunc
. Por suerte, fue lejos del Prado Real, pero no sabemos cuándo ni dónde puede estallar la próxima -respondió