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Capítulo 4 Capitulo 4

Palabras:1409    |    Actualizado en: 06/07/2025

ra el suelo. El aire estaba cargado de humedad, denso, como una promesa de tormenta inminente. Las calles de la ciu

tensa. La brisa fría que se colaba por la puerta giratoria lo acompañó hasta su despacho, donde ya tení

oscuros impecablemente ajustados y una blusa blanca que dejaba entrever el movimiento elegante de su cuerpo bajo la tela fina. Su cabello, suelto y enmarañado por

cortante de sus tacones. Sin mirar a nadie, con el ceño ligeramente fruncido

as de proyectos viejos, memos amarillentos y correos i

uorescente gritaba en contraste con la pulcritud habitual

. Prioridad m

ca, sin un gramo de humor. Sus ojos c

remos -murmuró entre dientes, mientras arrancab

cogió su cabello en una coleta improvisada, utilizando una simple liga negra que llevaba en la muñ

tras un informe de finanzas. Sus ojos, brillantes, no se perdieron ni un solo detalle: la manera metódica en que Maritza clasificaba

itos. No hab

ficienc

stándose contra el respaldo de su silla, un

eresa

usualmente bullicioso, parecía contener el aliento. Algunos empleados pasaban de puntillas fr

ahora un torbellino de hojas volando, carpetas cerránd

cio fue quebrado por el sonid

a empujó la puerta del

ordenadas como si fueran el trofeo de una batalla ganada, y le lanzó una mirad

la vista, un

guntó ella, cada palabr

sa, entrelazando los dedos, estudiándola com

ó, su voz baja, acariciada

onrió, una

sobre el escritorio-. También encontré todos los errores contables de su administración anter

rendiéndose incluso a sí mismo. Hacía mucho

cantadora? -preguntó, lad

elante, apoyando las palmas sobre e

girarse para salir con un movimiento felino, dejando tras

rada, una sombra de sonri

ritos. Histerias.

eficiencia teñida

, lo estimulaba. Como un aguijonazo baj

guien había abierto una ventana... y aunque el viento

ebía hablarlo con Adrián, aunque no dudaba de su hermano, sí de los demá

as nubes, negras ahora, se agolpaban como gigantes al

olaba por los ventanales, Marcos entró al despach

eguntó en tono de broma, dejando

pasillo, donde Maritza reorganizaba los archivad

iendo... o disfrutando m

carcajada corta, c

sa mujer no es

te, su rostro endureci

n un dejo de gravedad-. No es

empleados sobre su espalda, cuchicheos y rumores fl

a de las que se

sutil mientras organizaba documentos, respondía correos con eficiencia quirúrgic

n era para ella

desconfiada

sioterapeuta, donde había tenido que domar a hombres testarudos, mujeres desesperadas y

ó para sí misma, mordiendo ligeramente su l

arse, Alan la l

su voz como un t

apoyó el hombro contra el marco d

pie los zapatos? -replicó, alzan

a expresión cínica y ha

tante -dijo, su tono impregnado de

cuello, dejando escap

idiendo que

icó él, su mirada oscura chi

en el mármol con un ritmo seguro, hasta detenerse frente a su escri

dejando que el aroma dulce y punzante de su

-susurró, su voz un alie

sus talones y se marchó, su cabello onde

cer, con el corazón golpe

a golpeaba el ventanal con dedos helados, Alan no pu

iempo, deseó que lleg

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