ra el suelo. El aire estaba cargado de humedad, denso, como una promesa de tormenta inminente. Las calles de la ciu
tensa. La brisa fría que se colaba por la puerta giratoria lo acompañó hasta su despacho, donde ya tení
oscuros impecablemente ajustados y una blusa blanca que dejaba entrever el movimiento elegante de su cuerpo bajo la tela fina. Su cabello, suelto y enmarañado por
cortante de sus tacones. Sin mirar a nadie, con el ceño ligeramente fruncido
as de proyectos viejos, memos amarillentos y correos i
uorescente gritaba en contraste con la pulcritud habitual
. Prioridad m
ca, sin un gramo de humor. Sus ojos c
remos -murmuró entre dientes, mientras arrancab
cogió su cabello en una coleta improvisada, utilizando una simple liga negra que llevaba en la muñ
tras un informe de finanzas. Sus ojos, brillantes, no se perdieron ni un solo detalle: la manera metódica en que Maritza clasificaba
itos. No hab
ficienc
stándose contra el respaldo de su silla, un
eresa
usualmente bullicioso, parecía contener el aliento. Algunos empleados pasaban de puntillas fr
ahora un torbellino de hojas volando, carpetas cerránd
cio fue quebrado por el sonid
a empujó la puerta del
ordenadas como si fueran el trofeo de una batalla ganada, y le lanzó una mirad
la vista, un
guntó ella, cada palabr
sa, entrelazando los dedos, estudiándola com
ó, su voz baja, acariciada
onrió, una
sobre el escritorio-. También encontré todos los errores contables de su administración anter
rendiéndose incluso a sí mismo. Hacía mucho
cantadora? -preguntó, lad
elante, apoyando las palmas sobre e
girarse para salir con un movimiento felino, dejando tras
rada, una sombra de sonri
ritos. Histerias.
eficiencia teñida
, lo estimulaba. Como un aguijonazo baj
guien había abierto una ventana... y aunque el viento
ebía hablarlo con Adrián, aunque no dudaba de su hermano, sí de los demá
as nubes, negras ahora, se agolpaban como gigantes al
olaba por los ventanales, Marcos entró al despach
eguntó en tono de broma, dejando
pasillo, donde Maritza reorganizaba los archivad
iendo... o disfrutando m
carcajada corta, c
sa mujer no es
te, su rostro endureci
n un dejo de gravedad-. No es
empleados sobre su espalda, cuchicheos y rumores fl
a de las que se
sutil mientras organizaba documentos, respondía correos con eficiencia quirúrgic
n era para ella
desconfiada
sioterapeuta, donde había tenido que domar a hombres testarudos, mujeres desesperadas y
ó para sí misma, mordiendo ligeramente su l
arse, Alan la l
su voz como un t
apoyó el hombro contra el marco d
pie los zapatos? -replicó, alzan
a expresión cínica y ha
tante -dijo, su tono impregnado de
cuello, dejando escap
idiendo que
icó él, su mirada oscura chi
en el mármol con un ritmo seguro, hasta detenerse frente a su escri
dejando que el aroma dulce y punzante de su
-susurró, su voz un alie
sus talones y se marchó, su cabello onde
cer, con el corazón golpe
a golpeaba el ventanal con dedos helados, Alan no pu
iempo, deseó que lleg