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Capítulo 3 Capitulo 3

Palabras:1339    |    Actualizado en: 06/07/2025

añana, y la tensión ya era palpab

dose como un tablero de ajedrez bajo un cielo azul cortado por rascacielos. La luz del sol se filtraba en líneas doradas

en su silla de ruedas como un rey vigilante. Sus dedos tamborileaban un r

se abrió con un leve

carpeta bajo el brazo, y su traje de pantalón resaltaba su figura esbelta, poderosa. Sus labios, de un tono rojo di

e, sus labios curvándose en

u voz profunda y seca

a carpeta con un golpe seco que hizo vibrar el portapapeles

o elegante el reloj de pared-. Si va a inventar exc

su diversión creciend

enas un susurro lleno de amenaza

zada en claro desafío, cruzándose de

l carácter o tiene una agenda que atender

tre ellos. Se miraron como dos luchadores en el centro del

da lentitud, el roce de las hojas sonando exa

levantar la vista-. Grosería e

ó una carcaja

z pintándole los labios-. ¿Quiere que lo

e el escritorio con un suspiro e

ligeramente hacia adelante, su sombra alargándose sobre la

so y cortante como el hielo

se cuestiona

y flores frescas, envolviendo a Alan por un segundo. Se inclinó, acercándose tanto que po

con una sonrisa tranquila, como quien comparte un secreto pel

ndo la cabeza con esa gracia ins

ste? -su voz era

stuvo la mirad

ue doblarles el org

smo dudara en fluir entre ellos. Los latidos de Alan se acelera

urva de su cuello, a los pechos que se marcaban bajo la blusa entalla

los nudillos, rompiendo el mo

erno, Méndez -dijo c

ella, su voz tan afilada como u

e cuando escuchó las voces alzadas, las risas co

on la cabeza, mu

semana... o

, con una risa dive

un caos velado, un ballet de

blemas antes de que surgieran. Sus dedos volaban sobre el teclado, su voz firme resonaba en c

su piel. Le molestaba su insolencia. Su falta de reverencia. Y lo que era peor... le molestaba el cos

maldita d

rgas, labios tentadores y una l

ja los cristales del ventanal, Alan soltó

glas claras -dijo, su voz

a su escritorio sin esperar invitación, estirando l

, ladeando

álido"? -preguntó, su tono inoc

los blanqueando. El insulto, aunq

to tu lásti

ro cansado, como si hab

e tono, más seria, más cruda-. Pero si se va a comport

como un manto pe

vez en mucho tiempo, no vio u

en un cuerpo demasiado

onces,

o genuino, breve, real. Un destello fugaz qu

baja, más grave-. Quizá seas la primera perso

n, esta vez sin burla,

neros. Soy peor que

rcajada ronca, ásp

o es

en silencio. Cada movimiento suyo, cada palabra, era como una n

cometido una locu

fundo, una voz susurraba que

irlo por

Se quitó los zapatos de tacón y gimió de alivio al sentir

to. Afuera, el cielo comenzaba a oscurec

a un lado. Sus músculos gritaban de cansancio, pero

cansada cur

jaba que la brisa nocturna acariciara su

a ser agotador, com

ivertido. Estaba lidiando con un p

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