Entre Balas y Agave: La Resurrección del Heredero
dije a mi madre, arrastrándola h
us voces ásperas resonaban en el
de vamo
vieja. Hay
a de su existencia. Ni siquiera Isabela, que siempre estaba demasiado ocupada con l
equila y una puerta de pied
mamá.
ro y empecé a c
untó ella, su
a la Policía Federal. No te mue
o todo el ruido posible. Grité, tiré una estantería de l
mi teléfono y marqué el
El Milagro'," dije sin aliento.
a cuarenta minutos. ¿Puede darnos su ub
ardaron una hora. Cuarenta minutos era
los muebles. Me dirigía hacia la salida
cuando uno de
dis
al suelo, el teléfono se me resbaló d
isa de Isabela era peor. Me obligué a ponerme en