Anal serio en la sauna
Sus manos, que habían abandonado mi cintura, comenzaron a deslizarse l
¿para qué ocultarlo? Quít
el sujetador sin abrirla demasiado. Ahora él podía acariciar
besándome el cuello con toda la pasión que podía reunir. Mi respiración se volvió entrecortada y sentí un temblo
go unas ganas enormes de chup
n aquel gemido había no solo mi decepción conmigo misma por no haberme det
Sus caricias se volvieron más seguidas. Mis
e incliné hacia adelante, hundiendo suavemente mi trasero contra la ingle de Aslá
mi pecho al descubierto y la blusa alzada casi hasta la barbilla; mis pezo
os haciendo?
ordaba un beso tan intenso, y menos aún haber llegado tan lejos en
a darme cuenta de que me
que por fin ha obtenido lo que deseaba. Me
a él. Su mano derecha se deslizó hacia mi
boca, encontrándose con la mía, explorando mis labios. Mi lengua se entrelazaba con la s
to, sus manos se deslizaron bajo la tela, rozando la piel de mis nalgas. Me atrapó
itaba inclinarse para acariciar mi trasero. Pron
ás audaces, mientras seguía besándome el cuello. Notó el suave vello púbico y, un poco
ercibiendo las gotas de humedad que empapaban mis
deslizó mis bragas por mis nalgas hasta el suelo. Sacó una de mis piernas del interior y, tras bajars
Pero ya era demasiado tarde. La vergüenza luchaba dentro de mí contr
clítoris con un dedo. En ese momento, cualquier duda desapareció. Abr
es en el trasero. Gemí y casi caí sobre el escritorio. Mi cuerpo convulsion
l suelo. Los espasmos del orgasmo me sacudían. Su miembro se
l cabello y tiró suave
ésalo -
ego, animada, lo lamí varias veces. Al decidir que ya i
nvolvía de maravilla. No muchas especialist
beza se movía arriba y abajo, masajeándolo con mis labios. Mi
cendió por su vientre y, al cabo de unos instantes
i barbilla, y mis labios brillaban cubiertos de su fluido. Los lam
smo tan potente - gimi
rza me condujo al sofá que había v
a él, una mesa de café de madera oscura y superficie de cristal. En un jarrón de cerámica, sobre la mesa, había bombones, pequeños pastelitos y galletas, al
era su propósito a
tumbé ante él, abriendo las piernas en un amplio gesto. Bajo su mirada hambrie
ernas. Mis rodillas se doblaron instintivamente y abrí a
nía recortada en un peinado coq
una oleada de deseo tan virulenta
Tan húmedo y tan deseoso... Sé
éndome más: con las manos aparté mis labio
me! - l