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Suya por venganza

Capítulo 5 Sangre, miedo y promesas

Palabras:1769    |    Actualizado en: 31/05/2025

Sangre, mie

Marco Santoro ya lo esperaba, apoyado en la pared

se acercó-. Tenemos u

elo, con movimientos pausados. Encendió un cigarro

rdenó con

el vaso per

o. Y también saben que tú no has hecho nada al respe

a mandíbula.

ió Marco-. Que te quedarás cruzado de

. Luego, de un manotazo, lo estrelló contra el suel

hacerle eso a mi hermana. Sabes q

o un pas

hermana. Pero si no haces alg

ándose la rabia. Cuando volvió a ha

me pe

asta el ventanal y e

cúpate del nuevo cargamento. T

, j

despacho sin aña

pirales en el aire. Su mundo pedía sangre. Pero su hermana... era su l

a o debilidad. En su mundo

.

e ahora era cárcel, Leah y

e dormir con él -dijo Leah con los ojos encendidos-. ¡En su cama!

rió con i

tan m

ue nunca he estado... tan cerca de un

Mi hermano puede ser un

en la cama, abra

rees que diría eso si no te

emuestras que no te asusta, perde

a. Las lágrimas empeza

cómo. Me siento..

có y la abraz

o es tan malo

ó con rabia

ero tú no estás encerrada aquí, n

pesadilla. Pero créeme, a mí también me amenazó . Me dij

spiró c

a. No quería met

esolveremos... solo

bajó l

no puedo traicionar a mi hermano. Y... sinceramente, creo que es mejor que no te encuen

miró con

y bien. Solo e

gó con t

no puedo. Me harían preguntas. No

, tragándose

que seas su hermana. Así puedo

hablaré con él. Haré lo posi

abrazó

ias,

alma -susurró Er

ó. Max entró con su andar decidido

n una sonrisa torcida-. Creo qu

aró de Leah

quiere

cosa, hermanita... Tu nuevo novio no me gusta. O l

ulminó con

o. Yo no me meto co

una carcaj

gué. Y no e

s dado cuenta, t

viva. Entera. Y si ese imbécil te hace daño, le volaré la

empujó

Max! ¡Deja de m

vil. Su voz fue b

aría por ti. Así que, si alguna vez veo una sol

ró hacia Leah y la abrazó una v

mos pronto. Te quiero

iero t

n sin mirar atrás. La puert

on Max. O mejor dich

esa intensidad peligrosa que la

-ordenó Max c

la mirada fija en el suelo. El silencio

nmigo -repitió, est

sin ceder. Una parte de ella quería gritar, corre

gó saliva, clavando la mirada en el suelo. Cuando él la alcanzó, la to

as cosas, angelito -le murm

on por un pasillo más ancho, hasta llegar a una puerta doble, oscura,

ras doradas. Una enorme cama presidía el centro, con sábanas de seda roja y cojines de terciopelo negro. Había un ventanal con cortin

lonia, a cigarro y whis

Max, con voz baja y segura-. Y esta... -señaló la

ó bruscamen

s que durm

nrió d

¿Crees que no pue

ió un paso in

en el suelo antes que c

cruzando los braz

entender las cosas... ¿O tú

escupió, con una mezcla de mie

so, lento, sin apar

umbrarás,

e! -espetó Leah,

sí: tensa, nerviosa, con ese fuego en los ojos

s de su camisa y empezó a desabrocharla lentamente. Leah cont

gra y gris que recorrían su pecho, su costado, parte del abdomen y los brazos enteros

os la traicionaron. Lo miró de reojo, por de

Por supuest

s incómoda, angelito? -preguntó c

lbuceó Leah, dándose la

tes m

negra ajustada y unos pantalones de chándal gris oscuro. Se acercó a

o, casi translúcido. L

al principio... hasta que

corto. De encaje negro, semit

nrisa cínica-. Espero que te quede bien... aunque no

rocedió

nso pon

una expresión que era mitad

a entonces? Casi que

¡

refieres... -dio un paso hacia ella, su voz se

pecho. El miedo, la ira, la vergüenza y... algo más

es -murmuró, con

sin borrar su s

ndo cada segundo de su incomodidad-. Pero no olvides qu

intiendo que el mundo baj

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