Suya por venganza
Sangre, mie
Marco Santoro ya lo esperaba, apoyado en la pared
se acercó-. Tenemos u
elo, con movimientos pausados. Encendió un cigarro
rdenó con
el vaso per
o. Y también saben que tú no has hecho nada al respe
a mandíbula.
ió Marco-. Que te quedarás cruzado de
. Luego, de un manotazo, lo estrelló contra el suel
hacerle eso a mi hermana. Sabes q
o un pas
hermana. Pero si no haces alg
ándose la rabia. Cuando volvió a ha
me pe
asta el ventanal y e
cúpate del nuevo cargamento. T
, j
despacho sin aña
pirales en el aire. Su mundo pedía sangre. Pero su hermana... era su l
a o debilidad. En su mundo
.
e ahora era cárcel, Leah y
e dormir con él -dijo Leah con los ojos encendidos-. ¡En su cama!
rió con i
tan m
ue nunca he estado... tan cerca de un
Mi hermano puede ser un
en la cama, abra
rees que diría eso si no te
emuestras que no te asusta, perde
a. Las lágrimas empeza
cómo. Me siento..
có y la abraz
o es tan malo
ó con rabia
ero tú no estás encerrada aquí, n
pesadilla. Pero créeme, a mí también me amenazó . Me dij
spiró c
a. No quería met
esolveremos... solo
bajó l
no puedo traicionar a mi hermano. Y... sinceramente, creo que es mejor que no te encuen
miró con
y bien. Solo e
gó con t
no puedo. Me harían preguntas. No
, tragándose
que seas su hermana. Así puedo
hablaré con él. Haré lo posi
abrazó
ias,
alma -susurró Er
ó. Max entró con su andar decidido
n una sonrisa torcida-. Creo qu
aró de Leah
quiere
cosa, hermanita... Tu nuevo novio no me gusta. O l
ulminó con
o. Yo no me meto co
una carcaj
gué. Y no e
s dado cuenta, t
viva. Entera. Y si ese imbécil te hace daño, le volaré la
empujó
Max! ¡Deja de m
vil. Su voz fue b
aría por ti. Así que, si alguna vez veo una sol
ró hacia Leah y la abrazó una v
mos pronto. Te quiero
iero t
n sin mirar atrás. La puert
on Max. O mejor dich
esa intensidad peligrosa que la
-ordenó Max c
la mirada fija en el suelo. El silencio
nmigo -repitió, est
sin ceder. Una parte de ella quería gritar, corre
gó saliva, clavando la mirada en el suelo. Cuando él la alcanzó, la to
as cosas, angelito -le murm
on por un pasillo más ancho, hasta llegar a una puerta doble, oscura,
ras doradas. Una enorme cama presidía el centro, con sábanas de seda roja y cojines de terciopelo negro. Había un ventanal con cortin
lonia, a cigarro y whis
Max, con voz baja y segura-. Y esta... -señaló la
ó bruscamen
s que durm
nrió d
¿Crees que no pue
ió un paso in
en el suelo antes que c
cruzando los braz
entender las cosas... ¿O tú
escupió, con una mezcla de mie
so, lento, sin apar
umbrarás,
e! -espetó Leah,
sí: tensa, nerviosa, con ese fuego en los ojos
s de su camisa y empezó a desabrocharla lentamente. Leah cont
gra y gris que recorrían su pecho, su costado, parte del abdomen y los brazos enteros
os la traicionaron. Lo miró de reojo, por de
Por supuest
s incómoda, angelito? -preguntó c
lbuceó Leah, dándose la
tes m
negra ajustada y unos pantalones de chándal gris oscuro. Se acercó a
o, casi translúcido. L
al principio... hasta que
corto. De encaje negro, semit
nrisa cínica-. Espero que te quede bien... aunque no
rocedió
nso pon
una expresión que era mitad
a entonces? Casi que
¡
refieres... -dio un paso hacia ella, su voz se
pecho. El miedo, la ira, la vergüenza y... algo más
es -murmuró, con
sin borrar su s
ndo cada segundo de su incomodidad-. Pero no olvides qu
intiendo que el mundo baj