QUERIDO AMANTE: me casaré con tu sobrino
a a Carmen por los hombros, viéndola con de
.. - Balbuceaba Carmen
todos se enteraran de lo que pasa entre tú y el señor Hidalgo,
el entrecejo confundida
sto, no soy
ben? - Preguntó
a ser tan obvia, Carmen, ten por seguro que todos se enteraran... - Le advirtió Fernanda a su amiga. - Ahora, quédate encerrada en tu habitación, ll
Yo no
algún momento, los Hidalgo tienen la norma de arreglar los matrimonios de sus herederos a conveniencia y
Yo
rnanda con un tono de reprimenda. - ¿Crees que él podría vivir como nosotras?, ¿cómo un asalariado más?... ¿O es que...?
, sintiendo como la vergüenza la envolvía, porque la verdad era, que ella si llegó a imaginarse
la ciudad y lo disfrutaste por mucho tiempo, ¿no es así? - Pregunto Fernanda y bajando el rostro con vergüenza, Carmen asintió. - Bien, pero ya es momento de poner los pies sobre la tierra, eres una sirvient
os ojos llorosos, intentando limpia
ser muy fuerte, porque entiendo que est
ue imaginarse eso de nuevo. - Por favor... Te agradezco por todo, Fernanda, pero... Ahora necesito estar a solas
da le acarició el hombro con amabilid
armen, completamente desconsolada, intentando botar t
cer nada al respecto, sino que además, Carmen estaba condenada a
una huérfana, estaba sola en el mundo y no conocía a nadie m
o, Carmen se iba quedando dormida y probablemente ya era
- Preguntó Carmen, ext
zón, esa voz que ella podía reconocer a kilómetros de distancia y que cada día se
, sintiendo como se ahog
¿Q
do hablar, pues sentía de nuevo el fuerte nudo en l
. Ni siquiera insistió», sopesaba Carmen con tristeza, cuando luego de uno
ente, la puerta parecía temblar, así como él pulso de
ente figura de Bastián Hidalgo, hizo presencia, él cargaba el
que me fuera? - Preguntó Bastián todavía desde el umbral
no le estaba marchando del todo bien por la impresión
lla de la puerta, está vez para cerrarla, pasando el seg
rvaba todavía desde su cama
l traje prácticamente se la arrancó lanzándola y se soltó un poco la corbata, Bastián se
uficiente como para que Carmen sintiera que perdía todos los
saliendo, con ese rostro esculpido y masculino, perfecto, con esa mirada intensa, fría y oscura que hacía perder los estribo
ella todavía era muy pequeña comparado con la altura de Bastián, pero
e por una larga noche de pasión, como era habitual entre ellos, est
pretando a Carmen todav
e Bastián para detenerlo, intentando empujarlo para alejarlo, tarea q
te atacándola, como nunca antes la había besado, mientras ella sentía que era arr
omo si nunca antes se hubieran tocado, como si estuvieran sedientos y desespera
con una mano, mientras que deslizaba la otra ma
mente, separándose en un segundo d
y volvía a caer, pero esta vez no, esta vez tuvo un momento de
astro de sangre. - Tú... ¿Me mordiste? - Repitió acercándose a Carmen, para volver a tomarla por el brazo, es
ando con todas sus fuerzas mantenerse firme. - Esto no pued
restregándole su virilidad ya erecta, acercando su rostro una vez más al de ella, como si fuera a besarla, pero no
la detallaba, deslizaba la mirada llena de intensidad por todo el rostro de Carmen, perturbándola. - Eres mía, Carmen, eres mía, ¿entiendes?, y eso nunca va a cambiar, a
a Carmen de la prisión de su abrazo, para luego darse la media vuelt
se agitaba, al tiempo que todo su cuerpo se estremecía, ¿qué había dicho él?, ¿qué Carmen
una cosa era ser su amante escondida estando él solo, pero... ¿Cómo un h
cho, extraño, aunque en las palabras de Bastián parecía haber un tono de molestia, en sus ojos, en esos oscuros e