Una niñera para el ceo
hora mismo, no imagina
cuando un mensaje inesperado iluminó la pantalla de su teléfono. El remite
ando de asimilar lo que acababa de recibir. El dolor se i
amada, pero la línea e
oma -murmuró, in
os y ella estaba embaraz
a abriéndose la sacó
e gusta estar sola, menos ahora
miró con
rta. Ojalá no estuvieras embarazada -espetó, pasando
tá lista. Te esperé para
tinuó ignorándola con la mi
. Se sentó sola, acarició su vientre y decidió que, si
nía familia, solo a su esposo José, quien se había convertido en su único vín
astre de unas ruedas contra el suelo. Al girarse, vio
preguntó, sin poder
n frialdad-. Me largo de tu lado
menzaron a brot
es. No tengo a nadie en este mun
una carca
r eso me voy.
espiración entrecortada. Pero él, sin un atisbo de compasión,
o suplico. ¿Por q
ndiente de su bienestar. Le preparaba la cena, mantenía su ropa impecable
con una mujer que sí e
, en ese instante, el mundo de Elise se desmo
ustia de enfrentarlo sola. Apenas contaba con lo esencial para ir al hospit
completo de ella. Pero, entre las lágrimas y la desolación, encontró un coraje inesperado
s des
ida -susurró Elise, acunando a su hijo mientras la
a con todas las responsabilidades, aún adolorida por las secuelas del parto. Sin embargo, la fal
o con urgencia, pero los días pasaban y nadie quería contratar a
la leche apenas alcanzaba para calmar al pequeño, quien lloraba sin
pasillos, miró a su alrededor y, sin pensarlo más, tomó un paquete de pañales. Est
a Elise como si se tratara de una criminal pel
ra su pecho, como si aquel gesto pudiera protegerlos de la vergüenza y el dolor. En ese i
y pausada del viejo Sam resonó en el lugar. Él era el dueño
responder, con un ton
xcusa para robar. Llame a la policía, e
quien, con los ojos llenos de lá
, su voz más suave que dura, como si ya intuyer
ecto y por la situación en la que se encontraba. El bebé seguía so
un tono empalagoso, cambiando de inmediato
ba empacando. Sus ojos, de un azul profundo y penetrante, se detuvieron un instante en
í? -preguntó, con un
cabeza y sonri
solver con un poco de h
ntes para comprender la escena. Clara, por su parte, bu
se, apretando la bolsa contra su
lvides que te llamaré si encuentro algo para ti -re
la cabeza baja y el paso vacilante, mientras su bebé se acurruc
te, sin apartar la vista de la puerta que aún
or. Una de esas personas que solo neces
o, luego sacó su billetera y dejó un
ue no le falte nada. Y consígueme su núme
on complicid
so, señor Matías. S