La dulce sirvienta y el millonario
aba lleno de vida y alegría esa tarde. La fiesta de primavera era una de las tradiciones más esperadas, una celebración que reunía a todos, sin importar su clase social, para dar
nes, violines y la percusión de los tamboriles marcando el ritmo. Las mujeres vestían trajes tradicionales con bordados coloridos y coronas de flores en sus cabezas, mientras q
s ricos y elegantes vestidos, mostrando un mundo que parecía tan lejano al suyo. Mientras las demás bailaban y reían, ella observaba desde la distancia, apretando ligeramente las flores que había recogido de la plaza.
pista. Él llevaba un traje oscuro que resaltaba su figura alta y elegante. Su cabello, ligeramente despeinado por la brisa, caía sobre su frente con una suavidad que contradecía
merosa de que alguien lo notara. Sin embargo, Mihai parecía tener una misión clara. Ca
mo si la encontrara en un lugar
tradiciones rumanas, Loana nunca se había sentido cómoda en medio de la pista de
n timidez mientras sentía las miradas de las mujeres elega
si estuviera evaluando sus palabras,
dejarte llevar. Nadie te está observando tan de cerca como crees. Además,
aba una sensación extraña, como si estuviera desafiante contra las expectativas que los demás le imponían. Aunque su invitación p
ta. Las luces de las antorchas que rodeaban la plaza brillaban intensamente, y la música se hacía más fuerte, más insis
mujeres elegantes que antes la observaban con desaprobación ahora la miraban con sorp
reocuparse -dijo mientras tomaba su
s se entrelazaban con los de los demás, moviéndose en círculos y en líneas, con todos sincronizados en el mismo ritmo. Al principio, Loan
espacio, en esa danza, eran solo dos jóvenes, moviéndose al son de la misma música, sin que las barreras sociales los separaran. Sin embargo, lo que
peso de las miradas a su alrededor. Sus nervios se habían calmado, y por un instante
identificar. Él le había tendido una mano en un acto aparentemente sencillo, pero en re
a, pero en su tono había algo de gratitud, como si su invita
expandido. Pero por un breve momento, todo lo que existía era ella y Mihai, entrelazados en el ritmo de l