LA ESPOSA ELEGIDA PARA ÉL CEO
de Londres comenzaba a cambiar. Desde que Cristopher había enviado al chofer para recogerla, todo parecía moverse a una velocidad distinta, como si
discreta mientras ella ajustaba la falda de su vestido. El maquillaje impecable y el peinado perfectamente elaborado no lograban ocultar la fragilidad que la env
varios hombres se acercaron, incapaces de ocultar la fascinación que su figura causaba. Eda, pequeña en estatura, pero impresionante en presencia, no podía dej
murmuró un hombre alto, de cabello plateado y traje perfectamente co
todos los ojos estaban sobre ella. Se sentía como un pájaro en una jaula d
gancia. Con su porte distinguido, su presencia era tan fuerte que hacía que todos los demás parecieran desaparecer. Eda se sentía aún más pequeña a su lado, como si la luz de su esposo la ecl
belleza que ella demostraba, Christopher parecía ser inmune a la inocencia la belleza y la fragilidad de la mujer que tenía como esposa, era un hombre
u mano para que su esposa se agarre de él y empiecen a avanzar al interior del salón. Eda no había respondido ante lo dicho por Cristof
do a conectar con varios de los invitados, aquellos que no la miraban solo por su belleza, sino que apreciaban su sencillez y su inteligencia. Las conversaciones casuales fluían con facilidad, y por primera vez e
ena impresión - expuso el hombre, Eda con tan solo escuchar
nemos el honor de anunciar a alguien que todos conocemos muy bien, pero que hoy vuelve a formar parte del mundo empresarial de nuestra querida Inglaterra. Les
r alta y deslumbrante, con cabellera rubia y ojos de hielo, tomaba el micrófono con seguridad. Patricia Granville, la exnovia de Christopher, caminaba con la gracia de una mujer acostumbrada a ser el centro de todas las miradas.
ocurrió. La mirada fría de Patricia recorrió a Eda de arriba abajo, evaluándola con una precisión que hizo que un escalofrío recorriera su esp
ta. La mujer que había amado a su marido la relación de ellos en su momento había sido motivos de envidia y que ahora, de alguna manera, se la reclamaba silenciosamente. Eda se sintió pequeña, vuln
iferencia con la que había manejado siempre las situaciones que desbordaban los sentimientos. Durante años, se había entrenado para mantener el control, para
ostumbrado a la rutina de una relación contractual, de un amor más forzado que elegido ante la vida de los demás, Eda a diferencia de Christopher siente que empieza a tambalear
ia. A pesar de la presencia de Patricia, su rostro seguía siendo una máscara imperturbable. Sabía lo que significaba ese reencuentro, pero también entendía la f
lor evidente en los ojos de la mujer que alguna vez había amado. Sin decir una palabra, Christopher sabía que su indiferencia era la respuesta más fuerte, la única forma de no alimentar las expectativas ni de ahondar en los