Yo No Soy Tu Felpudo
de los árboles susurraban con el viento frío. Isla, cubierta en sangre y polvo, se encontraba en el borde de la pequeña colina, observando la manada que
solo él podía ocultar. Sin embargo, algo había cambiado. La tensión entre ambos era palpable, más que nunca. La cercanía de
ía, las respuestas que no acababan de cuajar, la manera en que se ocultaba detrás de su fría fachada. Un golpe de desconfianza le recorrió la espina dorsal. Era como si to
sapercibida para él. Sabía que no podía esconder lo que estaba sucediendo dentro de él. No solo la guerra de poder y control, sino algo mucho
otado la tensión en sus ojos, un brillo extraño, algo que no correspondía con el Levi calcul
o como si todo estuviera bajo control, como si la ambición fuera lo único que importaba. Isla lo había cambiado. Su presencia, s
e pudieran seguir, un grito distante los interrumpió. Alguien corrió hacia ellos.
rero estaba cargada de desesp
a acumularse en su pecho comenzaba a tomar forma. Sabía que esto
tó, la dureza de su v
hablar, y eso solo intensi
ntió que todo su cuerpo se tensaba, con el corazón palpitando en su pecho-. U
uién? Todo lo que había construido estaba empezando a desmoronarse,
pasó desapercibida. La desconfianza era evidente, y sus ojos, que antes denotaban fri
? -Levi preguntó con una frialdad inqueb
rmitir que su liderazgo fuera cuestionado por Levi ni por los demás. Sin embargo, una semilla de duda comenzaba a cre
como si todo a su alrededor
r con claridad. Ella no podía perder más tiempo. La situación se complicaba. Si no se mantenía f
te, pero la duda permaneció en
lo con furia. Levi no se había ido, aunque él también sabía que no podía actuar solo, al menos no sin Isla.
Pero ella podía ver a través de él. Sabía que algo se había quebrado en su interior, aunque no pudiera i
rmitirse ser débil, pero algo en ella también ansiaba saber la verda
fijos en los de ella. Era una mi
no era completamente seguro. No era el Levi que había conocido
su propia manada y las mentiras que habían estado tejiendo
do lo que ella había creído sobre lealtad y poder estaba s
la se dio cuenta de algo: en este juego, ni siqu
erdad más dolo