Esposa olvidada
candalosos disfrazado de broma, Raúl,
dente. Román ha muerto -afirmó, con sus br
n duda había ocurrido un accidente y ella lo llevaba encima. Nerviosa, se lamió los labios secos
cordias" del Mayor Orbert antes de que la oscuridad la
de qué había pasado, solo era consciente del fuerte brazo alrededor de sus hombros
nte egoísta, levantó la cabeza y se soltó del abrazo protector de Raúl para sentarse tensa en el borde del sofá, con las manos entrelazadas en el regazo. Miró a su padre, que estaba sentado a su lado,
eguntó ella con
ande y las apretó suavemente mientras respondí
llorar, pero las lágrima
malidad y, encogiéndose de hombros, se sentó
Clara. ¿Estás bien? Eso
bert estaba sentado en la silla de respaldo duro detrás de su escritorio, mientras que Raúl, su padre y ella estaban sentados en fila en el so
mejor que yo -dijo Raúl con cinismo, reclinándose contra el apoyabrazos, su largo cuerpo inclinado hacia ella, sus ojo
l. Pero no era el momento de dejarse llevar por la vergüenza y deliberadamente dirigió su at
sin señalizar. Murió en el acto. La familia había sido informada a la hora del almuerzo, pero c
ogarla. Sus hermosos ojos brillaban con lágrimas co
erido seguir. En servicio activo
desesperado de su muerte la golpeó. Román, el rubio, guapo y de ojos azules, estaba muerto. Era increíble. Estaba tan abrumada por la enormid
o? ¿Estás embarazada de
udiste encontrar -explicó mientras sus lágrimas se de
insistió Raúl con tono mordaz-. ¿De verdad estás tan desesperado com
arse en la autocompasión. Quizá hubiera perdido a su novio y estuviera embarazada, p
tiva que le lanzó a su padre antes de añadir-: Es su hija, señor Bedec. En lugar de quedarse sentado allí como si
, poniéndose de pie de un salto, se secó las
as pestañas negras como el hollín, su nariz era pequeña y recta, su boca era de labios gruesos y suavemente curvada. Vestida con un sencillo suéter de cachemira azul, una falda corta recta del mismo color que terminaba unos diez centímetros p
cuerpo desde el sofá y, con un paso ágil, se colocó a su lado-. Dé
sa. Recordaba con mucha claridad la última vez que la había llevado a la granja. Había deja
onducir. -Se volvió para mirar a su padre
e su brazo. -No seas estúpida, Clara