La Diosa Luna y su Compañero.
sque de
elo. Una ligera brisa rozó el cuerpo de la diosa. Se oyó el sonido de un búho, que aumentó la solemnidad de la
ientras negaba lentamente con la cabeza. -Tengo que encontrar una cue
rse las manos y luego se concentró en ellas. -¡Oh
el fuego desde allí. La muchacha de ojos violetas sopló hacia el hombre corpulento, de modo que e
to en llamas. Sin embargo, el fuego no quemó el cuerpo del hombre mortal. La mujer d
que quiero llevármelo cuanto antes. Si el homb
adelante ya había una gran roca abierta de par en par en el centro. La virgen
tha consideró que este lugar era una zona adecuada para el hombre que seguía inconsciente. -Bien, creo que este lugar es ad
la mano y señaló en dirección al hombre de pe
ia la invocadora. La muchacha de nariz alta miró al cielo con expresión inexpresiva. -Espero que mamá y papá no se
bía reconocido. Atvertha, que se dio cuenta de ello, se volvió inmediatamente hacia el mortal. Sin muchas palab
ación dentro del lugar parecía sucia. Había muchas telarañas, que no estaban bien cuidadas porque n
ían volar. Parecían estar a punto de entrar en una cueva, as
se volvió lo antes posible hacia la araña, sin decir nada. La bestia de ocho patas se sorprendi
ías venido-, dijo la araña, inclinando ligerame
ovió la cara hacia la derecha para que la araña entendiera. Mientras tanto, el cuerpo del h
cio. Este mortal se quedará aquí más tiempo porque está esperando a que el macho mortal despierte. ¿Te i
mantenerlo aquí. No molestaré al mortal y lo dejaré aquí
anos para que el viento pareciera barrer el suelo y las sucias paredes. Sin embargo, las telarañas no sufrieron ningún daño, por lo que la araña negra se sintió aliviada. La joven d
ue ahora la situación allí es adecuada para un hombre mortal que todavía está inconsciente. La mano derecha de l
claramente visible para la Diosa de la Luna. Una joven quedó aturdida por un momento, pues se agitó en ella un extraño sentimiento, que se producía cuando mi
nterlocutora se limitó a observar lo que ocur
e que he bajado a la tierra. Incluso ayudando a un mortal, a pesar de que mientras estudiaba mamá me había advertido que no me ac
vertha miró a la araña que tejía la tela para no mirar a la muchacha de rostro pálido. El ambiente silencioso de la cueva
rque oyó que acababan de pronunciar su nombre. Resultó
ueva, para que ningún otro animal, incluidos otros mortales, entre aquí. Si él se despierta y aban
te. -De acuerdo, Diosa de la Luna. Es
ar hacia el exterior de la cueva. Tras llegar a su zona de destino, Atvertha voló hacia el cielo lo antes po
e apresuró inmediatamente a entrar en su habitación. Cuando llegó, entró lo antes posible y luego cerró la puerta por dentro. La expresi
siempre recuerdo a ese hombre y al mismo tiempo hasta mi
*
ortal tetzhiont! = ¡Oh fuego, sé la
ntha tu! = ¡
htiz o mortale! = ¡
htalo! =