Edwar "El Sigma de la manada"
a inesperada caricia, Selena deja escapar ese gemido que estuvo intentando contener por algunos minutos, cada vez que las manos de él rozaban algun
ta el acantilado que se dejaba ver entre sus muslos. Selena acarició sus hombros, él besó la pantie de encajes que cubría su sexo. Al se
jó su pantie y acarició con sus labios el suave y claro vello púbico que como una alfombra se tendía delicadamente sobre su sexo, explorando con su lengua aquel acogedor lugar. Con sus dedos largos separó sus labios hi
bios y se iba endureciendo con rapidez. Selena estaba excitada, su cuerpo se movía sinuosamente al sentir aquellas caricias. Jadeó con mayor intensidad cuando
ntón y la lengua de Edwar. Estaba tan húmeda que sus fluidos vaginales salían como una gruta de su hend
poseerse el uno al otro, era inevitable. Nadie mejor que él para tener el honor de tenerla y hacerla mujer; sólo él, aquel
pelinegro colocó su polla frente a sus labios verticales, buscó su hendidura y con un movimi
? -la miró él con el
rmuró ella y v
s por quien
y exhaló un suspiro- No he estado con ningún "hombre" antes. -dijo e
el sonrió- Seré muy cuidadoso. -dijo en un tono de voz tierno y ella asintió. Confiab
s lenguas y labios danzaban en un ritmo armónico, él metía y sacaba su lengua de dentro de su boca, simulando la penetración fálica q
, un poco más" Edwar aunque deseaba detenerse, tampoco lograba evitar aquel magnetismo que lo atraía de la pelirroja. Era como si su deseo de amarla, de poseerla sobrepasara su propia volunta
te dentro de ella. Al comienzo ella pareció temblar de miedo, pero en la medida que él la penetraba, Selena comenzó a moverse
la, y como su vagina parecía un fino estuche de piel que lo recubría por completo. Los gemidos de placer, los jadeos, el roce de las pieles, los fluidos entrando y saliendo de su sexo, sus cuerpos acompasa
ba, no lo dejaba avanzar como debía, se había enamorado de la mujer prohibida y eso le había provocado muchos inconvenientes emocionales. Mas, en ese instante, era como si la vida l
í, era su realidad y debía vivirla. Ambos se amaron, se sintieron y entregaron a sus más profundos instintos. ¿Estaban
vando a través de la pequeña ventana, como la noche se iba tornando cada vez más oscuras
ue esto pasarí
? -dijo él, mirá
prende hasta donde hemos llegado. ¿A ti, no
do negar que aún rondan en mi cabeza las dudas, de por qué vine hasta aquí. Pero, debe haber una razón que v
do de la nada por jugarretas del destino? Lo cierto de todo era que aquel extraño y repentino deseo que el lycan le provocaba, nunca antes lo experimentó. Él era un hombre increíblemente atractivo y mu
ubiese atrevido a tanto. ¿Cómo podía aqu