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Un pasado perdido

Capítulo 4 CAPITULO 3

Palabras:1360    |    Actualizado en: 01/04/2024

OM

ojos cerrados busco el maldito despertador que no deja de sonar. Ya sé que

rio para sacar la pereza. Es mi primer día como psicólogo en la unidad mental de uno de los campos de concentración militar del país. Pase 5 años term

o un psicólogo puede decirlo, pero gracias a eso y la ayuda de mi madre que tiene

lo más pronto posible, pero antes de llegar siquiera a

ola

erido, pensé que

ualmente ya es

Thomas, sé que ni siq

te eq

do, contesta rápid

he y... m

pequeña risa al otro lado del telé

da de no ser por ti

su tono sarcástico – lamento

. Tengo que irme mamá

uerdo,

amo m

ar a una enorme puerta de acero negro con el número 30 de grandes proporciones, es increíble lo lejos que queda este lugar

ción – Me di

s Bennett, me

én viene

eral

uto junto a un perro, habla por la radio y

a, Do

ado de guardias que no apartan la mirada del auto. Uno en especial me hace indicaciones con su mano para que lo siga al lugar

yers? – me di

a a caminar vigilando que vaya

se abre la puerta dos guardias me abordan, uno toma mi maletín y lo pasa por una máquina de rayos X para verificar

o y comienzo a acomodarme la camisa hasta dejarme como llegue antes de basta requisa. De repente el ascensor se detiene en el tercer piso, el guardia hace u

de madera con una placa en el centro "Gral. Mayers", el guardia toca dos veces, espera paciente l

on una sonrisa ladina haciendo énfasis en la

ue tengo uso de razón – suelto mientras camino

í Thomas, no es fácil ser con

ndar al carajo tanta prueba, en todos mis años de exámenes en la universidad tuve algunos tan exigentes como los que hacen,

ino veterano de guerra. En este lugar tenemos pacientes con los que podemos lidiar fácilmente pero tambi

ormal de un sanatorio, no veo q

normales" – Dice haciendo un guiño con sus manos

etrás de la puerta en la pantalla de la computadora a su lado. Es un guardia, y parece es

emos problemas

arente preocupación en su voz abr

e X453 se sa

rda quiere

s hicieron eco en mi cabeza, ¿Qué

la puerta. – Tengo que irme, nuestra conversación la tendremos en un rato p

esde hace muchos años y jamás lo había visto tan preocupado con una noticia como está, pero claro quien no se preocuparía cuando uno de

scritorio, una computadora, su silla y una gran biblioteca de pared a pared donde solo hay libros de medicina. Por más que registro no e

del susto que me acaba de dar un gu

Si

avor, lo lleva

e abandono la oficina de George con un mal presentimiento en el estó

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