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La revancha del dragón

Capítulo 5 Cuatro

Palabras:2404    |    Actualizado en: 10/11/2023

o año

nación del Mon

tipo de trenzas hasta caídas de cabello en forma de cascada que parecía natural, aunqu

eres místicos, desde los comunes vampiros hasta los ocultos dragones. Además, tuve que dejar de lado varias clases de psicología al punto de dejarlo de lado con tal de usar m

onteros del pasado, cuando las armas de fuego aún no habían sido creadas, pero ningún autor mencionaba algo sobre un báculo. Ni siquiera en las armas de los místicos. Todos

mo retoque a mi cabello—. Desde el

a pizca de maquillaje, por lo general no usaba y aún así pensé que era el día en que más hermosa me había visto. Era un día especial y por lo tanto deb

dije admirada—. C

ebía bañarme, vestirme, comer algo para que mi estómago estuviera tranquilo

ría terminado. Por otro lado, quería que el momento nunca llegara, me daba pánico que algo saliera mal: Podía tropezar, decir una tontería o lo que más me aterraba, que alguien apareciera entre la multi

y me arriesgué incontables veces para demostrar que yo era la merecedora del título. Me sometí a entrenamientos que me fatigaron física y emocionalmente. Puta mierda, incluso había dejad

o se librara yo estaría más que l

esta se enfrió y todavía seguía dentro aun cuando la piel de mis dedos

la medida, era tan cómodo que no necesité contener la respiración para poder entrar en este y la tela era tan suave cuya textura casi asemejaba el agua. No me at

onrisa y mirada amable. Alegre y emocionada, Ariana entró con dos ayudantes para peinarme como toda una princesa (lo dijo textual). No era una

jor que cuando lo practicamos por la mañana. Un Montero Celestial no era un príncipe ni una princesa, menos aún

der, podía jurar que ese día sería el ser humano más hermoso del mundo. Y entonces sonreí, ese era mi día, solo debía disfrutar.

eroz en la batalla y créeme que me gustaría ser como tú —arregló una minúscula imperfección de mi cabello—. Nin

fácilmente. El verlo a diario no ayudaba y aunque él era cortante como el filo de una espada, mi corazón seguía latiendo por él. Intent

a, pues el simple hecho de saber que vivía y que respiraba el mismo a

nos. Ese día el número de asistentes sería elevado, habría miembros del consejo de todos los países, vendría incluso familia lejana como mis tíos que no eran monteros tan comprometidos con su hija Siena, mi prima. Según

ántica con su novio. También tenía algunas fotos de su universidad, estudiaba derecho y por lo que se veía, tenía todo el porte; segura de sí misma, carismática y feroz. Una parte

mó. Una vez que se cercioró d

na servilleta y una pluma—. Serás toda una celebrida

Celestial no era algo que presumir, so

no hay muc

—hizo una pose graci

bueno, ya estaba u

ia—. Lo harás increíble y me verás

ar que más de cien monteros conocerían a su líder, pero se

llamaron y me enfr

ura viendo siempre hacia el frente, justo donde el cáliz de hielo reposaba, expectante. Supuestamente esa cosa brillaría y convertiría el vino en sangre (espe

os de todo tipo de flores y me erguí lo más

n elegante y delicada. Detrás de ella apareció un hombre de tal vez unos treinta años

rra por el día eterno —se alzó un silencio sepulcral—. Los antepasados te eligieron, tu destino se selló desde tu nacimiento, e

vez tenía que dar una especie de discurso, pero no había preparado nada. Oh,

moniosa, era una mezcla de esperanza y terror, de dolor y placer. Todo comenzó a darme vueltas, una extraña energía me invadió, me sentí ligera y poderosa, un hor

brí los ojos y vi que me extendían la copa. No la agarraban directamente, si no c

nes de Siena siendo tan alegre y tranquila, recordé a las chicas riendo mientras se daban consejos sobre chicos y pensé en mi virginidad intacta ¿Se suponía que la Montera

negativos para centrarme en lo

no hecha de cristal y vertió el líquido. Sí, se veía rojo como la sangre, pero no podía s

piné un poco el cáliz y probé el vino. Estaba bueno. Imaginaba que sería dulce, pero no lo era, aún así tenía un gusto agradabl

podía ser de importancia ¿no? Tampoco había que tomarnos tan literal

en entre la multitud—

ita

dijo la líder—. Pued

s y todo seguía igual.

mbre de barba prominente y acent

removió. Primero pensé que había sido yo, pero después

el hombre de lentes—

rente a alguien que veía por primera vez. Mi prima Siena miraba el cáliz con desagrado, su nariz respingada se fruncía en confusión. Entonces m

óm

ertenecía, pero fue un impulso que no pude controlar. Temblando, Siena extend

enía una expresión de total angustia, sus ojos se llenaron de lágrimas. Al otro lado, su padre le hizo una señal para

n gusto

convertiría en sangre en presencia del

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