Es mentira que no lo amo
ció encendida durante tres horas hasta que finalmente se apagó. De inmediato, Everlei
endió el jabón y dijo con un
á a cargo. Si se lo hubieran asignado a
s manos con parsimonia mientras le reco
estado del paciente luego de la cirugía
ndo por el pasillo. En el área de emergencias estaban todos muy bien capacitados, la
asistente, simplemente se enjuagó las manos a toda velocidad y caminó hacia la sala de
ergencia?
perdió el conocimiento. Hasta notificaron al
erse a molestar al decano del h
rey! -exclamó s
-volvió a interrogar
obresaltó. Contuvo la respiración, int
City? -continuó la enfermera-. Escuché que estaba en una tien
e conversaban. Su corazón se había acelerado
Qué fortuna que esté aquí! R
ecién llegado. Cuando vio a Everleigh se llenó de alegría y le entregó el informe d
ando. Su nivel de azúcar en sangre es bajo y le hemos dado un goteo de
ierta vacilación. Miró los número
e enc
manos. Gracias, Dra. Trevi
ón. Cuando la enfermera se fue con el carrito médico, Everleigh to
re allí recostado y al instante sus emociones comenzaron a
a ver débil y cansado. Sin embargo, conservaba, incluso en esas circuns
lo. En ese instante, de forma instintiva, levantó la mano para acariciar el rostro del hombre delante
es? -se preguntó a s
, ocultó la tristeza en su mirada y apartó la vista del rostro de Theodore. Con u
etoscopio, se inclinó y lo colocó en el abdomen del hombre. Escuchó un sonido
sin darse cuenta de que casi se le cae el estetoscopio. De repente, The
rleigh. La aguja pegada con una tira de cinta adhesiva en el
uando leyó la placa en su pecho: ¡J