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Un matrimonio para las fiestas

Capítulo 2 El Olimpo no es nada comparado con esa mansión

Palabras:1263    |    Actualizado en: 18/07/2023

ta sociedad. Mis sueños se habían acabado y muerto junto con mi vida. La verdad es que lo ha

rgo, eso me había costado mi trato con los Jones, c

hizo que levantará la

cede

í los labios sintiéndome preocupada. Esto era una pesadilla. No teníamos s

o arr

i situación. Había metido la pata hasta al fondo luego de haber ins

os profesionales para que me brindara una oportunidad. Era una

a Gr

te va

o m

ste hablar

ga hizo que también me riera u

tas otra

es mo

sibles publicistas para la empresa

Gretel, te de

seas rica reg

esentar junto con el catálogo. Retoqué un poco de mi maquillaje y alisté todo para poder reunirme con Aust

la tarde. Con ello salí corriendo hacia la call

guramente estaría en el restaurante del lugar. Había escuchad

mbre. Parecía serio y no muy contento con la mujer que tenía al frente. Sus ojos verdes destacaban entre sus espesas cejas. Movía el índice

y me acerqué a ellos. Cuando estuve a su lado

de nuevo. - La rubia alzó sus cejas

me miró con un deje d

llamaste. - Miró de reojo

esperado estaba? -Bien señorita Stevens, lo siento mucho, pero mi chica quiere mi atención. Si necesito de sus servicios, yo se lo haré sabe

ábilmente. Tomé asiento frent

estar en

lo no

jas y luego se cruzó de brazos dejando

era muy bueno reconociendo rostros. Pero ese pensamiento dur

la fiesta. La qu

ortés de mi parte, pero la verdad es

mente. -¿Acaso ibas a ver a

Pero no es eso. De hecho, e

tu propuesta de publicidad. ¿no? - Asen

de la laboral? - Usé mi carta de convencimiento. Esperaba que eso me ayudara

oy interesado en trabaja

que mi empres

dispuesta. - Me sentí herida y avergonzada.

sero señorita, per

a oportunidad. Yo puedo h

pudiera decir otra cosa, se levantó

cambiaran. Había conseguido un par de clientes para una pu

stas serían en un par de meses y no podía dejar a mi gente sin trabajo en ese d

no cuando recibí una llamada a mi celular. Era un número descono

í d

orita

ién

r de veces mientras intentaba recom

qué ne

r con usted en pri

bre

círselo en pers

ena sos

solo por esta vez. - Me lo pensé u

la

r usted a

ie

aba en la entrada. Ana lo veía admirad

rás ah

. - Ana me miró con los ojos bien abiertos y sin más caminé hasta el aut

en silencio. Pregunté varias veces por la razón de

que era como si fuera un palacio. El Olimpo no era nada comparado con esa mansión. En verdad era en

asa de l

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