Un matrimonio para las fiestas
ta sociedad. Mis sueños se habÃan acabado y muerto junto con mi vida. La verdad es que lo ha
rgo, eso me habÃa costado mi trato con los Jones, c
hizo que levantará la
cede
à los labios sintiéndome preocupada. Esto era una pesadilla. No tenÃamos s
o arr
i situación. HabÃa metido la pata hasta al fondo luego de haber ins
os profesionales para que me brindara una oportunidad. Era una
a Gr
te va
o m
ste hablar
ga hizo que también me riera u
tas otra
es mo
sibles publicistas para la empresa
Gretel, te de
seas rica reg
esentar junto con el catálogo. Retoqué un poco de mi maquillaje y alisté todo para poder reunirme con Aust
la tarde. Con ello salà corriendo hacia la call
guramente estarÃa en el restaurante del lugar. HabÃa escuchad
mbre. ParecÃa serio y no muy contento con la mujer que tenÃa al frente. Sus ojos verdes destacaban entre sus espesas cejas. MovÃa el Ãndice
y me acerqué a ellos. Cuando estuve a su lado
de nuevo. - La rubia alzó sus cejas
me miró con un deje d
llamaste. - Miró de reojo
esperado estaba? -Bien señorita Stevens, lo siento mucho, pero mi chica quiere mi atención. Si necesito de sus servicios, yo se lo haré sabe
ábilmente. Tomé asiento frent
estar en
lo no
jas y luego se cruzó de brazos dejando
era muy bueno reconociendo rostros. Pero ese pensamiento dur
la fiesta. La qu
ortés de mi parte, pero la verdad es
mente. -¿Acaso ibas a ver a
Pero no es eso. De hecho, e
tu propuesta de publicidad. ¿no? - Asen
de la laboral? - Usé mi carta de convencimiento. Esperaba que eso me ayudara
oy interesado en trabaja
que mi empres
dispuesta. - Me sentà herida y avergonzada.
sero señorita, per
a oportunidad. Yo puedo h
pudiera decir otra cosa, se levantó
cambiaran. HabÃa conseguido un par de clientes para una pu
stas serÃan en un par de meses y no podÃa dejar a mi gente sin trabajo en ese d
no cuando recibà una llamada a mi celular. Era un número descono
à d
orita
ién
r de veces mientras intentaba recom
qué ne
r con usted en pri
bre
cÃrselo en pers
ena sos
solo por esta vez. - Me lo pensé u
la
r usted a
ie
aba en la entrada. Ana lo veÃa admirad
rás ah
. - Ana me miró con los ojos bien abiertos y sin más caminé hasta el aut
en silencio. Pregunté varias veces por la razón de
que era como si fuera un palacio. El Olimpo no era nada comparado con esa mansión. En verdad era en
asa de l