Lovely
o de
de lo que estaba metido. Y para decir verdad, ni siquiera tomaba esto enserio. Aquello había comenzado con ese beso, pa
ta Santiago después de entrenamiento.
–pregunto d
í un sentimiento de rareza. No estaba seguro si quería
–respingo. Él
–imita en ironí
oírnos. –esto último pare
creías que iba a ser esto? No sé de qué vas, esto no es un ciclo de prueba, ni una mu
azón. Yo solo no
lo pienso, solo lo hago, no soy seguro o consiente. No pensé precisamente en convertirme
o tiempo desde que cruzaste la línea. Ya está hecho. Debe
! Pero...dame tiempo. –Él
era jugado. No sabes cómo reaccionar. No sabes ni siquiera s
con ninguna antes. –musité. É
ez puedo notar que Santiago estaba molesto realme
n nadie. Lo del gimnasio fue mi primer beso. ¿
Santiago se iba d
un tabú. Ahora lo veo con claridad. Eres un niño d
dmito que parecía una pelea de pareja enserio. Y
empo. ¿Cómo puedes saber lo que te gusta si no has probado ambos? ¿Acaso e
a gay. Y eso no lo puedes negar. Quizás me he pasado de la raya, pero nunca
tima mirada de decepción.
archó. Rápidamente salí a buscarla como si estos
o pues no lo entendí, y es mejor olvidarlo porque tampoco
e a mí no me excitaba un hombre. Claro, repito, me había dado cuenta mucho después de aquello. En aquel momento yo pensaba que aquello a lo que me atrevería a besar era mi sexualidad y daba por sentado que mis sentimientos, y
mo él había dicho, yo no conocía lo que realmente quería. No sabía de opciones. ¿Cómo pude saber lo que me convenía o lo que me gustaba? No tenía sentido para nadie. Solo para mí. Y cuando entendí que todo lo que había dicho Santiago era cierto, me di cuenta que era un insensible. Un baboso. Un imbécil de primera cate
mos hablando perfectamente sobre vaqueros y jeans nuevos. O de cómo todos ellos quedaban de lo mejor puestos en Estela. Pero no. Luna qui
marca de automóviles. –se echó a reír. Solté una leve carcajada al recordar
na había estado des
s dejamos de llevar. –suspiro. -Es una la
como procesando lo que había a
acto seguido, elevó sus manos hasta su rostro c
ney me de
n lo absoluto. –digo en seco mientras desvío la mirada hacia e
pinar un golpe por lo que había acabado de decir, era la primera
endo amigos desde que éramos un par de mocos. –elevó la mano hasta mi rostro, y m
me. –
que ojazos me digo a mi mismo. A veces cuando Luna me mi
me. –in
mentón para entrelazarla con mis manos. –No quiero que por contarte,
o y fenómeno. Y a mi parecer no es algo mal
se puede mantener una conversaci
enga ya. ¿Puedes contarme? –insistió. Le asentí con la
o. –y al decirlo, el c
vez que se lo c
ojos en blanco. Sacudió la cabez
' de estar
decir. Y no sé si era exactamente porque no quer
ntonces t
lo veí
tiqu
no sé. ¿Sabe
s estado con Santiago p
–repliqué. –Nunca e
nada bueno, y al decir verdad. ¿Cómo podría hacerlo? Si
n inm
gustan? –Se apresuró a sacar hipótesis. Y eso es lo que real
o se me dio con ningu
ás. Está claro que no tienes nada
ado por la cabeza al estar con Santiago. Tampoco sé si me gustan las chicas porque nunca
s considerado contarl
algo muy difícil de lograr. Porque de alguna u otra forma, papá sie
i esto no fuera lo suficientemente raro, en toda mi adolescencia nunca había estado con ninguna chica en ninguna de to
e sea, algún día se lo t
uí y luego hice un cam
vó. Nadie es
an y nadie estuv
yudaran pero
ro nadie
note como me sentía
asti
irie
orta
uema
é? ¿Por
sola acción. Tenía que alcanzarla. Porque sabía que la quería, que ella era todo lo que quería. Es curioso, toda mi vida