Desperté en un cuarto blanco. La luz del día traspasaba por los cristales de las ventanas que había a unos cuantos metros de donde yo estaba. Estaba recostada sobre una cama. Una camilla. Cubierta con una sábana azul muy claro. Quise mover mis piernas pero al intentarlo una en específico resultó pesarme que siquiera pude moverla del todo. Me dolió, gruñí arrepintiéndome al instante.
—Hey, no te muevas —escuché esa voz y al girar mi rostro vi a Nathaniel levantándose de un sofá que había en la esquina de aquella habitación. Caminó hasta donde yo estaba—. ¿Cómo te sientes?
Le miré por unos segundos, pestañeando y asegurándome de que fuera real lo que estaba pasando. Volví a mirar al frente, las ventanas, mis piernas y después de nuevo a Nate.
—Me duele la pierna —dije sin pensar.
Hizo una mueca y se acercó cruzándose de brazos.
—No intentes moverla, no tendrás que hacerlo en mucho tiempo —dijo apoyando una de sus manos en el respaldo de la camilla.
—¿Por qué? —pregunté mirándole con el ceño fruncido.
Me miró por unos segundos, apretó los labios como si quisiese darme tiempo a prepararme por lo que iba a decir.
—Probablemente no te vaya a gustar lo que voy a decir —dijo antes y después soltó un suspiro—. Te has roto la pierna derecha y tendrás que usar un yeso hasta que mejore.
—¡¿Qué?! —casi grité sin creerlo y de inmediato traté de incorporarme.
—Hey, quédate así —me dijo pero no le hice caso.
—¿Me he roto la pierna? —pregunté incorporándome con la ayuda de mis brazos pero luego sentí los de Nate ayudarme acomodando las almohadas detrás de mí.
Me deshice de las mantas descubriendo mi cuerpo. En efecto. Mi pierna derecha estaba cubierta por un yeso. Casi grito horrorizada. Llevaba una bata de hospital que me cubría hasta los muslos y en las piernas pequeños y leves moretones que para mañana seguro se verían terribles.
Pero en ese momento un pequeño flashback vino a mi mente. Justo el momento en el que grité en el auto antes de que perdiera la conciencia.
—Thiago —dije mirando mi pierna y después a Nate—. ¿Dónde está? ¿Está bien? —pregunté acelerada.
Se quedó callado. Me miró serio relamiendo sus labios y después mirando a otra parte por unos segundos. Pareció estar pensando con detenimiento las palabras exactas que iban a salir de su boca. Esos gestos me hicieron ponerme nerviosa y tratar de no pensar en lo peor.
—Está estable —dijo mirándome mientas notaba como tensaba la mandíbula haciendo más notoria aquella línea fina.
—Estás mintiendo —dije de inmediato.
Su silencio casi me hace entrar en pánico. Sus ojos me decían todo lo que me daba miedo que saliera de su boca.
—Quiero verlo —dije tratando de salir de la camilla.
—Estás loca, no puedes moverte —dijo deteniéndome, haciendo que volviera a la antigua posición en la camilla.
—Necesito verlo —dije casi al borde del colapso.
—Valet, escúchame —tomó mi rostro entre sus grandes manos haciendo que lo mirara—. Tuviste un accidente, te has roto la pierna porque saliste disparada del auto por no traer el maldito cinturón y por un momento pensaron que tenías hemorragia interna en la cabeza. Necesitas quedarte aquí y reposar todo lo que los doctores consideren hasta estar seguros de que no tienes nada más grave por lo que preocuparse. Thiago está en observación, ha perdido mucha sangre porque cuando el auto se volteó él estuvo dentro, pero están haciendo todo lo que pueden para que mejore. No me han dicho más porque no soy ni cercano ni familiar de él pero si te quedas aquí quieta te prometo que iré a investigar cómo está.
Probablemente las últimas palabras de él eran la únicas en las que no debí de haberme enfocado del tanto. Casi me echo a llorar cuando empezó a decir todo lo de Thiago, pero aquello último me hizo preguntarme, ¿qué había dicho para que le dejaran estar conmigo en esa habitación?
—Tú no eres familiar mío —dije mirándole atenta en espera de sus palabras.
De pronto sonrió, y mis manos quisieron subir a su rostro para tocarle los hoyuelos que se formaban en sus mejillas. Me encantaban.
—Pero eres mi chica —repuso y sentí mi corazón hincharse.
Oh Dios, acababa de decir que soy su chica. Nathaniel acababa de decir que era su chica. No sé si mi cara le había dicho lo que pensaba al respecto de eso porque sonrió y acercó su rostro al mío, lo suficiente para rozar su nariz con la mía y apenas nuestros labios.
—¿O no lo eres? Porque puedo ir a decirles que no, aunque la verdad sería una gran pena —alzó ambas de sus cejas mirándome y sonreí negando.
—Dejemos que se queden con esa idea entonces —le seguí el juego sintiendo como desplazaba una de sus manos a mi mentón tomándome de este.
Me acerqué lo suficiente para terminar con esa pequeña y diminuta distancia que había entre nuestras bocas. Pero antes de que pudiese terminarla este se alejó. Se cruzó de brazos y suspiró.
En mi cabaza lo maldije.
—Me has metido un gran susto —dijo serio de nuevo mirándome con los ojos ligeramente entrecerrados.
En sus ojos vi las preocupación y miedo, eso hizo que mi corazón se hiciera pequeño porque verlo así de alguna manera me hizo querer llorar.
—Es parte de mi persona —dije encogiéndome de hombros tratando de bromear un poco pero a este no le hizo gracia.
—Debería de regañarte por no haber traído el cinturón puesto porque en circunstancias aquello hace mucho peor las consecuencias del accidente, más cuando sales disparada del auto. En tu caso pareció favorecerte —siguió mirándome serio poco a poco frunciendo el ceño—. Es un milagro que lo único que te haya pasado sea tener una pierna rota y unos cuantos golpes con marcas pero que seguro se te quitaran pronto.
—Siempre lo llevo puesto, tú eres testigo de eso. Ponérmelo es lo primero que hago cada que subo a un auto —le dije mirándolo mientras apretaba la boca.
—¿Por qué no lo traías puesto esta vez? —preguntó ladeando la cabeza.
—Había tráfico, quise asomarme por la ventanilla para ver cuál era la razón por la que nos habíamos quedado atascados —me encogí de hombros haciendo una leve mueca—. El otro auto. Los otros dos autos, ¿hubo más heridos? —pregunté preocupada después recordando que las personas dentro de esos autos también pudieron haber sufrido algún tipo de lesión.
—Ambos se dieron a la fuga —de pronto se puso serio con el ceño ligeramente fruncido.
Últimamente ese gesto era bastante habitual en él que comenzaba a pensar que era parte de su personalidad igual.
—¿Cómo? —dije sin comprender—. ¿Se fueron? ¿No salieron heridos? —pregunté confundida y este negó.
—Al menos eso dijeron los oficiales y los que estuvieron alrededor —aclaró su garganta—. ¿Tienes hambre? —cambió repentinamente de tema, parecía que aquel tema le había molestado.
—Tengo sed —contesté mientras se acercaba a mí y me volvía a cubrir con las sábanas.
—Iré por agua y traeré comida porque necesitas comer —dijo mirándome mientras acomodaba la sábana a la altura de mi cintura, pues seguía sentada.
—Pero… —empecé a protestar, pero su boca se estampó en la mía, besándome.
Gracias al cielo que lo hizo, como deseaba que lo hiciera. Sentí su mano colarse entre mis cabellos justo en mi nuca haciendo del beso un poco más intenso, casi le agradezco en voz alta por ello. Le acaricié las mejillas sintiendo como sonreía en medio del beso y aquello me hizo sonreír igual.
Se separó lentamente, quedándose a centímetros de mi rostro mirándome la boca y después subiendo su mirada a mis ojos. Me sonrió.
—Ya vengo —dijo sonriendo después relamiendo sus labios al separarse para ir hasta la puerta y salir de ahí.
Me quedé embobada mirando la puerta con una estúpida sonrisa que seguro no podría borrar en horas.
Cuando Nathaniel volvió con el agua y la comida, mi estomago comenzó a rugir. Me había traído fruta y unos panqueques. Supe que no era del hospital cuando vi la bolsa en que traía todo, al parecer había ido a algún lugar cerca a comprarlo. Le agradecí pues la comida del hospital no solía ser la más deliciosa.
Buscó toda información posible que pudiese darme de Thiago. Estaba estable, pero en observación. El quedarse dentro del auto mientras este se había volteado le había lastimado bastante. Los cristales se rompieron y uno de estos se le clavó en la parte del abdomen, cosa por la cual había perdido bastante sangre, más considerando que estuvo de cabeza todo el tiempo que tardaron en sacarlo pues el auto había quedado muy mal.
Al parecer Olivia estaba ahí, mientras los padres de Thiago estaban en la habitación con él, pues Nate mencionó que en la sala de espera había una chica rubia de rizos que en cuanto escuchó a Nathaniel preguntar por Thiago Carman esta se levantó de inmediato en espera de escuchar todo lo que el doctor le dijo, pero no pudo decirle mucha información a Nate.
Los padres de Thiago habían venido a verme cuando supieron que yo iba junto a su hijo en el accidente. Vinieron a verme preocupados pero aliviados de que estuviese mejor de lo que podría haber salido de ese accidente considerando que no tenía el cinturón puesto. Me dijeron que cualquier cosa no dudara en llamarles, sabían que mis padres estaban en California y en cierta forma me apreciaban desde el momento en que los conocí meses atrás. Eran unas excelentes personas, al igual que su hijo. Les dije que por favor me tuvieran informada de cualquier cosa sobre Thiago, cosa que ellos me dijeron que harían en cuanto despertara pues aún no lo hacía.
Nathaniel me contó que había tenido que comunicarse con mis padres. Los médicos y oficiales le dijeron que tenía que hacerlo. Ellos se habían preocupado bastante y en cuanto Nate me había dicho de ellos no dudé en llamarles. Querían venir, insistían en hacerlo, pero no creí que fuera necesario, gracias al cielo solamente tenía una pierna rota de la cual podría ocuparme bien.
Casi después de la breve llamada que hice con mi madre en donde por fin la convencí de que no era necesario que viniera, miré a Nathaniel que me miraba divertido sentado en el sofá con un café en la mano.