Suelto un suspiro cansada y retomo la marcha a la mesa 3. Llevo en mi mano la charola con un par de desayunos completos. Los entrego con amabilidad y regreso a la cocina en busca de otro pedido de comida, así paso toda la mañana, rodeada de gente, llevando comida de aquí para allá. Al final de mi turno no siento los pies, pero no puedo descansar, ya que voy corriendo hasta la clínica del Doctor Silver donde trabajo de intendente de dos de la tarde a ocho de la noche. Termino muerta.
Antes de irme a mi tercer trabajo, me cambio en el baño de la clínica, me pongo ropa un poco más ajustada y peino mi cabello soltandolo sobre mis hombros. Uso un poco de maquillaje, donde voy lo necesito.
—¡Nos vemos mañana Doctor Silver! —Me despido tomando el sobre de mi paga.
—¡Nos vemos Cat! —Escucho antes de salir.
Ocho y media de la noche, me encuentro en el centro nocturno MUNBAI, donde sirvo tragos. El ambiente se encuentra tranquilo por el horario, pero no tarda en llenarse de gente.
Saco de mi mochila los dos sobres de las pagas del día. Hago unas cuentas. Aún con el dinero de esta noche no podré completar para el alquiler del mes, y menos para el medicamento que le han recetado a mi mamá para su enfermedad del corazón. Por más que me esfuerce, el dinero no me alcanza para nada, los tratamientos para el corazón son cada vez más caros y los medicamentos, ni se diga, eso sin contar el alquiler del mes, los préstamos que debo, los servicios de la casa y comidas. De seguir así tendré que buscar otro trabajo. Resoplo cansada.
—Cat, sírveme un Mai Tai plis. —Jessica me pide al sentárse en unos de los bancos de la barra.
Se nota alegre mientras pone sobre el mármol su cartera Channel. Sus labios rojos combinan muy bien con el vestido negro que no puedo ver por completo, pero que puedo jurara que es corto y acentúa su figura.
—Hola Jessica. ¿Que te trae por aquí?
—Guardo los sobres de nuevo en mi mochila y la dejo de bajo de la barra. Empiezo a llenar una copa con hielos para verter el Ron oscuro, licor de cassis y jugo de piña
—Ya sabes corazón, negocios. —Arqueo una ceja, curiosa y le entrego su bebida. La toma con una sonrisa bebiendo de ella por el sorbete y hace un gesto encantada. Si Jessica es conocida en este lugar, es por lo mucho que "Trabaja"
Poco después un sujeto con fino traje, joyería escandalosa y sobre peso se sienta junto a ella, por sus rasgos marcados y la notoria calvicie, puedo decir segura que tiene unos cincuenta años o más. Observo como el sujeto saluda a Jessica de beso en la mejilla y la abrasa como si fueran más que solo conocidos, mientras limpio los vasos y copas junto a la barra. No es que sea chismosa pero no tengo nada más que hacer por el momento... Además de que la curiosidad es mi debilidad. Los ojos de Jessica brillan cuando lo ve y algo me dice que no es precisamente por que el señor sea un galán.
—Buenas noches Señor Smith. —Le sonríe socarrona, haciendo que él niegue con la cabeza.
—Llámame Arthur, por favor. Me haces sentir viejo. —Me río por lo bajo, pues viejo ya es—. ¡Ey chica!... Puedes darme un coñac triple seco.
Casi me caigo para atrás al pensar que ha escuchado como me he burlado de él. Gracias a Dios no es así. Rápidamente sacó el vaso con hielos y el coñac.
—Aquí están las fotos de las chicas. —Jessica le entrega un fólder color negro con engargolado.
—Aquí tiene. —Le extiendo el vaso por la barra, el me mira curioso y hasta coqueto cuando toma la copa rozando mis dedos, me hace sentir extraña, aunque ya esté acostumbrada a tipos como él.
Baja la mirada después de eso para abrir el fólder. Me quedo parada en mi lugar, donde puedo apreciar a simple vista las fotos de mujeres jóvenes con atuendos muy provocativos.
Conozco el negocio que maneja Jessica y por que tiene tantas cosas costosas y un auto de ensueño. Todos lo saben aquí, solo que nunca la había visto trabajar de cerca. Cuando cumplí veinte años, mi mamá me pidió que jamás me acercara a ella, nunca me dijo la razón, pero años después lo supe por simple coincidencia. Jessica es la proxeneta más cotizada de la zona y puedo asegurar, que de la ciudad entera. Tiene a su disposición a cientos de mujeres hermosas que se venden por dinero, en Nueva York son más conocidas como prepagos. Sus clientes más frecuentes son los políticos, empresarios y mafiosos, todos buscando solo una cosa, alguien que satisfaga hasta su más asqueroso deseo sexual. Joder de solo pensarlo se me eriza la piel... ¿Como pueden ser capases de vender su cuerpo sin una pizca de vergüenza o remordimiento? ¿Como pueden acostarse con personas así, como el señor Smith? Señores que les doblan la edad y los kilos.
—¡Esta niña está muy hermosa! —dijo Smith tocando con sus regordetas y arrugadas manos la foto de una chica que parecía de mi edad.
—Es Samanta, una niña encantadora y muy complaciente. —Sonríe coqueta y toma otro sorbo a su bebida.
—La quiero... Pero también me interesa esta. —Ahora mira la foto de otra chica, es igual de hermosa que la anterior, su cuerpo es más curbilineo y es de tez morena.
—Ella es Karen, una chica muy cautivadora y poco usada. Es de las nuevas que acaban de llegar del caribe. —Se alisa coqueta su cabello largo.
¿Tendría algo de raro si digo que me está dando asco su conversación?