Miro hacia la esquina donde está la cámara, preguntándome si alguien puede escuchar nuestra conversación, la propuesta que me acaban de hacer. Un rubor sube por mi cuello, calentándome por las razones equivocadas.
-¿Eso te avergüenza?- Pregunta, levantándose también, haciéndome mirarlo. -¿Que alguien podría haberme oído decir que pagaré para follarte?-
Oh Dios. Vuelvo a apartar la mirada, necesitando ocultar la verdad que podría haber en mis ojos. La lujuria que encontraría allí si lo mirara por mucho tiempo. Porque no me avergüenza que alguien lo haya escuchado. Estoy excitado. Puedo sentir la humedad cubriendo mis bragas en este punto. Por la forma en que me mira, sus palabras, su voz. Entonces hago la cosa más tonta posible. Comprueba si está tan excitado como yo. Y joder si sus pantalones no están acampanados... mucho.
-Dios, ¿por qué no nos han sacado de aquí todavía?- Gimo.
-Elegirías el hotel. Sólo dime cuál y reservaré una habitación. Nos encontramos, follamos y nos vamos. Sencillo-.
-¿Qué tiene de simple todo lo que acabas de decir?-
-¿Aceptas?- pregunta en lugar de responder a mi pregunta.
-No puedo. Si te follo por dinero, eso me convertiría en una prostituta, ¿no?-
-Te convertiría en una mujer lo suficientemente desesperada como para hacer cualquier cosa por el dinero que te ofrezco-.
-Esto es una locura. No sé nada sobre ti. ¿Cómo sé que realmente me pagarás?-
¿Por qué pregunto esto? ¿Por qué estoy considerando esto?
-Te pagaré por adelantado, durante los tres meses completos, la primera vez que nos veamos-.
Mi boca se abre en estado de shock por un momento. Trescientos mil dólares por adelantado. Puedo pagar la cirugía de Kamila, sus facturas del hospital, conseguirnos un apartamento mejor para que ella regrese a casa, salir de ese maldito restaurante. Y lo más importante, incluirla en la lista de trasplantes. Pero aún así, esto es una locura, una locura, una locura.
-Todo esto suena ridículo. ¿Cómo sé--
Mis palabras se cortan cuando él cruza abruptamente el ascensor, acercándose tanto que me presiono contra la barandilla para poner algo de distancia entre nosotros. Pero ni siquiera eso lo permitirá y se acercará un paso más.
-¿Cómo sabes que no soy la respuesta a todos tus problemas?- pregunta en voz baja. -Especialmente el problema que te palpita entre los muslos en este momento-.
No puedo respirar, no con él tan cerca, no con el más mínimo indicio de su dureza contra mi muslo, no con la necesidad corriendo a través de mí como nunca antes. Su altura hace que mis ojos estén al nivel de su pecho, permitiéndome sólo mirar el indicio de piel visible a través de los dos botones que quedaron desabrochados en su cuello. ¿Cómo es posible que un pedacito de piel así me excite tanto? Luego mis ojos se mueven hacia arriba, mi cabeza se inclina hacia atrás hasta que puedo mirar sus labios, curvando las comisuras nuevamente de la manera más seductora. Es como si me rogaran que los besara, obligándome a imaginar cómo se sentirían en mi cuerpo.
Me digo a mí mismo que debo apartar la mirada de ellos y, en cambio, mirarlo a los ojos. Sólo que, cuando lo hago, encuentro que sus ojos están en mis labios, quieren claridad en ellos, como si se muriera por besarme. No, para devorarme. Y quiero que lo haga. Dios, quiero que lo haga. Entonces, ¿por qué parece tan absurdo pasar todos los sábados dejándolo hacer precisamente eso?
Porque es un extraño. Porque podía hacerme cualquier cosa en esa habitación de hotel, ¿y quién se daría cuenta? Porque este es el tipo de cosas que suceden en las películas, no en la vida real. En el mío ciertamente no.
-Yo... yo...- balbuceo, tratando de decirle que no, pero sin encontrar las palabras.