El sol se alzaba lentamente sobre las montañas, tiñendo de naranja las cumbres y arrojando una luz suave sobre el centro de rehabilitación. Ethan Bennett observaba el paisaje a través de la ventana del automóvil, su rostro impasible mientras el coche avanzaba lentamente por el camino empedrado. Las fachadas rústicas de las casas del pueblo se deslizaban en su campo de visión, pero nada en aquel escenario le parecía atractivo. **¿Qué hacía él aquí?**
A sus 34 años, Ethan lo tenía todo. Era el CEO de Bennett Enterprises, una de las compañías más poderosas del país. Su vida estaba regida por una rutina inquebrantable: reuniones, negociaciones, viajes de negocios. No había espacio para el descanso, la tranquilidad o, mucho menos, para la vulnerabilidad. Y, sin embargo, ahí estaba, atrapado en este lugar apartado del bullicio de la ciudad. Un accidente de tráfico lo había llevado a la sala de urgencias, y ahora, obligado por sus médicos y, peor aún, por su madre, se encontraba en un centro de rehabilitación aislado, con la esperanza de que su cuerpo y su mente pudieran sanar.
A Ethan le molestaba estar allí. **¿Cómo podía perder tiempo en un lugar como este?** La fisioterapia sería solo un trámite, pensaba. En cuanto se sintiera mejor, volvería al trabajo. Había sido un hombre fuerte y exitoso toda su vida, y no pensaba dejar que un par de semanas en un centro rural lo cambiaran.
El coche se detuvo frente a una elegante construcción de piedra, antigua, pero bien cuidada. El edificio estaba rodeado de jardines bien arreglados, y el aire fresco de las montañas le dio la bienvenida al llegar. Su mirada recorrió el lugar con desaprobación. **Esto no era un hotel de lujo. Esto era un centro de rehabilitación.**
Cuando bajó del coche, la pierna derecha le dolió más de lo que esperaba. Aún arrastraba una cojera sutil debido al accidente, pero su orgullo no le permitiría mostrar debilidad. Caminó con paso firme, pero sus músculos tensos y doloridos le recordaban que no podía seguir ignorando su condición. **Esto sería más difícil de lo que había pensado.**
Al entrar, fue recibido por una enfermera de cabello recogido, de mirada amable pero distante. La mujer le entregó una carpeta con información básica y lo acompañó hasta la recepción.
-Señor Bennett, le asignaremos un fisioterapeuta que estará a cargo de su recuperación. La señorita Hayes es muy buena en lo que hace -dijo la enfermera, con una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora, pero a la que Ethan apenas prestó atención.
-Perfecto -respondió él, tomando la carpeta con indiferencia. Su mente ya estaba lejos de allí. Se veía a sí mismo de vuelta en la ciudad en poco tiempo, manejando los asuntos de la empresa con la misma rapidez y eficiencia con la que siempre lo había hecho.
-La señorita Hayes estará esperándolo en su habitación -añadió la enfermera, mientras señalaba el pasillo.
El centro estaba rodeado de naturaleza, en un entorno alejado de todo lo que Ethan conocía: edificios altos, coches, la vida urbana. Todo aquí parecía ir al ritmo del viento y el murmullo de los árboles. Mientras caminaba por el pasillo del centro, las paredes de piedra y los cuadros de paisajes en las paredes le daban una sensación de calma que no estaba dispuesto a aceptar. **No necesitaba paz. Necesitaba recuperar su vida.**
Cuando llegó a su habitación, la puerta se cerró tras él con un suave crujido. Miró alrededor: una habitación sencilla, con una cama de tamaño queen, una pequeña mesa de noche y una ventana que dejaba entrar la luz del sol de la mañana. No era su suite de lujo, pero al menos el lugar era limpio y ordenado.
Se sentó en la cama, quitándose los zapatos cuidadosamente, y dejó caer su cuerpo contra el respaldo. Sus pensamientos giraban en torno a su empresa, a las decisiones que debía tomar para no perder el control de todo lo que había logrado. **Esto solo sería un paréntesis temporal.**
A lo lejos, escuchó el ruido de los pasos acercándose. Sabía que su fisioterapeuta había llegado. **¿Cómo sería ella?** Pensó que, quizás, sería otra mujer mayor, con cara de compasiva, que no tendría más que palabras vacías para ofrecerle. Pero cuando la puerta se abrió, lo que encontró fue algo completamente diferente.