Una esposa para mi hermano
Yo soy tuya y tú eres mío
El camino a reparar tu corázon
Vuelve conmigo, amor mío
El regreso de la heredera adorada
La segunda oportunidad en el amor
Tener hijo con mi mejor amigo
Enamorarme de ella después del divorcio
El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
¿Quién se atreve a cortejar a mi reina encantadora?
"Bueno... Ya que rechazaste la anestesia, te advierto que será muy doloroso", le dijo el médico a Julie Lin mientras la miraba a través de su mascarilla.
Acostada en la fría camilla, Julie apoyó las piernas sobre los estribos y levantó la mano para tocarse el vientre. Luego dijo: "No me importa si me va a doler. Solo quiero saber si el bebé en mi barriga también sentirá el dolor".
Al ver la expresión de preocupación en el rostro de Julie, el doctor no pudo evitar sacudir la cabeza con recriminación. "¿Estás arrepentida ahora? ¿Por qué no te protegiste en ese momento? En estas situaciones, los hombres la tienen muy fácil. Ellos pueden hacer lo que quieran porque no tienen que sufrir las consecuencias. En cambio, tú como mujer, ¿no lo tuviste en cuenta? Ahora mírate, estás embarazada y quieres un aborto. ¿Eres consciente de que esto es perjudicial para tu salud?", le reprochó el médico.
Julie se sintió juzgada, quería decir que ella no era una mujer promiscua y que el bebé que estaba en su vientre era de su legítimo esposo, pero se mordió la lengua y sonrió amargamente. ¿Qué sentido tenía dar explicaciones ahora? Desde aquella fatídica noche, habían transcurrido tres meses en los que, su supuesto esposo, James Leng, no le había dado la cara. Luego de eso, él ni siquiera respondió sus llamadas.
James seguro estaba arrepentido de tener sexo con ella nuevamente después de emborracharse esa noche.
Cuando el doctor miró a Julie nuevamente, sintió que ella quería decirle algo pero se detuvo. Después, le preguntó indiferente: "¿Qué sucede?".
Julie se tocó la barriga de nuevo. Antes de la operación, había sentido un dolor agudo en el vientre, como si su bebé estuviera luchando por sobrevivir.
Ella respiró profundamente para tranquilizarse y miró al médico. "¿Dónde está mi teléfono? ¿Puedo intentar una llamada una vez más?", preguntó.
La verdad, Julie quería darse a sí misma y a su bebé una última oportunidad.
"Ya estás preparada para la operación. ¿Qué más necesitas hacer ahora?", preguntó el doctor con impaciencia.
Julie trató de sentarse y le suplicó al doctor con voz suave: "Por favor...".
El médico resopló con fastidio y le dijo a la enfermera: "Trae su teléfono".
Julie marcó de inmediato el número de James. La llamada repicaba largamente y siguió repicando durante un buen tiempo. Cuando la joven estaba a punto de colgar y perder su última esperanza, la llamada se conectó de repente.
"¿Qué sucede ahora?", preguntó James con evidente molestia.
Julie, en un par de minutos, intentó explicar apresuradamente lo que sucedía: "James, después de esa noche, yo...".
Pero antes de que pudiera terminar su oración, James la interrumpió sin educación: "¡No me vengas ahora con la historia de que estás embarazada! ¡Julie, eres una mujer manipuladora! La primera vez que te acostaste conmigo, inmediatamente filtraste esa información a los medios y causaste un gran escándalo. A raíz de eso, me vi obligado a casarme contigo. Y después de que tuviéramos sexo por segunda vez, ¿quedaste embarazada? ¡Mira qué casualidad! Escúchame bien, incluso si fuera verdad que llevas un hijo mío en tu vientre, jamás lo aceptaré. No permitiré que una mujer manipuladora como tú dé a luz a mi hijo. Deberías estar contenta por el hecho de que te convertiste en una señora Leng. No deberías ni siquiera...".
Julie solo pudo cerrar los ojos y colgar el teléfono. Ella ya se esperaba esa respuesta de él, pero quería hacer un último intento y luchar por su hijo. Sonriendo con ironía, Julie volvió a acariciarse el vientre.
Este bebé fue tan desafortunado como ella. Antes de llegar a este mundo, su hijo ya era odiado por su padre biológico. Con más razón, ¿por qué debería dar a luz a ese bebé que ya tenía garantizado el mismo futuro miserable que el de ella? Ya era una verdadera desgracia que, estando apenas en el útero, el corazón de ese bebé latía sin el amor ni la aceptación de su padre. De seguro ese pequeño tendría un destino fatal.
De repente, el teléfono de Julie sonaba sin cesar: era James. Ella podía imaginar lo molesto que debía estar luego de que le colgara mientras él todavía estaba hablándole. ¡Nadie se atrevió jamás a colgarle el teléfono al gran James Leng!
Sin embargo, a Julie ya no le importaba lo que él pensara. Apagó su teléfono sin alterarse, se recostó en la camilla y le dijo al médico con firmeza: "Ya puede comenzar".