Futuro.
Todo parece no tener sentido para ella pero en el fondo de su corazón sabe que ha descubierto la verdad.
—Mami, mami...
Milan toma la manga del suéter de su progenitora, preocupado. Es solo un niño, pero siente lo mucho que está sufriendo su madre.
—Milan, cariño —le dice, y acaricia sus cachetes un breve momento—, ¿puedes decirle a Cecilia que te compre un helado?
—No quiero...
—Hijo, por favor, hazlo por mami ¿sí?
En el momento en que el pequeño Milan se retira de la oficina con un puchero en su boca, Evangeline se echa a llorar quizás como nunca antes lo ha hecho en su vida.
Le duele el pecho, le duele todo lo que ha dado por ellos. Fue tan ingenua.
—Señorita Barris, ¿qué es lo que sucede? —le pregunta la directora de la escuela.
Evangeline da otra vista al papel en sus manos, y justo allí siente que todo dentro de ella está a punto de derrumbarse.
—No ocurre nada, señora Hopes. He estado muy sensible.
La directora sabe que algo sucede, pero prefiere mantenerse al margen por todos los rumores que se han escuchado acerca de esa familia.
—¿Quiere que llame a la familia Keller para que vengan por usted?
—¡No! —exclama sobresaltada.
Recuerda cada caricia, cada beso compartido, cada promesa de amor y también todas las sensaciones que juntos han inventado los últimos años.
Le duele tanto.
—¿Señorita...?
Sus manos tiemblan, se siente desorientada, pero su corazón le grita hacer algo, por ella, y por sus hijos.
Antes de que la directora se pueda levantar, la castaña toma su cartera para guardar la copia de aquél papel que le revela la verdad, acomoda su suéter y con los labios temblorosos, le dice:
—Gracias por todo lo que ha hecho, pero Milan necesita unas vacaciones.
Y sin decir más apresura su paso, encontrándose con su pequeño hijo quien regresa tomado de la mano por su niñera.
—Mami, no hay helado... ¡pero mira! ¡Tengo una gomita de Oso!
—Sí, cielo, creo que... deberíamos irnos. —Eva, temblorosa, carga a su hijo en brazos dirigiéndose hacia la salida del instituto—. Oh, Cecilia —Ambas se detienen—… Por favor, olvidé decirle a la directora Hopes que nos gustaría saber la dirección de ese niño, ¿podrías...?
—Sí señora, esperen por mí.
En cuanto Cecilia da media vuelta, Eva corre hacia el automóvil, poniendo a Milan en la parte trasera con su cinturón de seguridad para ella comenzar a conducir.
—Jacky —susurra hacia el teléfono—. Atiende por favor...
—¿Mami?
—¡Jacky por favor! —le dice lloriqueando, asustada—. Milan, bebé, no te preocupes, solo quiero hablar con tío Jacky.
Mientras conduce fuera de la ciudad, además de sentir que alguien la persigue, no deja de pensar en lo fácil que fue ser manipulada por ellos.
—¿Eva?
—¡Tío Jacky!