Mi nombre es Sabrina, entre muchas cosas que soy, soy adicta a las relaciones intimas. Podría decirles que la vida me llevó a esto, también podría decirles que me vi forzada porque tenía necesidades económicas, podría decirles un montón de cosas —las cuales son ciertas— sin embargo, ahora que llevo un tiempo en esto he descubierto que me encanta esta vida.
Claro que me siento como una de las protagonistas de novelas misteriosas, de esas damas misteriosas que llevan dos vidas en una. Porque en casa nadie sabe lo que hago, jamás podría decir lo que hago pero eso mismo, ese secretismo me obliga a esconder el dinero que gano.
Para poder contribuir, digo que de repente consigo un pequeño trabajo haciendo una cosa u otra y luego, poco a poco meto a casa poquito dinero para contribuir a la economía del hogar.
Pero debo ser cuidadosa porque si en casa supiesen a lo que me dedico, podrían sentirse muy descorazonados porque esta profesión me ha enseñado que las personas que critican a los que tenemos esta profesión son simple y sencillamente mojigatos porque el sexo es una cosa deliciosa y si además se puede obtener dinero por ello qué mejor que eso.
por eso también tengo certeza de que si supieran sobre la cantidad de dinero que tengo en las cuentas del banco se irían de espaldas.
Una vez leí en un libro, que muchas veces podemos estar en un lugar con mucha gente alrededor pero aun así sentirnos realmente solos. Y es realmente difícil no dejar que esas emociones me afecten porque aunque quisiera dejar de hacer lo que hago, entré en este mundo sabiendo a lo que venía.
Y aunque suene insólito, las personas con las que estoy cada noche me hacen sentir que durante ese breve instante en que estamos juntos, soy su mundo entero y quizás más que el dinero en sí, me gusta esa sensación de sentir que soy el mundo entero de alguien.
No sé si es el síndrome del niño abandonado, no sé si el sentir que mis padres me botaron como basura es lo que me tiene anhelando muestras de afecto aunque sean falsas.
Y casi siempre prefiero hombres muy mayores, no me importa cómo se ven, aunque como mis servicios son caros, los que vienen a mi son hombres guapos, que se mantienen en buena forma, que visten bien.
Uno de ellos, me ha pedido de forma exclusiva y quiere hasta casarse conmigo. No negaré que me vi realmente tentada, pero las mujeres como yo no podemos realmente anhelar ser esposas, esos puestos son para mujeres con cierto decoro.
No es que no pueda casarme, pero mi esposo viviría siempre pensando que sigo en esa vida, es lo lógico. Y además, no quería atarme a nadie. Por eso es quien más me paga y sabe que estoy siempre a su disposición.
Su nombre es Hugo, un multimillonario originario de España quien está en Colombia por un asunto de negocios. Envía autos por mí a las afueras de la ciudad y me reúno con él en su oficina.
Con Hugo no es sexo, de alguna manera es como si hiciéramos el amor, es dulce, amable y me quiere a la buena. Pero no soy quien debe estar con él y tras nuestro último encuentro, nos hemos dicho adiós.
En mi cuenta bancaria, una que oculto de mi jefe y del mundo, tengo una parte del dinero que gano, y Hugo ha añadido casi cien mil dólares.
—Para que puedas huir.
—No puedo aceptarlo.
—No tengo hijos, ya eres mi beneficiaria en caso de que muera.
—Acepto los cien mil pero no el resto. Busca alguna organización de beneficencia, y déjales el dinero.
—Te amo, lo sabes Sabrina.
—Lo sé. Por eso no debemos vernos más.
Lloro de camino a casa, lloro porque ese es un buen hombre, pero debo recomponerme, no puedo ser malagradecida con mi historia de vida. Sin embargo eso no quiere decir que la vida me resulte fácil y aunque me avergüence aceptarlo muchas veces he pensado en quitarme la vida.
¿Por qué? por qué toda la gente que está a mi alrededor independientemente de si son felices o no parecen de cierta forma, tener un rumbo en sus vidas, saben quiénes son, qué es lo que quieren en cambio yo, no sé quién soy, no sé de dónde vengo, no sé sobre las condiciones en las que acabé viviendo con mi tía, y todo tipo de situaciones me llevan a preguntarme ¿por qué estoy aquí? ¿porque estoy viva? ¿para que estoy aquí? ¿y para que estoy viva?
Hay una frase que me encanta que dice lo siguiente:
Cuando la vida te da limones hay que hacer limonada.
Esa es una de mis frases favoritas, mi mantra. y los mantras son algo positivo y poderoso, porque muchas veces uno puede sentir que la vida va muy cuesta arriba, pero esas pequeñas frases motivacionales nos hacen sentir, que quizás tenemos algo en común con la persona que la escribió, o que muchas otras personas que la leen se sentirán identificados lo que nos hace afines.
Por decirlo de alguna manera.
Sé lo que dije antes, eso de que me gustaría a veces quitarme la vida pero a pesar de eso considero que soy positiva, en especial tras el desastre que tengo tras de mí, a ese que llaman vida. Porque de lo contrario no estaría viva.
Sí me he cortado en algunas ocasiones, pero siempre en lugares poco visibles, los muslos entre mis piernas son mi sitio favorito porque nadie lo ve, y para mis clientes es una muestra de que quizás me gusta un poco salvaje aunque siempre les digo que eso fue en una vida pasada, y que en estos momentos ya no me gusta hacer ese tipo de cosas.
Les miento, les digo que uno de mis clientes casi me mata, pero la verdad es que les doy un servicio tan bueno que ni siquiera piensan en subir de nivel. De momento no he tenido sádicos entre mis clientes y lo agradezco, mucho tiene que ver que quien me consigue los clientes sabe qué es lo que quiero.