Era un día domingo cuando un hombre apuesto a sus 30 años se le acercó en la acera y la llamó hija, tenía tan solo 7 años de edad, había estado muy contenta al ver que su madre finalmente vestía una ropa bonita y se maquillaba como las demás mujeres, irían a la panadería a comprar sus cupcakes favoritos, le prometió, a ella le encantaban los dulces, pero más aún amada hornearlos con su madre los días sábados por la noche, era un ritual que tenían desde que ella podía recordar.
Era una niña lista y a su edad ya sabía que ese hombre no podría ser su padre, la vida que llevaban con su madre era muy humilde y no podrían pagar un vestuario tan caro como el que llevaba ese hombre, él había dicho "mi hija" señalando con el dedo como si ella fuese un objeto. Rossalyn al sentir miedo buscó refugio detrás de las faldas de su madre, no quería escuchar la conversación, porque sabía que era de mala educación, y ella siempre era una buena niña, pero tenía mucha curiosidad porque su madre discutía y estaba muy molesta, el hombre a quién jamás llamaría "padre" intentaba deshacerse de ambas dándoles un fajo de billetes
- No quiero tu maldito dinero, decía ella
- Se acabó, tómalo, lo necesitarás
- No necesito nada de ti, ya dejaste claro que no te importamos
- Sabías que lo nuestro no iba a durar, no es mi culpa que quisieras conservarla — dijo señalando a la niña.
- No te atrevas, no en frente de ella
- Te dije que no la quería, ¿si no querías mi dinero para qué me llamaste?
- Estoy preocupada por su futuro
- Ella no es mi responsabilidad ¿recuerdas?