Novia del Señor Millonario
Cariño, déjalo y ven conmigo
El regreso de la esposa no deseada
Yo soy tuya y tú eres mío
Tesoro de CEO
Mimada por el despiadado jefe clandestino
La segunda oportunidad en el amor
La venganza de la heredera genio oculta bajo la máscara
Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada
Mi encuentro con un misterioso magnate
Jueves 09, Mayo 1991
Vanessa Morales caminaba por los amplios pasillos del supermercado pensando que explicación darle a Jaime Sandoval, su novio, por haberlo dejado plantado el día anterior. Miles de excusas posibles rondaban en su cabeza.
De repente vio a una vieja amiga del colegio que estaba al final de pasillo. A pesar de los años pasados, Vanessa recordaba a su mejor amiga en el colegio: Sally Domecq. Caminó lentamente hasta acercarse lo suficiente. Sally estaba acompañada por un señor mayor que parecía ser su padre, pero estaban agarrados de manos, en una actitud algo romántica, algo sumamente extraño y perpubador. Ambos observaban las botellas de vinos, el señor agarra una de las botellas y lee la etiqueta con curiosidad. Vanessa reconoce a su amiga, pero ¿Por qué iba agarrada de mano con aquel vejestorio? ¿Por qué reían y se decían cosas al oido? O simplemente se llevaba así con su progenitor ¿Será normal? Bueno...
- ¿¡Sally!? – se atrevió a preguntar. Sally la miró sorprendida.
- ¡Vanessa!- Sally soltó a su acompañante y emocionada abrazó a su amiga. – Vanessa, uao, cuanto tiempo.
- Cinco años más o menos. ¡Qué gusto verte! ¿Cómo estás? - Ambas se pareciaban. En el colegio todos creían que eran hermanas. Vestidas con el mismo uniforme de yompa azul marino con tachones y blusa crema con cuello redondo y lasito azul de tirita fina. Sus cabellos sueltos cayéndoles por debajo de los hombros, ojos claros y piel bronceada. Estatura promedio, piernas bien formadas, figura de maniquí una por una razón, la otra por otra. Al pasar esos cinco años había poca diferencia, el color del pelo era diferente, Vanessa con su color castaño oscuro y Sally con su color rubio cobrizo, combinaba muy bien con sus ojos azules, aunque Vanessa ostentaba bellos ojos color ámbar caramelo.
- ¡Estamos muy bien! Recuerdas a mí papá ¿verdad? - ¿su papá? se preguntó Vanessa con escepticismo. Recordaba levemente a Don Alfonso Domecq, hombre pequeño de vientre prominente y ojos saltones, entonces, era realmente él, lo reconocía estando más cerca.
- Claro que lo recuerdo ¿Cómo está Don Alfonso? - el señor volvió en sí, dejó la botella en la góndola y saludó.
- Oh, oh, bien, muy, muy bien jovencita, igual que usted, supongo – respondió al voltear hacia ella, con un entusiasmo innecesario. Vanessa le sonrió, era el mismo cínico de siempre, aunque solo lo recococía de un par de veces que lo vió frente al colegio en espera de su hija por lo que nunca había cruzado palabras con él. Sin embargo, si había escuchado algunas historias de parte de Sally respecto a las actitudes de su padre. Además, eso de agarrar de manos a su hija adulta y andar de secretitos, estaba super raro, vovió a divagar en sus pensamiento por un segundo.
- Cuéntame Vanessa ¿Cómo te va? - dijo Sally, sacándola de sus pensamientos.
- Todo va muy bien hasta ahora. Estoy recogiendo las últimas materias y pronto recibiré mi licenciatura en Administración. En la casa todo sigue igual, Mami sigue ocupadísima en la clínica, Irene se ha quedado a vivir con nosotras definitivamente y a Karina se le ha quitado un poco lo caprichosa. Me imagino que ya está madurando, aunque le encanta meterse en mis asuntos, vive observándome... incluso cuando viene mi novio Jaime a visitarme, imagínate...
- Si, si, si me imagino, recuerdo a Karina perfectamente. Bueno, algunas cosas cambian otras no tanto. - me ofreció una sonrisa indulgente ante mi perorata (su tendencia a hablar demasiado generalmente era desesperante) para agregar - Crees que nos podamos reunir un día de estos, tenemos que hablar de muchas cosas! – intervino después de mirar a su padre como buscando aprobación, continúo - Anota mi número de teléfono.
Mientras Sally buscaba algo con que anotar dentro de su su bolso. Vanessa siguió con su discurso.
- Nos mudamos hace como dos años a la casa que mi tío Fernando, el ingeniero ¿recuerdas que te hablé de él? Él fue que construyó la casa en un bello residencial privado a solicitud de mami. Cuando nos mudamos perdí el contacto con todos, se me perdió la agenda de mis compañeros de colegio, y la verdad es que he memorizado algunos números y todo pero a mi me gusta tener mi agenda y por eso he podido recuperar ciertos números más recientes, por qué hace como un mes tuve que comprar una nueva libreta con más capacidad, en fin, me gustaría mucho que nos reuniéramos y saliéramos por ahí a comer o a cenar algo, me tienes que contar de...
- ¡Sí claro! - la interrumpió nuevamente. Sally guardaba cierta información a su padre siempre relaciona con sus novios y Vanessa siempre hablaba demasiado. – Dame tu número, prometo que te llamaré. – intercambiaron los números - Ahora tenemos que irnos, te llamaré pronto ¿Está bien? – guarda el trozo de servilleta nuevamente en su bolso, le dió un beso a su amiga. Vanessa asintió al darse cuenta que su amiga estaba evitando que continuara su elocuente parlamento.
- Hasta pronto señorita... - dijo Don Alfonso se despide y se marchan.
- Hasta pronto amiga, no dejes de llamarme. Bye - Vanessa se quedó ondeando su mano diciéndole adiós mientras pensaba que la actitud de su amiga Sally era tan extraña como la de su padre.
-*-*-*-
Vanessa entró en su habitación y comienzó a dar vueltas de un lado a otro. Karina interrumpió sus pensamientos.
- Dice Irene que bajes a comer. - dijo Karina parada en el umbral de la puerta. Karina era esbelta, delgada, su aspecto era sencillo pero delicado. Su apariencia la hacía lucir más adulta y madura de lo que era en realidad.
- Enseguida bajo. ¿Sabes si me llamó Jaime?
- No lo sé, pregúntale a Irene ella siempre esta pendiente al teléfono, yo tengo otras cosas que hacer. - le dio la espalda y no espero que Vanessa dijera alguna otra cosa. Se marchó.
Vanessa se miró en el espejo acomodándose el pelo hacia atrás de los hombros como siempre lo hacía. Bajó las escaleras en dirección a la cocina. Irene acomodaba la fuente con el arroz sobre la mesa y Karina jugueteaba con Lulú, la perrita que le había regalado su papá.
- ¿Qué hay de comer?- preguntó Vanessa.
- Lo de todos los días, arroz, habichuela y carne, nuestra bandera nacional... -
- Definitivamente no tengo hambre. - soltó de manera espontánea, por la falta de apetito ante el menú descrito.
- Si sigues por donde vas, te vas a disecar - apuntó la mayor con reproche evidente en su tono de voz.
- ¿Otra vez Irene? Sólo para no escuchar la misma cantaleta esa, voy a comer algo, carne y ensalada ¿te parece? y ¿Mami viene a comer?
- No lo creo, fue a llevarle algo a tu tía Betty, seguro que come por allá. - en ese momento suenó el teléfono y ambas brincaron al mismo tiempo, pero Karina era la que estaba cerca del aparato para contestar.
- Si diga. - escuchó un momento - Toma es para ti. - le pasa el teléfono a Vanessa.