Karem Romano se sentía nostálgica ese día, su mente volaba hacia muchos años atrás, cuando era tan joven, pero estaba muy enamorada y su boda era lo más grandioso para ella, en esa oportunidad.
Se encontraba mirando por el gran ventanal de su apartamento en la quinta avenida de Nueva York hasta allí llegaban sus recuerdos nostálgicos.
En ese tiempo tenía tantos planes y sueños con su futuro esposo, para ella la felicidad era sinónimo de estar enamorada, que tonta.Su sueño dorado de ser amada por el resto de sus días por su príncipe azul, su gran amor había durado muy poco.
A los dos meses, de estar felizmente casada, su esposo resultó fatalmente herido en un accidente automovilístico, del cual no sobrevivió después de luchar por dos días por su vida, la vida de Jeremy terminó para siempre.
Ahí había quedado ella, una viuda jóven y desconsolada, sintiendo no sólo, que su felicidad se volvió trizas, sino que su corazón sufrió por el dolor tan profundo que sentía.
Karem sintió que sus ojos adquirieron un brillo que no le gustaba sentir, era un lágrima que pugnaba por asomarse, lo mejor era dejar la nostalgia atrás y ocuparse de lo que realmente importaba:
Diseñar para hacer dinero.
Hacía mucho había decidido dejar a un lado emociones, pues consideraba que era infantil y que solo llevaban a que perdiera su valioso tiempo, a pesar de que a veces su mente le jugaba malas pasadas como éste día.
Era esta maldita lluvia que la hacía sentir nostalgia, se quitó del ventanal, mejor manos a la obra, sino terminaría rememorando un día peor, el día del funeral de su esposo.
"—Karem, sacude tu cabeza y mejor empieza a crear"— se dijo— deja de pensar en pendejadas.
Ella era una mujer poderosa al quedar viuda, culminó su carrera universitaria para olvidar su dolor, se dedicó de lleno al diseño de modas, concentrándose en crear ropa atrevida y vanguardista.
Esto le hizo subir vertiginosamente en el mundo financiero, siendo ahora una de las diseñadoras mejores pagadas en el mundo de la moda.
Mencionar a Karem Romano era hablar de buen gusto, elegancia, dinero, creatividad y dureza en el mundo social, no se le conocía un romance, muchos se atrevían a decir que era un árbol seco para el amor.
A ella poco le valía los comentarios que se tejían alrededor de ella, sabía lo que era y lo que representaba, no permitía que nadie se le acercara de manera romántica.
No creía en esa fábula de pacotilla, como decía ella, para está mujer el mundo se componía de trabajo creativo para obtener el éxito, lo otro no existía en su lenguaje cotidiano.
La vida le había enseñado que para salir adelante, los hombres solo existían para estorbar la existencia a mujeres como ella, y Karen Romano no estaba dispuesta a dejarse embaucar por ningún hombre que se acercara con intenciones de conquistar el corazón de ella.
Ya una vez después de quedar viuda, creyó que nuevamente se podía dar el lujo de abrir su corazón a una nueva oportunidad romántica, pero esto fue un desastre mayor para su corazón, al descubrir amargamente la peor traición que puede sufrir un ser humano.
Desde ese momento su corazón se secó al amor, si, le gustaba la comparación que se hacía de ella, "soy un árbol seco".
Los hombres sólo estaban para obedecer las órdenes de Karen.
Era una mujer implacable a la hora de buscar un objetivo, se trazaba metas exigentes, y también las imponía para los que trabajaban para ella.
Era de mediana estatura, de líneas muy definidas, rostro ovalado, facciones muy armoniosas, pero su gesto adusto hacía que la gente no se le acercara mucho.
Tenía pocos amigos, de la época de su juventud, sólo conservaba como amiga a su hermana mayor, la única que hasta ahora no le había fallado.
Sus padres eran personas muy exitosas a nivel de negocios, pero no le gustaba depender de ellos y por eso creó su propia empresa de modas que le reportaba al año millones de dólares.