—¡Te amo! Amber —declaró Christopher con una voz varonil, tierna y cariñosa, soltando sus labios inflamados.
—¡Y yo a ti! —exclamó Amber con una sonrisa cálida.
—¿Nos vamos? Si no me va a matar, tu madre al llevarte tan tarde al apartamento —agregó él sonriendo, pasando la punta de su lengua por los labios de ella, con lo cual la hizo estremecer— No quiero tener problemas con mi suegra.
—¡Sí, mi amor! ¡Vamos! Sin embargo, no tengo fuerzas para levantarme e ir al baño, ¿me llevas? —preguntó ella, haciendo un puchero, que a él le fascinó.
—¡Ja, ja, ja! ¡Te estoy consintiendo mucho! —aclaró él, sonriendo y levantándola en sus brazos.
—¡Me siento amada y feliz! A veces creo, que estoy soñando —confesó ella, con una sonrisa.
El apartamento de Christopher estaba ubicado en el edificio más alto de Santiago de León, en una zona exclusiva de la ciudad metrópolis y capital del país con el mismo nombre. Ellos bajaron al estacionamiento, tomados de las manos, caminaron hacia el Maserati de él y salieron hacia donde vive su madre.
(***)
Al día siguiente, siendo las once de la mañana, Amber salió de sus clases y se dirigió al Hotel Rosal. Allí se encontró a Dylan Lugo, otro joven billonario, CEO de la compañía de la competencia de su novio, quien además se sentía atraído por ella, desde el primer momento que la vio.
—¿Y eso que no andas acompañada de tu gorila? —cuestionó él, con una sonrisa admirando lo hermosa que ella se veía.
—¿Le dices así, a mí Christopher? —preguntó está de forma posesiva, sonriendo y haciendo un puchero que enterneció totalmente a Dylan.
Este, al verla hacer ese gesto, además de escuchar la forma tan posesiva como se expresó para mencionar a su novio, sintió una envidia y celos terribles. Por lo tanto, demostró una alegría extrema que evidenciaba un sentimiento forzado y una sonrisa muy poco natural.
—Es raro, no verlo a tu lado —contestó él, con una fingida sonrisa.
—¡Je, je, je! —Sonrió ella con una risa sincera— Hoy tiene muchos compromisos, sobre todo relacionados con sus últimos proyectos.
—¡Ah, qué bien! —Alabó este dando por finiquitado el tema de su novio— ¿Vienes al evento que estoy patrocinando con la Facultad?
—¡Sí! —Respondió ella— Pero, no sabía que eras tú, quien estaba patrocinando estas jornadas.
—¡Sí! —manifestó él, caminando hacia el salón del evento al lado de ella, agregando— Me interesan estos actos, porque así consigo mano de obra nueva, sin vicios a quienes entrenaré a mi gusto. Así que te invito a seguirme —solicitó este.
Sin que ellos se dieran cuenta, había un joven que los siguió desde el estacionamiento hasta dentro del hotel. Él, les tomó varias fotos, las cuales reenvió al celular de Christopher, advirtiéndole de un posible engaño.
Al llegar al salón, Dylan siguió con ella hasta llegar a uno de los cubículos de comidas. Alguien tropezó con Amber y derramó en su blusa, los alimentos que llevaba en una bandeja. Él de inmediato, le ofreció subir a su suite, para que lavara su blusa o en todo caso, él podía prestarle su chaqueta. Ella aceptó y subió con este.
(***)
Durante el trayecto hacia la habitación, volvieron a tomarles fotos y las reenviaron al celular de su novio Christopher Morillo. Él, estaba concentrado revisando unos contratos, razón por la cual no las vio. En vista, que no obtuvieron respuesta le hicieron entonces una llamada anónima.
¡Riiin, riiin!
Christopher, al ver que era un número restringido, respondió identificándose, colocando el celular entre su oído y su hombro, sin soltar el documento que corregía.
—Te envié unas fotos a este celular, que evidencian el engaño de parte de tu novia —le expresó una voz distorsionada por celular.
—¿Quién habla? —preguntó él con curiosidad, soltando el documento y colocándolo sobre el escritorio.
—No creo que te interese mucho saber quién soy, sino la información que te estoy enviando —declaró este.
—¡Yo no considero los anónimos! —aseguró Christopher.