Ivanna Robinson
Miro al papel en mi mano y los ojos se me llenan de lágrimas. El nudo que he tenido en mi garganta los últimos dos años, se deshace y un sollozo sale de mí.
-¿Es esto real? -pregunto a mi amiga, todavía sin saber qué sentir con esta noticia.
Viena me observa igualmente emocionada. Toma mis manos entre las suyas y asiente, con una sonrisa de labios cerrados.
-Sí, Ivy, estás embarazada. Al fin lo lograron.
Me abrazo a mi amiga cuando la realidad me abruma. No es para menos, después de tanto tiempo intentando quedar embarazada, saber que al fin llevo conmigo al fruto de mi matrimonio, es cuando menos, emocionante.
-Ahora debo preparar una hermosa sorpresa para decírselo a Shane -suspiro entusiasmada, porque si alguien será más feliz que yo, ese sería mi esposo.
Viena asiente, de acuerdo conmigo.
-Te ayudaré. Shane lo merece.
Asiento y me levanto del banco donde ambas estábamos sentadas, en la parte exterior de la consulta ginecológica.
Guardo el sobre con la mejor noticia en mi bolso y cuando avanzamos por el pasillo, me encuentro con Abigail Allen. Una mueca de disgusto se forma en mi boca, pero intento disimular mi animadversión al ver que viene acompañada de mi suegra, como pasa más veces de las que me gustaría aceptar.
-Ivanna, querida, qué alegría verte. Hace tiempo que no nos vemos, ¿cómo estás? -comenta con una sonrisa tan radiante como tan falsa.
Y conforme con sus palabras dulces escondidas tras una alta dosis de cinismo, me sorprende ver que carga con una barriga que demuestra su embarazo. Por unos segundos me quedo en shock, pero no menciono nada.
Escucho la voz de mi suegra.
-No eres la única, Abbi querida. Mi nuera no solo se asegura de mantenerse alejada de mí, sino también de llevarse a mi hijo con ella -habla con ese tono hipócrita que siempre usa conmigo y me mira de arriba abajo como si fuera un insecto que le repugna-. ¿Qué haces aquí? ¿Al fin decidiste hacerte los estudios para demostrarle a Shane que contigo no tiene futuro?
Siento la bilis en mi garganta cuando ella menciona lo que ha sido mi punto débil por años. Gracias a ella, por sobre todas las cosas.
-¿Y Shane está de acuerdo con usted en ese sentido? Porque su hijo, para su consternación, está completamente enamorado de Ivanna. El veneno que le inyectan no funciona con él.
Es Viena la que habla y yo quiero pellizcarla para que se calle. No deseo un enfrentamiento, no hoy, cuando soy tan feliz y pronto podremos demostrar a esta mujer que siempre se ha equivocado conmigo.
Sin embargo, Aurora Robinson no mira a mi amiga con saña, como suele hacer. Sus ojos brillan con una malicia que me pone los pelos de punta.
-¿Eso crees? -le replica y me mira a mí nuevamente-. Entonces estarás al tanto de todo, ¿no?
Frunzo el ceño. No sé de qué habla, pero el movimiento repentino de Abigail no me pasa por alto.
-Aurora, no, por favor. Sabes lo que Shane me hizo prometer, no puedo traicionarlo de esta forma -pide con tono tan sumiso y preocupado que me deja con mal sabor de boca.
«¿Qué carajos está pasando?».