Eva va caminando por el pasillo del bufete donde trabaja... mejor dicho, donde trabajaba. Todos se quedan mirando cuando pasa frente a ellos.
«!Cobardes!» —Piensa ella.
La despidieron sin motivos y todos callaron. Siente que algo arde dentro de ella, ira, tristeza. A muchos los consideró amigos, a otros buenos compañeros.
«Pero no me iré como si fuera una fracasada, defendí mi caso como toda una profesional. Lástima que pese más lo celos de una mujer insegura, que un buen trabajo.»
Camina con orgullo, espalda recta, barbilla alzada, con movimiento calmados, pisada firme.
Llega hasta la recepción donde está Emma con sus pertenencias. Le da las gracias y está por irse cuando Emma la coge por el brazo y dice:
—Siento que tengas que irte así, te voy a extrañar. Yo hablé en tu favor, pero no me hicieron caso. —Y agrega soltando el brazo—. Me gustaría seguir en contacto, si te parece bien.
Eva se sorprende al escuchar esto y no sabe cómo reaccionar, pensaba que todos le habían dado la espalda, al parecer no fue así. Sonríe, un poco nerviosa y responde:
—Por supuesto Emma. Me gustaría quedar uno que otro día. Gracias por defenderme, pensé que no lo había hecho nadie.
—La verdad, fuimos pocos, pero lo hicimos los que importan. Julia, Leo y Anna también lo hicieron.
Eva se emociona un poco y decide aceptar verse con ellos en algún momento.
—Gracias otra vez. Estaremos en contacto.
Se despiden y Eva sale caminando hacia la salida del bufete. Mientras Emma se queda mirándola, pensando que es una injusticia lo que hicieron, y más porque Eva es una buena empleada, y no es cierto de lo que se le acusa.
En la calle el calor es insoportable, y Eva solo piensa en un baño cuando llegue a su casa. Va a parar un taxi cuando recuerda que ahora está desempleada y debe ahorrar hasta que encuentre otro trabajo. Comienza a caminar hasta el metro, da unos pasos y se detiene, piensa que con la caja que es pesada no irá muy cómoda, y su día terminará peor, así que para un taxi y va cómoda hasta su casa.
♥♥♥♥
Es casi las diez y Eva está inquieta, lo que ha pasado en el día la dejó con mucha adrenalina, no puede dormir. Para distraerse, entra a las redes sociales. Lleva unos quince minutos conectada cuando le entra un mensaje de "Samael".
«—Hola, ¿Cómo fue tu día?»
"Samael" es el nick que usa un chico que Eva conoció en Tinder, uno de esos días que estaba aburrida y decidió incursionar en las páginas de citas. Respondió el mensaje que le envió, porque lo pareció original.
«—Hola. Me gusta tu nombre, ¿También te gusta el fruto prohibido?»
Fue tan agradable la conversación que tuvieron, que se hicieron "amigos". Decidiendo no dar más detalles de ellos, que los que conocían hasta ese momento, solo alguna que otra cosa de cómo le iba en su día a día. Ni siquiera sabían cómo era el físico de cada cual, no importaba, pensaban que quizás si lo supieran acababa la magia.
«—No muy bien Dios Negro —respondió Eva, llamándolo como él mismo se había llamado en una de las tantas conversaciones—. Hoy perdí mi trabajo, y tengo un cóctel de emociones que no me deja dormir.»
«—Cuanto lo siento hermosa. ¿Quieres contarme?»
«—Mejor no, quizás otro día. Si vuelvo a revivir lo de hoy, busco al responsable y le doy una paliza, o le pago a alguien ya que no creo que pueda con él jajaja»
«—¿Tanto así fue hoy?»
«—Sí, de mucho estrés.»
«—El estrés nos afecta a todos, pero ¿sabes qué es muy bueno para eso?»
«—No, ¿Qué? Dame la receta, la necesito 😔.»
«—Un baño de espuma, con música muy sensual y una copa de vino.»
«—Me gusta la idea, creo que es lo que haré antes de dormir.»
«—¿Necesitas ayuda? Es mejor en pareja 😈.»
«—Me gusta tu disposición para ayudarme 😜. Tal vez un día acepte.»
Después de esto, siguieron hablando de otros temas. Sus conversaciones eran muy variadas, desde música, danza hasta deporte, de este último ella no sabía casi nada, aun así, a Samael le encantaba escribirle sobre esto, hablaban principalmente de béisbol, y Eva defendía como una leona a su equipo preferido, el cual comenzó a seguir para saber que decirle a Samael.
Era pasada las doce cuando Eva fue a la cama. Después de su conversación con Samael, se dio el baño relajante que él le comentó y tomó cuatro copas de vino. Ahora si podía dormir, mañana vería que hacer, buscar un trabajo o tomar unos días de vacaciones. Tenía la suerte de que su abuela que viajaba mucho con otras personas de su edad, le prestara su casa. No tenía que matarse buscando cualquier trabajo para pagar un alquiler, y tenía algo ahorrado, su abuelo al morir le dejo algo de dinero y en el bufete pagaban bien, no moriría de hambre. Con una sonrisa se durmió.