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Desnuda, jadeando de placer, fundida en el éxtasis, no pudo percibir la rara mirada de su amante, quien le estaba acariciando su esbelto cuerpo, se detenía por momentos en sus redondos y macizos senos los cuales se agitaban rítmicamente al compás de sus gemidos.
Ella se encontraba cerca al punto máximo de placer, estaba cegada por su último clímax, quedo atónita cuando su amante le cogió su adorado seno derecho, que según ella era más grande y redondo que el otro. Se lo agarro muy fuerte con la mano derecha, mientras que con su mano derecha saco de debajo del asiento un poderoso cuchillo con el cual a la vez que eyaculaba dentro de ella, le arranco su tética. En un segundo el rostro de la mujer cambio de parecer que estaba deleitando un postre a una mezcla de tragedia y asombro, los gemidos se hicieron gritos, su corazón latía muy rápido, él también gritaba, pero porque experimentaba un gran orgasmo que culmino arrancándole el otro seno y callando sus gritos de un golpe con la cacha del arma.
—Gonzalo —así se decía,-mira, qué lindos trofeos me llevaré a mi casa, qué hermosos, cuando los vi supe que eran para mí, sí, sí, sí, sí, sí.
Diciendo esto, analizaba sus premios, los estaba palpando y descubrió que estaban rellenos de un extraño material, —¡me robaron! —Dijo, —¡maldita perra estafadora!, zorra mentirosa, me ilusionaste, jugaste con mis sentimientos, lo tuyo era una maldita mentira.
Cada cosa que decía iba acompañada de una puñalada o de un fuerte golpe a la mujer agonizante y lleno de odio, la alzo estrellándola contra el vidrio trasero de su auto. Un primo sesenta y ocho, muy bien conservado, abrió la puerta sacando a su hermosa víctima jalándola del cabello cuyos gritos ya parecían mudos porque en aquel desolado lugar ni siquiera había eco. Aparte de estos gritos y súplicas, solo se escuchaba la palabra “perra” además del resonar del cuerpo al recibir una fuerte dosis de patadas, hasta que decidió alzarla lo más que podía para luego estrellarla contra el suelo. Finalmente, la miro a los ojos, la levanto abrazándola le dio un beso estallando en llanto suplicándole que lo perdonara y que rezara por él, la joven en una última súplica, con lo que le quedaba de aliento susurro: —no me mates; Gonzalo la abrazo más fuerte cogiéndole el cabello diciéndole: —tú sabes lo que tiene que ocurrir, alégrate hoy conocerás el infierno donde te acomodaras muy bien, ¿maldita zorra!; y su mano se empezó a mover como una máquina de coser, con el cuchillo en lugar de aguja y por supuesto que no la cosía sino todo lo contrario? Cuando ya la hizo pedazos la aventó por un precipicio.
En la autopista conducía furioso, al punto que casi no puede ver una pareja de extraños que estaban en medio de la empinada carretera. Era un joven de 20 años a lo sumo, cabello negro, tez blanca y un bigote simple, nada que llamara su atención. Gonzalo no se hubiera parado a ayudarlos de no ser porque ese hombre que mostraba el pulgar estaba junto a una hermosa rubia, que poseía un hermoso par de ojos azules, su cabellera dorada terminaba en una estrecha cintura que era seguida por una gran cadera con un firme y redondo trasero, razón por lo cual Gonzalo freno en seco.
— ¿qué les paso? - les pregunto.
—es que estábamos acampando y nos perdimos del grupo, ¿será que usted nos puede llevar? —manifestó el muchacho.
—pues súbanse— contesto Gonzalo.
El joven mientras se subía se presentó se llamaba Nacer y la joven resultaba ser su hermana, Jenny, él vestía una cachucha roja, chaqueta y pantalón azul de muy buena marca junto a unos tenis de tela, que igual que todo su atuendo eran del extranjero. En cambio, ella tenía un ajustado y corto vestido negro, algo muy anormal para un campamento, pero que causo que Gonzalo dejara de pensar en esto, cuando ese espectacular trasero se agrandó cuando la dama se agachó para entrar al vehículo.
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