Al regresar a casa luego de una larga jornada laboral me encuentro rodeado por los aromas de una deliciosa cena, la voz cantarina, aunque algo desafinada, de la mujer que considero la más hermosa de todas; sin importarme sus primeras canas, sus incipientes arrugas y ese cuerpo con huellas de los embarazos, así como el bullicio inocentón de las interminables peleas de mis dos hijos me hace sentir que estoy vivo y que mi legado de amor me ha permitido hacer de mi familia mi mundo y de esta casa un hogar.
-"Uhmm, uhmm" como siempre mi amor, la comida estuvo deliciosa -agradezco con una gran sonrisa, porque de ser sincero no me cuesta nada reconocer los méritos en las artes culinarias de mi amada esposa Talía, digo luego de saborear mi humeante café, dando por terminada la cena.
-Darren, hijo- rompo el silencio entre ambos. -Acompáñame al estudio necesito hablar contigo- Le digo aun sabiendo que esta simple petición le ocasiona molestia o peor aún, enojo.
Mi esposa me toma de la mano apretándola con amor y suavidad, tratando de transmitirme paz y sosiego ante la conversación que tendré con nuestro amado hijo.
-Daniel, tesoro sé gentil ya conoces su carácter desde niño, cuando se fija una meta rara vez desiste de ella -Me aconseja mi fiel compañera de vida, la veo suspirar pidiéndole a Dios o alguna fuerza sobrenatural que mi reunión no cause más incomodidad entre los miembros de esta familia. Darren es el primero en levantarse con desgano de la mesa bajo la mirada cariñosa de su hermana mayor, Erika.
Suelto con delicadeza la cálida mano de mi esposa y camino con pasos agigantados en dirección al estudio, admiro el corpulento cuerpo de mi primogénito el cual se eleva por más de una cuarta sobre mí. Trato inútilmente de alcanzar el ritmo del andar de mi hijo a quien no le importa dejarme saber su molestia, pues tendremos una conversación pendiente referente a su futuro.
Cierro la puerta con cuidado, ya que quiero transmitirle suficiente confianza y paz. Su figura es imponente, haciéndome entender la fascinación de Escarlet por él. Sus ojos marrones profundos, ligeramente, achinados son un hermoso legado de su madre, mi mujer, los que contrastan con su níeva piel. Mi aporte genético es su espalda ancha y piernas largas. Es la combinación perfecta entre mi Talía y yo. Sin embargo, ese carácter terco es tan propio de él.
-Papá -inicia Darren la inevitable discusión. Durante más de diez minutos trata, infructuosamente, de explicar, justificar y afirmar que sabe lo que hace, sin evitar recordarme que ya alcanzó los veintidós años, por lo tanto; no podemos continuar tratándolo como un niño incapaz de tomar sus propias decisiones. Intenta hacerme entender ya adentro de esa cálida habitación donde el olor de incontables libros impregna las fosas nasales de quienes entran en ella.
En la cálida habitación rodeada de una atmosfera relajante entiendo, en ese momento, que para tener éxito en esta conversación necesito tratarlo como mi par; un hombre hecho y derecho. Cierro mis ojos, respiro profundo, dejo que el olor característico de miles de hojas rebosantes de tinta llene mis envejecidos pulmones. Intento ponerme en su lugar, pero mi experiencia de vida hace que me aferre, cada vez más, a mi punto de vista.
En cierta forma una parte de mí se siente orgulloso al verlo mantenerse firme ante su determinación de casarse con su novia Escarlet. Sin embargo, por otra parte, ruego que se retracte ante esa idea.
Mi hijo me observa sentarme y tocarme el tobillo gesto que desde hace más de dos décadas me relaja en situaciones de alto impacto; evocando en mí, vivencias, donde las decisiones y acciones arrojaron consecuencias que determinaron el destino de mi vida. Es por eso que experimento sentimientos de dolor y frustración que me embargan el interior ante la posición tan intransigente de Darren.
-Darren, hijo mío trata de entenderme sé que eres todo un hombre, el mejor hijo que algún padre pueda tener- Le digo con voz firme. -Por estas razones no pienso cohibirme de aconsejarte u orientarte, cuando tengo la plena seguridad que estás a punto de cometer una locura con la cual podrías arruinar no solo tu incipiente vida, sino que arrastrarás a Escarlet también.
Suspiro pensando en ella, Escarlet, una hermosa y jovial mujer, algo alocada, coqueta e impredecible chica que lleva saliendo con Darren desde hace más de un año. Ambos estudian la misma carrera, allí en las aulas de la universidad se conocieron. Me agrada suele ser respetuosa, gentil, pero en el fondo sé que esconde, como todas las personas, sentimientos e intereses.
-Dime, Darren, ¿cómo sabes que estás enamorado?, ¿cómo puedes tener la certeza que ella es la mujer de tu vida? Si aún son tan jóvenes... ¿No crees que se están precipitando? -continúo indagando, tratando de hacerle entrar en razón.
»Por experiencia, Darren, te puedo asegurar que el matrimonio es una decisión que debería durar toda la vida -Le expongo, mientras intento leerle la mirada, buscando un poco de sensatez en mi hijo.
-¡Claro!, que sé, perfectamente, lo que es el amor, ya te he dicho que soy un hombre y no un niño encaprichado -Darren algo decepcionado por mi insistencia e intromisión a su privacidad, bufó convencido, mientras se sienta frente a mí.
-No creo que a tu edad sepas lo que es el amor- insisto. -Estoy seguro de que sí sabes de pasión, deseos, celos y la necesidad de querer estar con Escarlet. Pero eso dista mucho del amor -Mi voz se torna melancólica debido a los miles de reminiscencias que llenan mi mente.
-¡Papá! -intenta interrumpirme, restándole importancia a las interrogantes que le acabo de exponer.
-Darren, espero que me escuches con mucha atención lo que estoy a punto de contarte, y si luego tú aún mantienes la misma posición yo seré el primero en apoyarte. Aunque créeme, hijo, sé que en cuanto yo finalice vas a tomarte un tiempo para meditar tu decisión de un matrimonio tan apresurado a tan corta edad -sentencio con voz pausada, pero llena de sabiduría.
-Papá, créeme, estoy seguro de que nada de lo que tú puedas decir, me hará cambiar mi decisión -protesta Darren algo resignado, pero dispuesto a prestarme atención a lo que está por salir de estos envejecidos labios.
-Solo escúchame hijo, no me interrumpas por favor, necesito que esta conversación quede entre nosotros, ya que sin duda te dejará al pie de una encrucijada que tal vez si yo logro encontrar las palabras correctas esa encrucijada te guiará al camino de la felicidad -digo, mientras me acomodo en el gran sillón, cruzando mi pierna izquierda, dejándola reposar en la rodilla derecha y con un sutil movimiento de mi mano rodeo mi tobillo; como buscando algo de valor, concentración y nostalgia. Le doy un sorbo a la copa de vino tinto que tengo en la mesita al lado del sillón, y empiezo a relatar.
»Esto sucedió hace más de dos décadas, pero te hará entender mi posición. -Respiro profundo y centro mi mirada en los hermosos e intrigados ojos de Darren.
"Mi amigo Morgan y yo trabajábamos como jóvenes ejecutivos. Un día entrando al edificio corporativo camino hacia las oficinas para iniciar nuestra jornada laboral, mi amigo aprovechó de entregarme la invitación a su boda extendiéndome feliz la tarjeta. Morgan anteriormente me había solicitado ser su padrino de boda, ofrecimiento que rechacé sin pudor sugiriéndole que encontrara a alguien que sí creyera en esa tontería llamada amor.
Yo tenía la idea muy arraigada que el amor no existía, que era solo una necia excusa para justificar el hecho de practicar el sexo con la misma persona sin tener remordimiento de conciencia. Tal vez para una parte de la población eso es cierto, espero por el bien de la humanidad que seamos pocos, gracias a Dios, mi amigo Morgan, por el contrario, se inclinaba a pensar que el amor es una fuerza que nos mantiene vivos o aún mejor, nos impulsa a seguir felizmente vivos. Sin embargo, a pesar de esas pocas diferencias, nuestra amistad se hacía más fuerte con el pasar del tiempo, habíamos aprendido a respetarnos en esos diez años que teníamos conociéndonos.
-Vamos, amigo, ¿no puedes al menos disimular felicidad por mí?, sabías que tarde o temprano esto era inevitable, tú más que nadie eres testigo fiel de mi amor por Raquel, ya tenemos tres años de noviazgo y estamos listos para el siguiente paso -dijo Morgan, mientras apoyaba su mano sobre mi hombro.
-¿Y cuál paso es ese?, ¿se puede saber?, Morgan- Pregunté con cara de pocos amigos. -Si es por tener esos pequeños seres vivos fastidiosos, demandantes y generadores de gastos sin ningún ingreso, los pueden tener aún solteros, no tienen que casarse para eso- agregué, subiendo las manos en dirección al cielo.