Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
Novia del Señor Millonario
El arrepentimiento de mi exesposo
Extraño, cásate con mi mamá
El réquiem de un corazón roto
El dulce premio del caudillo
Los Mellizos del CEO
Yo soy tuya y tú eres mío
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
•Solo los verdaderos lobos saben quiénes están malditos por la luna•
Mil ochocientos años antes
Manada Del Norte
Una manada en la cual siempre estuvo presente la felicidad y la prosperidad. Un lugar en donde solo algunos llegaban a ganarse la confianza del alfa Colven.
Colven, tercer alfa de la manada del norte, un alfa fuerte de pies a cabeza, alfa qué empezó a gobernar a partir de los doscientos años de edad, nada mal.
Sus aliados, la manada del Sur, Este y Oeste. Se decidió así el nombre de cada una por su punto cardinal. Todas reinadas por su alfa; en las guerras era la manada que más brindaba apoyo y eso hacía que sus aliados los amarán tanto y contarán con ellos para lo que sea.
Una noche, cuando la luz de la luna llena iluminaba los lugares oscuros de la manda, Colven y su futura reina estaban dando un pequeño paseo por el jardín sin dejar de admirar a la luna. Sintieron los pasos de alguien acercándose a ellos y vieron uno de sus guardias un poco alterado
—¡Alfa, alfa, alfa!
Colven le frunció el ceño y el lobo tragó en seco, se arrodillo en señal de respeto tomo un poco de aire y espero el permiso para hablar.
—Perdóname por mi insolencia alfa, pero hay algo muy importante que quiero decirle
—Más te vale que sea importante —Dijo Colven con voz gruesa
—Alfa uno de nuestros lobos acaba de tener un cachorro —Respondió el lobo con algo de miedo
—¿Y para eso tenías que interrumpirme cómo lo hiciste?
—No alfa —El lobo no se había dado cuenta que había sido algo descuidado con su comportamiento y le temía
—¿Entonces? —Colven no sabía que le diría el lobo, pero lo único que esperaba era que fuera algo importante
—Mi alfa el cachorro que nació, es un bebé albino —La expresión de aquel lobo era una complicada
—¿Un bebé albino? —Preguntó la loba que al escuchar esas palabras, miro la luna
—Sí, reina
Con esa afirmación Colven sonrío, pues un bebé albino lo hacía pensar que era hijo de la diosa luna, pues ninguno de los cachorros de su manada era albino, debía ser un bebé hermoso.
Y claro que lo era, la apariencia del bebé era inimaginable su cabello blanco como la nieve, su piel un tanto blanca que parecía delicada, sus mejillas con un poco de rubor, su nariz chata y fina, y esos pequeños ojos que aún se habían abierto.
Después del nacimiento del cachorro toda la manada lo admiraba y apreciaba, le dejaban regalos, buenos deseos y bendiciones; entre esos Colven y su futura reina. En una semana todos empezaron a llamar al cachorro "hijo de la luna".
Pero había un lobo el cual no le caía bien el bebé y ese era su padre.
Amoux