Adriana corría sin detenerse, sus piernas ya no tenían fuerza. Ella buscaba la manera de no mirar para atrás, porque sabía que ellos estaban por llegar... que él estaba por llegar. Su corazón latía a mil por horas, el miedo recorría todo su cuerpo.
De nuevo sus piernas flaquearon y Adriana cayó al suelo, cuestionarse si seguir luchando por salvarse era importante o no, era algo que en esos momentos no pasaba por la cabeza de Adriana. Lo único que podía pasar una y otra vez en su cabeza, era la imagen de su esposo, del hombre que en el altar le juró amor verdadero una y otra vez.
El dolor físico se mezclaba perfectamente con el dolor en su corazón.
Ella solía ser fuerte, solía enfrentar las cosas con valentía, sin embargo, hoy se dio cuenta que no era así, solo era una mentira, nunca fue valiente, nunca fue fuerte. Adriana se estrelló con una realidad que nunca quiso imaginar.
Ella ocultó su cuerpo al lado de un gran muro, no era difícil poder ocultarse en este lugar tan grande. No era fácil poder olvidar la traición. Toda ella temblaba, tenía miedo, demasiado miedo que no solo él estuviera buscandola.
Ella miró sus manos, estaban completamente teñidas de un rojo, un tono tan vivo que la hacia sentir escalofrios.
Su matrimonio de más de cinco años, el que ella pensó que era perfecto, se acabó de la peor manera. Cinco años en los que ella creyó que su vida era perfecta, en donde ella creyó que se había sacado la loteria con el maravilloso hombre que tenía a su lado... que ilusa fue, hoy Adriana comprobó que no hay personas buenas, y que él nunca la quiso... que él nunca la amó con la misma intensidad con la que ella lo ama.
El peor error de Adriana definitivamente fue confiar... confiar que lo que estaba escuchando era una cruel mentira, una mala jugada de su cabeza, pero no era así. Confió en la peor persona y muy tarde se dio cuenta de eso.
Ella escuchó tres disparos, tapó su cabeza y luego escuchó como se reían, como él se reía y su risa no era la misma que la había enamorado, su risa ahora era terrorífica, completamente terrible.
-¿Estás seguro que se fue por acá? -cuestiona aquella mujer-. ¿Cómo la dejaste escapar?
-Tranquilizate. Adriana no debe estar lejos -él dice completamente agitado.
-Eso espero, de nuevo te pregunto ¿por aquí se fue ella? -aquella mujer espeta con rabia.
-Sí, pero no llegará muy lejos, no tiene fuerzas, se desvanecerá en menos de nada.
-No entiendo como la dejaste escapar -ella repite completamente irritada-. Ella escuchó todo, ella sabe lo que vamos a hacer.
-Preciosa, por más que haya escapado ella está realmente mal, nadie sobreviviría a las quemaduras y a los golpes. Adriana no va a pasar de esta noche -Adriana tapa su boca, necesita que su llanto no la delate.