La ciudad de noche vibraba y resplandecía. Las calles estaban llenas de tránsito de autos y autobuses, mientras los letreros titilaban sin parar. Durante estas noches largas y solitarias, mucha gente trataba de encontrar formas de aliviar el estrés y desahogarse, dando vida a la ciudad.
En un club privado exclusivo en el principal distrito comercial de la ciudad, hermosas acompañantes ligeras de ropa se paseaban de acá para allá. En este lujoso establecimiento, el olor a alcohol y toda clase de perfumes caros impregnaban el aire. Las mujeres, que vestían de ropa preciosa y reveladora, llevaban mucho maquillaje.
Junto a la puerta de un cuarto privado, había una chica de vestido beige, de aspecto inocente y fuera de lugar. No llevaba maquillaje y, como era de esperarse, sus grandes ojos llorosos llamaban mucha atención en un lugar tan exuberante.
Tenía el ceño fruncido y el rostro un poco pálido. Con la mano derecha, se aferraba a la correa de su bolso.
"Señorita, ¿la puedo ayudar en algo?", preguntó amablemente un camarero que la observaba con curiosidad al pasar junto a ella.
Sin embargo, la chica solo le dirigió una mirada fugaz y dijo: "No, gracias". El corazón del camarero dio un vuelco al ver esos ojos tan tristes.
Y la voz, aunque rasposa, era bastante serena, con un aire desesperanzado.
Al escuchar su respuesta, el camarero se alejó de ella al instante.
Ivanka Su respiró hondo, extendió la mano y giró el picaporte de la puerta. Apenas la entreabrió, se oyeron risas y música a todo volumen. Mordiéndose el labio, abrió la puerta con todas sus fuerzas. La música estridente, la risa estruendosa de los hombres y las mujeres encantadoras, que coqueteaban con ellos, junto con el olor a cigarrillos y vino, recibieron a Ivanka.
Nadie parecía haber notado su llegada; todos seguían hablando, comiendo y bebiendo. En el largo sofá, un grupo de hermosas mujeres se le echaban encima a un hombre de aspecto desaliñado. El hombre era increíblemente guapo, de nariz griega, ojos tentadores y una sonrisa encantadora apenas perceptible. Parecía un cazador que podría conseguir lo que quisiera, del que ninguna mujer podría escapar.
En ese momento, su rostro estaba un poco sonrojado. Sostenía a dos mujeres en su brazo y no dejaba de besar y tocarlas por todas partes.
Ivanka se acercó a él sin decir nada. Pero lo miraba fijamente, sin ocultar su decepción.
Una linda chica junto al hombre le dio unas golpecitos suaves mientras observaba a Ivanka con sus ojos lustrosos, luego, con el ceño fruncido, dijo: "¡Pero si es la nuera de la familia Xu!".
Ivanka fijaba la mirada en el hombre, hizo todo lo posible por contener su ira y por fin dijo: "Bruce, tienes que venir a casa conmigo".
Bruce Xu la rechazó con una mueca de desprecio y gritó: "¿Qué dijiste? ¡No te oigo!". Al decir eso, rodeó con el brazo la cintura de la mujer a su lado, y la gente a su alrededor se echó a reír.
A pesar de esto, Ivanka logró mantener la calma. Levantando la voz, repitió con calma: "Bruce, ven a casa conmigo".
"¿Ir a casa?". Con una leve sonrisa, Bruce la miró y respondió: "¿Qué casa?". Besando a la mujer a su izquierda, continuó: "¿La casa de Mary?". Luego, dio un mordisco amoroso a la mujer a su derecha y dijo en un tono juguetón: "¿O quizá la casa de Candy?". Echó un ojo a Ivanka y comentó de una manera bastante provocadora: "Tengo muchas casas. Si no lo aclaras, ¿cómo sé a qué casa quieres que vaya?".
Para entonces, el rostro de Ivanka se había vuelto pálido, pero las luces de la habitación lo iluminaban, dándole un color azul eléctrico.
Mirando a Ivanka, Bruce simplemente se burló de nuevo y expresó en tono burlón: "Ivanka, ¿de verdad crees que eres parte de mi familia solo porque nos casamos?".
"Ven conmigo a casa", repitió Ivanka por tercera vez.
"¡Está bien!", le gritó Bruce mientras acariciaba el muslo de la hermosa mujer a su lado. Todo el mundo los estaba observando. Alguien apagó la música y la habitación enmudeció.
Con una leve sonrisa, Bruce miró a Ivanka y señaló una docena de copas de vino en la mesa. Prosiguió: "Si puedes beber doce copas de vino, me iré a casa contigo".
Aturdida, el rostro de la chica empalideció aún más. ¿Doce copas? ¡Ni siquiera había probado un sorbo de vino!