Claire se movía de un lado a otro de la habitación con el predictor positivo en la mano, no podía creerlo, una maldita vez, una jodida única vez, desde que la sedujo hacía tres años en el barco. Cuando creyó que sería el hombre de su vida y que la amaba tanto como ella a él.
Negó obligándose a no recordar lo que había pasado durante estos tres años que había vivido casada, casada sobre el papel porque a su esposo no lo había visto más que esos cinco días de Navidad que pasaron juntos tres meses atrás, cuando sus padres y los de él anunciaron una visita para pasar las fiestas en casa del feliz matrimonio.
Esos días un atisbo de esperanza se implantó en su corazón al sentirlo tan agradable, incluso amoroso y ese abismo de esperanza hizo que cayera nuevamente entre sus redes, la última noche fueron un matrimonio de verdad.
Pero tras la visita de sus progenitores y sin importarle la noche maravillosa que habían pasado juntos, Jareth desapareció de nuevo en cuanto las visitas se marcharon.
Desde ese día, Claire aceptó que el amor que ella sentía no era correspondido y jamás lo sería. Él solo se había limitado a enamorarla por su familia, debía aceptarlo, jamás la quiso como esposa, solo quería la fusión que significaba su matrimonio y lo mucho que ganaría su empresa y familia con ello.
¿Qué pasaría ahora si le daba la buena noticia? ¿La odiaría más? Posiblemente, creería que lo había hecho a propósito para obligarlo a permanecer con ella.
—Que no cunda el pánico, esta cosa puede fallar — se dijo tirando el test de embarazo al cubo de la basura, saliendo rápidamente de la casa. Tal vez el ginecólogo confirmaba un falso positivo.
— Señora Mars ¿La llevó a algún lado?— preguntó rápidamente el chófer al verla salir guardando el periódico que leía.
— No será necesario Robert, hoy prefiero conducir yo — por nada del mundo dejaría que nadie más se enterara de lo sucedido, porque de ser verdad, ella volvería de regreso a Reino Unido y no se mantendría ni un día más allí.
El chófer esperó a que la mujer se marchara y justo cuando el coche salió del patio trasero de la casa sacó el celular para contactar a su jefe.
El teléfono del móvil de su jefe Jareth Mars no dejaba de sonar, Mónica mordió sus labios ante la idea de tomarlo y contestar ella. Se rumoreaba que su jefe estaba casado, más ella no lo creía. La supuesta esposa no había aparecido en los seis meses que ella ascendió como su secretaria, ni los seis meses atrás donde no lo había sido.
Volteo a ver si su jefe venía y así evitar ella contestar, pero no, seguía el móvil sonando y su jefe brillaba por su ausencia, no podía hacer otra cosa, tal vez era algo importante por la insistencia con la que este no dejaba de sonar. La pantalla del celular mostraba la leyenda cosas de casa.
Solo fue aceptarla y la otra persona hablar
—Señor Jareth, la señora Mars ha salido sola, no ha querido que la acompañara.
—Lo siento. Soy Mónica, la secretaria del señor Mars, él no se encuentra en este momento, y el móvil no dejaba de sonar.
Robert maldijo más, no dijo nada. Lo que menos esperaba era que alguien más contestara el móvil personal de su jefe, sobre todo una mujer, pero por lo que conocía de su jefe, no era de extrañarse.
—Mónica, por favor pasa mi recado al señor Mars, una vez llegue. Es de suma importancia.