El repicar del teléfono se escuchaba por todo el lugar. Rebecca se apresuró a tomar la llamada sin saber que las noticias que le darían cambiarían su vida para siempre. Sus padres habían muerto. Acababan de tener un accidente automovilístico esa misma mañana. Las lágrimas se apresuraron a escapar de sus ojos, pero debía mantenerse firme. No iba a tener mucho tiempo para recuperarse del shock, pues antes de que acabara el día los accionistas de la empresa estarían moviendo sus piezas para lograr hacerse cargo de la compañía como siempre habían deseado. Eso era algo que ella no podía permitir.
Rebecca y su hermana eran las únicas herederas del imperio que sus padres habían conseguido construir con tanto esfuerzo. Todos lo sabían muy bien, pero eso no evitaba que los buitres de la mesa de inversores quisieran quedarse con una porción más grande y dejarla a ella fuera de todo. Necesitaba hacer algo para evitarlo.
Pocas horas habían pasado desde la trágica noticia cuando el abogado de su padre llegó a la compañía. Ella se reuniría junto a él y los demás accionistas para leer el testamento buscando aclarar el destino de la empresa. Rebecca escuchó atentamente al abogado mientras leía el documento. Su padre la dejaba a cargo de la empresa de joyas. Era lo que necesitaba escuchar. Sin embargo, antes de que pudiese gritar victoria, las palabras finales de aquel hombre de traje elegante cambiaron todos sus planes.
Existía una condición que su padre habían impuesto para que ella pudiese heredar la compañía en su totalidad. Debía casarse y no con cualquier persona, debía hacerlo con Luciano Lombardo. El joven era el único nieto de un viejo amigo de su padre. Rebecca estaba atónita, ni ella ni su hermana habían escuchado alguna vez mencionar a ese hombre y menos aún a su nieto, ahora ella debía unirse a esa familia en un matrimonio arreglado. Le parecía una completa locura, pero su padre lo había decidido así, por lo que si quería continuar con su legado haciéndose cargo de la empresa y su imperio de joyas, debía aceptar tales condiciones. Se casaría con un total desconocido.
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Luciano Lombardo gritaba histérico en su habitación. Golpeaba y lanzaba por los aires todo lo que se encontraba a su alrededor. La rabia lo consumía en ese momento. No podía ser posible que su abuelo lo estuviese obligando a casarse.
Un par de horas atrás el anciano había entrado en su oficina buscando hablar con él. La visita de su abuelo nunca era buenas noticias, pero lo adoraba, así que sin importar lo que tuviese que decir, siempre era bienvenido. Ese viejo había sido su única familia. Se había hecho cargo de él desde muy niño y le debía todo, así que aunque en ocasiones no estuviese de acuerdo con sus pedidos, al final terminaba obedeciendo a todos sus caprichos por el respeto y el cariño que le tenía. Pero esta vez se había pasado de la raya. El querer obligarlo a casarse con una desconocida era otro asunto.
Su abuelo lo había amenazado de muerte y no le quedaba más que aceptar la propuesta. No entendía que estaba pasando, pero estaba seguro de que tenía que ver con su futura esposa, después de todo, el anciano nunca se había metido en su vida amorosa ¿Por qué hacerlo ahora?
Luciano había sido un picaflor toda su vida y su abuelo nunca había tenido problemas con eso. De hecho, en ocasiones se divertía escuchando sobre las aventuras románticas de su nieto. De igual forma, nunca antes había mencionado algo relacionado a que quisiera que él se casara o tuviese una familia, por lo que ahora no entendía el cambio tan drástico en su actitud.