Sanando el corazón

Los meses pasaron y todavía siento el vacío de su ausencia, cuando murió sentí que una parte de mi fue arrancada de la peor forma posible, entiendo a lo que se refiere mi madre cuando dice que el amor te vuelve débil lo que no entendía era que no solo el amor que le tienes a una pareja hace que tu corazón sufra, mi corazón esta dividido en muchas partes una de ella se fue haciendo que parte de este se desmoronara, no pude estar con ella en sus últimos minutos de vida ¿le dolió mucho? ¿Sintió soledad? ¿Está en paz? No puedo responder esas preguntas que tanto atormentan mis pensamientos

Daniela fue como un hermoso arcoíris con diferentes colores que pintaban el mundo a su alrededor, no importaba lo mucho que estuviera enojada esa chica siempre hacia que sonriera aunque sea un poco

Su hija solo me recuerda a ella, son tan parecidas que casi parecen la misma persona no me sorprendería que cuando Ágape crezca tenga la misma personalidad de su madre

—otra carta ha llegado a la casa – avisa Adriel

—¿es de la base militar? – pregunto

—Si, te necesitan allá

—podrías enviar una carta para que mi servicio sea unos meses después – pido – realmente no estoy bien – Adriel es la única persona aparte de mis hermanos adoptivos con quien puedo mostrar debilidad

—puedo aplazarlo para dentro de cinco meses es lo mas que puedo hacer – asiento

—estaré bien para ese momento

—¿por qué no renuncias?

¿Por qué no renunció a todo? Estoy cansada de todo este mundo, estoy cansada de mis obligaciones y de tener que ser la fuerte de mis hermanas pero si renunció todo por lo que he trabajado se ira a la mierda y mas de una persona me necesita empezando por Caelum y Ágape

—renunciar es para cobardes – lo miro – mi padre no crío a una chica asustada y frágil por esa razón no se me permite renunciar

—a veces siento que es mejor ser cobarde

—prefiero morir a demostrar cobardía ante el mundo, no dejaré que los sentimientos se involucren con mi deber – dejo claro

—señorita el vuelo esta listo, Saldrá en diez minutos – la voz detrás de la puerta interrumpe nuestra pequeña charla

—bien estaré ahí en cinco minutos – respondo

—Una nueva vida te espera – asiento