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La falsa esposa del Mafioso

La falsa esposa del Mafioso

Lj. Amesty

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Capítulo

Elizabeth Ruiz, esa joven dulce y valiente, tiene delante de si una decisión de vida o muerte; ella se enfrenta una difícil situación cuando la vida de su hijo se encuentra pendiendo de un hilo. Una decisión imposible que determinara su futuro la lleva a renunciar a su libertad para acceder a casarse con un hombre del que nada sabe. Maximiliano Benz, ese hombre serio, autoritario y poderoso, será el hombre que le haga conocer las amarguras de ese matrimonio arreglado solo para satisfacer los caprichos de un par de ancianos. Nada podía prepararla a “Eli” para hacerle frente al carrusel de emociones intensas y difíciles que enfrentará a partir de esa decisión, donde la vida que había llevado hasta ese momento se ve contrastada por el dolor de tener que remar contra la corriente, no solo para soportar esa relación de amor/odio que con Maximiliano comenzará a vivir, sino también para soportar las artimañas llenas de maldad de quienes buscan su ruina a toda costa. Una historia repleta de intensidad desde la primera línea, te hará vivir en carne propia esas emociones intensas que Eli experimentara cada vez que ese hombre se acerque a ella para despertar ese fuego que promete quemarle, bien sea por el amor o por el odio, pero que sin dudas dejara cicatrices de pasión en su corazón.

Capítulo 1 En un hospital

En un hospital

―Su hijo lamentablemente no sobrevivirá si no consigue el dinero necesario.

El golpe de esas palabras en su ánimo fue completamente destructivo. Cualquier resto de cordura que pudiese quedar en su ánimo se desmoronó cuando el médico la miró con ojos de lechuza escrutadora y con la voz pesada y rasposa como un papel de lija. Para nadie debía ser algo agradable tener que comunicar una noticia como esa.

Eli se quedó en silencio esperando que el médico tuviese algo más que decir, tal vez una buena noticia después de aquella dura revelación, pero el galeno se quedó en silencio después de la terrorífica afirmación, no había una noticia buena, después de la mala, para Eli no había nada rescatable de aquella conversación. Tener que pararse frente a una madre y tener que decirle que sin una cantidad ridículamente grande de dinero, su hijo no podrá sobrevivir debe ser una de las cosas más difíciles de la vida, por lo que Eli, a pesar de estar sufriendo, inconcebiblemente por aquella situación con su pequeño, supo entender al médico y no le reprochó nada; ella misma sabía que la crueldad de la vida no tenía limitantes cuando se trataba de hacer mella en el alma de los pobres desdichados. Ella misma ya había vivido una vida dura y difícil para salir adelante con el pequeño que ahora mismo languidecía en aquella cama del hospital; ella había tenido que soportar cosas difíciles y rudas, pero definitivamente ninguna como aquella que en ese mismo instante estaba teniendo que soportar.

Sus piernas temblaron y estuvo a punto de quebrarse a llorar, pero se contuvo y se obligó a, mantener la compostura, ella era una mujer dulce, amable y honesta, pero se había prometido a sí mismo que nunca más mostraría debilidad ante la vida, sencillamente debía tomar una bocanada de aire y respirar, aquella sala de espera de repente le parecía demasiado asfixiante por lo que necesitaba salir a la terraza para despejar la mente tratar de entender algo de todo aquello que le estaba ocurriendo.

La terraza daba a una zona despejada de la ciudad que permitía que la vista alcanzaré más allá a donde se encontraba la zona comercial de la ciudad, donde ella tanto había luchado para conseguir un empleo digno con el cual poder salir adelante con su pequeño, con ese ángel que era toda su vida, pero que ahora necesitaba un envión de fuerzas mucho más demandante de parte de ella. Esa cantidad de dinero era demasiado exagerada y ni en toda su vida había siquiera podido aspirar a tener una cantidad así, pero ahora se enfrenta a la dura realidad; ahora debía pensar en la manera de poder salvarle la vida a su ángel, debía existir alguna forma de que la vida no fuese así de injusta con ella.

―Tiene una severa deformación en su corazón ―le había dicho el médico antes de todo eso―, la operación y el tratamiento posterior tienen un costo de ciento veinte mil dólares que deberá cancelar dentro de un mes para que los procedimientos puedan llevarse a cabo. Siento mucho tener que decirle esto ―se disculpó el doctor―, pero es la situación que se presenta en este tipo de casos.

Sus palabras aún le quemaban en las entrañas cuando las recordaba.

―Si tan solo ellos supieran nuestra historia ―Dijo Eli en voz alta con los ojos apretados para no llorar. El rostro de su pequeño ángel sufriendo cuando su corazón dejaba de bombear la sangre era algo que realmente le hacía mucho daño.

Eli sabía que las cosas estaban podridas, que difícilmente podía aspirar a que la vida la presentase alguna alternativa, la experiencia se lo decía claramente. Laura, su amiga, no había tenido ni una mínima oportunidad cuando le suplicó a la vida por una oportunidad, ahora por eso estaban a solas Eli y su Ángel luchando solas contra la vida.

―Disculpe, señorita ―Eli volteó cuando escuchó aquella voz de una señora a sus espaldas. Ella había estado tan concentrada en sus cavilaciones propias que no se había percatado que la puerta se había abierto y que una persona más había salido a ese espacio abierto, alejado de las desgracias de los pasillos de ese hospital.

Eli se había esforzado en contener las lágrimas, aun así se le podía ver los ojos rojos de tanto sufrir para contenerse y su voz se escuchaba chata, como contenida por una congestión que no era solo por culpa de las fuertes ráfagas de viento de ese mes de diciembre. Eli se acomodó después de aquella sorpresa inicial para poder mirar a la señora, que bestia de forma elegante y muy coqueta, con un peinado a la moda y una apariencia que dejaba en claro que la señora era de una edad avanzada, pero que seguía esforzándose en tratar de parecer joven.

―¿Sí? ―preguntó Eli sin tener fuerzas como para decir algo más. Ella no estaba de ánimos como para estar en una comunicación demasiado compleja. En ese mismo momento ella tenía mucho en lo que pensar como para estar ocupada con una extraña que posiblemente tuviese intenciones de desdeñar de ella. Eli tenía mala experiencia con los ricachones, ella había nacido en el seno de una familia disfuncional y de escasos recursos y aunque había logrado surgir de cierta manera por sus propios medios, aún seguía sintiendo esa distancia con aquellas personas que crecían con todos los privilegios. Esta opinión de ella se arraigó mucho más después de haber descubierto lo que había ocasionado la locura de su amiga Laura.

La mujer del peinado bonito le sonrió a pesar de aquella respuesta escueta de parte de Eli, pero no era una sonrisa sincera y amena, era, por el contrario, una sonrisa como de picardía y animadversión que solo sirvió para que Eli se pusiera aún más a la defensiva.

―Siento mucho tener que decirle esto, pero la verdad es que no pude evitar escuchar la conversación que tuvo con el doctor.

―Lo siento, no fue mi intención que mis desgracias le hayan estropeado el día ―a Eli se le hacía realmente difícil contenerse y controlar su antipatía. Estaba atravesando un momento realmente difícil y crudo y eran las malas emociones las que comenzaban a imponerse en momentos así.

―Todo lo contrario, señorita, he venido a pedirle un par de minutos de su tiempo para que charlemos, porque puede que yo tenga la solución para su problema.

Eli explayó los ojos para mirar a la señora que tenía al frente. Le parecía un de mal gusto que alguien se atreviese a bromear con algo así, pero la mujer se mantenía impasible, dejando abierta la posibilidad de que las palabras de la mujer fuesen ciertas después de todo.

―¿De qué está hablando? ―le preguntó Eli, confundida y cambiando de golpe la expresión de su rostro, que había pasado de ser de dolor para luego ser de molestia y ahora ser de completa confusión.

La señora se encogió de hombros de manera fingida, como buscando comunicar una timidez que no le era propia a ella, entonces volvió a erguirse esbelta y ceremonial, estirando su mano para saludar a Eli con teatralidad sobrada.

―Me llamo Gena Steven.

Eli tenía idea de haber escuchado ese nombre en alguna otra parte, pero no tenía cabeza como sentarse a pensar en donde lo había escuchado, por lo que solo se limitó a estirar su mano para retribuir el saludo, más por educación que por convicción real. La señora Gena sonrió al descubrir que la hermosa chica que tenía al frente le devolvía el saludo.

―Elizabeth Ruiz ―le dijo Eli su nombre sin terminar de entender cuáles eran las intenciones de esa mujer―… Y si no le molesta, quisiera preguntarle cuál es esa ayuda que según usted puede darme para mi niño.

Gena sonrió acomodándose el vestido después de que se acercará a la barandilla en la cual Eli había estado afincada todo ese tiempo.

―Sabes, llega un punto de la vida cuando ya no sabes qué hacer con el dinero.

―De verdad quisiera saber lo que se siente eso ―espetó Eli con mucha rabia, no hacia la mujer, pero si a la vida. Ella no era una mujer ambiciosa ni mucho menos, pero le ocasionaba una bronca terrible, saber que había personas con tanto mientras otras muchas no tenían prácticamente nada para su diario.

―Mucha gente cree que ese privilegio es un regalo, para otros una maldición, para mí, en cambio, es una oportunidad para ofrecerte un trato.

―¿Un trato? ¿Qué clase de trato? ―se interesó Eli descubriendo que en esas palabras de la señora se descubría una intención encubierta.

―Un trato donde ambas podamos ganar ―espetó esa mujer con la mirada fija en la expresión de Eli como preparada para medir cada reacción del rostro de ella―, porque tú necesitas dinero para resolver tu problema y yo necesito a una chica atractiva y joven como tú para un trabajo especial.

Eli se quedó estupefacta al escuchar aquello. Esa mujer prácticamente había dejado en claro que estaba dispuesta a ayudarle, pero por sus experiencias de vida prefirió mantener sus reservas sabiendo que no era el típico comportamiento de los seres humanos ofrecer ayuda así sin más.

―¿Qué tipo de trabajo? ―preguntó Eli con recelo sin perder la oportunidad de sopesar cada gesto y cada expresión de la mujer. Era necesario tener toda la información posible para sacar una conclusión.

Gena, movió un poco la cabeza como si le incomodase tener que dar detalles al respecto, a su manera de ver las cosas, Eli debía aceptar el trato y ya, no había porque extenderse en indagaciones como esas.

―No es un trabajo como tal ―explicó la mujer con un gesto un poco nervioso―, en realidad es un favor que necesito de ti.

―¿Es un trabajo o es un favor? Necesita ser más clara si de verdad piensa que yo estaré dispuesta a considerar ayudarle en lo que aspira.

Gena se dio cuenta de que con esa chica debía ser sincera del todo sino no tendría oportunidad de convencerla.

―En realidad necesito que hagas algo por mí… sé que al principio lo escucharas y pensaras que estoy loca, pero recuerda que yo estoy dispuesta a ayudarte dándote todo el dinero que necesitas para el tratamiento de tu hijo, así que por favor ten un poco de paciencia y permite que te explique todos los detalles.

―Está bien ―asintió Eli―, dígame que es lo que necesita.

―Necesito que te cases con alguien.

―¡¿Qué?! ¡¿Está usted loca?!

―Te dije que te calmaras y me dejes explicarte todos los detalles.

―Señora, pero es que eso que me acaba de decir no tiene ningún tipo de explicación lógica… cómo pretende que una persona a la que acaba de conocer pueda acceder a semejante desfachatez.

―De la misma manera que es ilógico pensar que una persona a la que acabas de conocer pueda estar dispuesta a pagar todo el tratamiento de tu hijo, sin embargo, yo estoy completamente dispuesta a hacerlo si tú estás dispuesta a ayudarme.

Eli se quedó pensando de manera severa. Aquella situación era realmente desconcertante, por lo que no terminaba de entender como sentirse al respecto. Al principio sintió que lo mejor era darle la espalda a esa mujer y decantarse por obviar la conversación; sin embargo, aún se quedaba en su cabeza dando vueltas aquella aseveración del médico respecto a lo que podía ser el futuro de su Ángel si es que no llegaba a encontrar el dinero suficiente para la operación.

―Tiene razón ―admitió al fin Eli, pero sin dejar de mirar con ojo calculador las reacciones y los gestos de Gena que no se distanciaba de su papel de benefactora―… no cualquiera estaría dispuesto a hacer algo así y por eso me deja dudando de que se esconde detrás de ese matrimonio para que usted esté dispuesta a ofrecerme su ayuda solo para que acepte casarme con alguien… ¿Quién es la persona? ¿Es un asesino o un violador? ¿O es un ser siniestro acaso?

Gena se echó a reír al escuchar las conclusiones a las que Eli había legado partiendo de un razonamiento lógico, por lo menos con ello estaba descubriendo que Eli, aparte de ser una chica hermosa, era también una mujer inteligente y atenta, justo lo que necesitaba para llevar a cabo el engaño, pero también sabía que lo mejor era sincerarse desde ya para luego no tener malos entendidos.

La conversación terminó cuando Gena explicó sus motivos: Eli no quería saber nada de tener que casarse con un sujeto que era un bueno para nada y un vago que necesitaba que le consiguieran una esposa. La oferta de ayudarle con los gastos era atractiva por demás, pero ella estaba dispuesta a conseguirlos por su cuenta, con lo que ella no contaba era que Gena no era cualquier mujer, ella hizo uso de sus influencias para hacer de la vida de Eli un infierno en todo el sentido de la palabra.

En un par de días la corrieron de su trabajo y de su departamento y todo gracias a las artimañas de Gena. Al final de cuentas, la vida de la pobre chica se estaba derrumbando sin aviso. Al final no tuvo más alternativa que aceptar la propuesta. Llamó a Gena y concertó el acuerdo con todo el dolor de su alma. Se sentía una mercenaria, estaba condenando su futuro, pero valía la pena, pues lo hacía pensando en su pequeño Ángel. Muchos pensamientos le rondaban en la cabeza mientras se encontraba en aquella acera esperando un taxi para volver al hospital luego de sentir que le acababa de vender el alma al diablo y cuando pensó que las cosas ya no podían ir peor, un coche pasó justo frente a ella levantando agua del charco dejándola completamente empapada. Eli estaba fuera de sus cabales y comenzó a y lanzar improperios al conductor de ese coche, atreviéndose incluso a lanzarle el paraguas que llevaba en la mano. El conductor del coche no le importó que estuviese lloviendo para detenerse y asomarse a la ventanilla para mirar a la mujer que le gritaba desde la acera.-

―¡Fíjate por donde pasas patán!

Eli profirió en insulto sin haber levantado la mirada para fijarse en el conductor de aquel auto. Ella se imaginaba a un sujeto de rostro deformado por una expresión de pesar y arrepentimiento, sin embargo, se encontró de frente a un sujeto con el rostro de un dios seductor que le miraba con altivez y soberbia.

―Tú tienes la culpa por estar ahí de pie como una inútil.

Eli sintió que la ironía de su vida estaba alcanzando niveles verdaderamente estúpidos. Era una situación capaz de superar cualquier capacidad de control y autodominio que ella pudiese ejercitar. Sencillamente, la vida se le estaba saliendo de control.

―Eres un imbécil ―espetó Eli con los dientes apretados por la rabia.

―Y tú una estúpida.

El sujeto de manera grosera volvió a cerrar la ventanilla de su auto y arrancó a toda velocidad como si pretendiese repetir de nueva cuenta aquella afrenta. Entonces Eli se quedó allí. Con la boca abierta de la impresión y sin entender nada de aquello.

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