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Dulce Tentación

Dulce Tentación

Any Estrada

5.0
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42
Capítulo

DULCETENTACIÓN Sinopsis Caroline Gómez,una joven de veintitrés años, recientemente despedida. Se ve en la penosa necesidad de aceptar la oferta de su amiga, y trabajar con el padre de ella en la EMPRESAS DE BIENES RAÍCES.W&S INVERSIONES INMOBILIARIAS. El problema es Will Reyes ,Un hombre de cuarenta años,Viudo desde hace seis años. Padre de su mejor amiga ysu futuro jefe. Para Carol el empresario William Reyes siempre le ha parecido el hombre perfecto. Ella ha pasado su vida buscando un hombre que pudiese aproximarse a lo que representa Will. Cuando se ve en la necesidad de pasar un tiempo viviendo con Will, Carol descubre que él es"EL HOMBRE".Will sigue siendo un hombre sexy apesar de su edady Carol está dispuesta a realizar sus fantasías con él.

Capítulo 1 Capitulo 1: —Despedida. Eso fue lo que pasó.

Capítulo 1

CAROL

Viejo cerdo asqueroso, despedirme solo porque me negué a acostarme con él.

Pero que se han creído los hombres hoy en día, ¿Que pueden venir y disponer de uno como ellos quieran, sólo por el simple hecho de que saben que necesitamos un empleo?.

Bueno, tampoco es que fuera el mejor de los empleos, trabajar en un Bar de mesera no era la gran cosa.

Me gradué en Bienes raíces y, ¿Cómo fue que terminé de mesera?, Que bien.

Seguí caminando calle abajo por ST. JAMES'S PARK, dejando que mis pensamientos me distrajeran de todos los problemas a los que tenía que enfrentarme ahora... Hice una rápida parada en una cafetería Para comprar un capuchino y unas donas. Las comería en casa mientras pensaba que hacer.

Cuando iba saliendo del lugar, mi móvil comenzó a sonar, lo saco de mi bolso y miro la pantalla: Genial, quería que ella dejara ya ese tema, no era lo correcto.

Viendo el nombre de ella contesto.

—Hola, Susan. —digo reiniciando mi camino.

—¿Acaso interrumpo algo?.

—No, descuida, hoy no ha sido un buen día.

—¿Que sucedió?.

—Despedida. Eso fue lo que pasó.

—¿Qué? ¿Pero por qué?.

—Es complicado y no estoy en el lugar apropiado para hablarte de eso.

—Está bien. Nos vemos en tu casa entonces.

—Vale.

—Llevaré vino. Nos vemos. —Cuelgo y guardo el móvil. Seguí caminando viendo como las personas pasaban a toda prisa y agobiadas en pleno mes de abril. Era asombroso ver cómo pasaban por tu lado; perdidos en sus propios pensamientos cómo zombies en un caparazón vacío.

Me detengo en una esquina a esperar a que el semáforo cambie para poder cruzar. Cuando se hizo la señal de cambio: fui arrastrada en una avalancha humana, donde las gentes parecían animales al pasar rápido la calle; te empujan, golpean, pisan. Es como si fueran ciegos.

Justo en el momento en el que iba a montar mis pies en la acera: choco contra alguien, haciendo que mi café cayera al suelo por el impacto, y yo iba junto con él cuando un fuerte brazo rodea mi cintura y me sostiene.

Todo sucede tan rápido, que no tengo tiempo de verle la cara a la persona que me tiene sujeta, ya que estoy pendiente de sujetar la caja de donas que llevo en las manos y mi bolso. Las personas nos esquivan para no tener que detener su marcha por nosotros. Me alza, puedo sentir cómo mis pies dejan el piso, pegándome de su cuerpo y llevándome consigo a un lado de la atestada acera.

«¿Pero que se ha creído esté tipo, para agarrarme de esa forma?».

Trato de soltarme pero pierdo el equilibrio y él me vuelve a sujetar.

Alzó la vista dispuesta a decirle que puede soltarme, cuando unos increíbles ojos grises me observan con un ceño fruncido.

Me caigo de culo mentalmente. No digo ni hago nada. Parece molesto.

¿Pero de que va este?

—Puedes soltarme.

—¿Estas seguras? Porque no tengo ningún problema en sostenerte. —Su voz, tan profunda y suave una combinación perfecta que solo él podía hacer. Miro con la boca abierta a William Reyes, el hombre más sexy que jamás haya visto, vistiendo un traje de tres piezas negro. Con su cabello castaño claro peinado perfectamente, con su cara limpia sin rastro de barba.

Quería decirle que no, que no estaba lista para que me soltara, no aún. Con él pegado a mí, mis piernas parecían gelatinas. Pero era consciente del lugar donde estábamos y como los curiosos que pasaban a nuestro lado nos veían.

—Sí, estoy bien. —Me remuevo en sus brazos, él suspira y de mala gana me suelta.

Giro mi cabeza y observo con tanto anhelo mi café derramado en el suelo.

—Lo siento. —parpadeo un par de veces, lo miro.

—¿Disculpa?.

—Siento a ver tirado tu café. —dice moviendo la cabeza en la dirección a donde este esta tirado.

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