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Ciudad de la Habana septiembre de 2018.
La anciana yace muerta, boca abajo sobre el suelo de la cocina. No hay señales evidentes de forcejeo, todo está en su debido lugar y las entradas no han sido forzadas, pero sabemos que ésta mujer recibió hace muy poco la desagradable visita de unos desconocidos. Palpo la yugular de la anciana, se perfectamente que está muerte, al no escuchar los latidos de su corazón es una conclusión obvia, pero soy incapaz de luchar contra siglos y siglos de práctica.
—Han estado aquí. - masculla mi señor entre dientes.
El aroma que han dejado tras de sí los tres inmortales es evidente. Reconozco el olor dulzón y empalagoso que desprende Jeanne, los otros dos aromas me son imposibles de reconocer. Los acompañantes de ella son de los nuestros, vampiros sin duda, pero no puedo identifícalos.
—Nos llevan ventaja de una hora Señor. Ése es aproximadamente el tiempo que lleva muerta ésta mujer.
Hago un rápido repaso a la cocina con mi vista. El aroma de los intrusos, dentro de la casa, está restringido a ésta única habitación, debieron entrar por la puerta de atrás. Mi mirada se posa sobre el calendario pegado con imanes en el refri.
—Ya sé a dónde han ido Señor. Van a por la chica.
Alexandros sigue la dirección de mi mirada y comprende rápidamente.
—Debemos apresurarnos o la matarán.
Salimos disparados, a través de la ventana abierta. Corremos, recorriendo las calles de la Habana a gran velocidad. A tres cuadras de la dirección señalada por la nota en el calendario escuchamos el estruendo de un coche al colisionar con un humano. Alexandros palidece visiblemente, comprendo al instante sus sospechas y nos dirigimos en dirección al accidente que acaba de ocurrir.
Efectivamente. Los peores temores de mi Señor se ven confirmados. La chica yace sobre el espantoso charco de su propia sangre. Nos acercamos a ella, tomando posiciones defensivas permanecemos de pie, uno a cada lado de su cuerpo. Alexandros se acerca a ella, se acuchilla a su lado y toma su mano. Me quedo de pie, al lado izquierdo de ella, vigilando la calle por si regresan los agresores.
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