1.—¡mierda! Vienen detrás de mí, ¿por qué me están siguiendo?— Acelero el coche para tratar de perderlos y escaparme, pero ellos logran darse cuenta y aceleran un poco más. —papá, ¿por qué me haces las cosas tan difíciles? Nunca entenderás que no soy un peón manipulable a tu antojo— Tenso la mandíbula y aceleró el coche molesto. Aprieto el volante hasta escuchar como mis nudillos crujen y tomo un atajo logrando evadirlos y perderlos para ganar algo de tiempo y esconderme en algún lugar hasta que me pierdan de vista.
Siento como todo mi cuerpo está tenso, estoy estresado, no tenía idea que al bajarme del avión y llegar a casa tendría que volverme Dominic Torero el de la saga Fast and furious. No recuerdo con exactitud las calles del viejo Edimburgo, detengo el vehículo en una calle sin salida, salgo de él y camino con algo de prisa por otra calle, llevo ropa deportiva, lo que hace más difícil mi huida porque hace mucho frío y la ropa no me ayudaba en lo absoluto. Froté mis manos y soplé un poco de aliento cliente para calentarlas. Me detengo unos segundos al ver una vieja cafetería que al parecer aún estaba abierta, tomo la manija de la puerta y entro con rapidez, una chica de piel bronceada sale al escuchar el sonido de la pequeña campana que suena al abrirse la puerta
—disculpe, señor, ya estamos cerrados— Voltee hacia atrás ignorando sus palabras y pude ver las siluetas de los hombres que me perseguían por una de las viejas ventanas de cristal. —por favor, si esos hombres entran y preguntan por mí, dígale que usted no me ha visto— Da un paso atrás, algo asustada, una de sus manos se mueve queriendo tomar una taza, levanto una ceja y respiro profundo antes de volver hablar con algo de indignación ¿acaso tenía pinta de asaltante? Sentí en el suelo mi reputación. —no le haré daño, tampoco soy un antisocial, pero ahora dígame ¿dónde está el baño? No puedo dejar que esos hombres me atrapen— Duda, pero al final termina por aceptar, respira profundo y responde con voz tambaleante —a-a la derecha, pero luego me va a explicar quién es usted y quienes son esos hombres, no quiero tener problemas con desconocidos por brindar ayuda— Alzo una ceja y suelto una risilla por el tono exigente y la mirada acusadora de esta mujer rebelde.
En otra ocasión una dama como ella se volvería loca al verme, pero con ella es distinto o simplemente se limitó a sus deseos, de igual manera dejo esos pensamientos atrás, ya que no tenían ninguna importancia y camino hacia el baño. No había cerrado bien la puerta cuando escuché como la pequeña campana volvió a sonar —ya estamos cerrados, señores- volvió a decir y no le prestaron asunto a las palabras de ella, solo le preguntaron por mí sin importar qué —¿ha entrado aquí un hombre alto de piel blanca y ojos cafés que lleva ropa deportiva?—
—señores, ya les he dicho que está cerrado, por lo tanto, ese hombre sí vino aquí, pero no lo dejé pasar, al parecer era una persona educada y obedeció mis órdenes y se marchó ahora por favor márchense de mi cafetería al igual que él, no quiero problemas aquí—
—es probable que se haya marchado a otro lugar— dijo uno de los hombres, los cuales trabajan para mi padre. —cualquiera se marcharía de este viejo y apestoso lugar, el tono de esta señorita no es para nada agradable, le hacen falta modales, SEÑORA— —lárguense ahora, sus problemas no son mis necesidades, ¿qué les pasa buenos para nada?, apestosos sus pies— Reí en mi interior al escucharla refunfuñando por lo que ellos le habían dicho, aunque no me gustó para nada, aquel insultó a su lugar de trabajo, es una falta que no iba a dejar pasar en alto. Aunque esta mujer es muy convincente, la seguridad con la que habla es tanta que hasta me impresionó su manera tan sutil de lograr que le creyeran y eso que no suelo dejarme impresionar por nadie. Escuché unos pasos que venían hacia mí —señor ya puede salir— Al tomar la manija de la puerta para salir se había atascado y no podía abrir, di unas cuantas vueltas, pero no habría, respire profundo y espeté —creo que la puerta se ha atascado—
—¿Qué? ¿Otra vez?, no puede ser—
—¿por qué no has dado aviso a tus jefes de que reparen la puerta si sabes que esto puede ocurrir a menudo?— Exprese algo incómodo subiendo un poco el tono de voz por querer salir y no poder, me sentía algo asfixiado en un lugar tan pequeño. —ja’ ¿pero qué se creen estos ricos?, si tanto te molesta estar ahí atascado no debiste de venir a este lugar, al final eras tú quien quería esconderse y no tengo jefes, este sitio es mío—
—quería esconderme, no quedarme atrapado en un baño señorita, son cosas distintas, ¿así tratas a los clientes?—
—no, no eres mi cliente—
—es una pena que no pueda reportarte, pero puedo dar una mala reseña de este sitio en el periódico—
—¿y en serio usted cree que me va a asustar con eso? Haga lo que le dé, la gana es una pena haberle ayudado— Aquella mujer era algo irritante y sentía que con facilidad agotaría mi paciencia o era por el simple hecho de que ninguna otra antes me había hablado tan fríamente como si a sus ojos no fuera nada atractivo. El tono y en la forma que se dirige ella hacia mí me atrae, es algo inusual. —voy a derribar la puerta—
—DEFINITIVAMENTE NO, ¿estás loco? ¿Cómo voy a poder repararla luego?— Bufé molesto, frote mis cien y respiré profundo, no había algo en lo que ella pudiera estar de acuerdo conmigo. —¿y qué quieres que haga?, ¿que duerma aquí hasta que llegue un cerrajero?— Pensé que me diría algo reconfortante, pero su respuesta solo hizo que de mi salga una risa de enojo —bueno, no está tan mala la idea-