Elena Rivas se detuvo frente al imponente edificio de Valcourt Enterprises, sintiendo cómo un leve temblor recorría su cuerpo. La estructura de cristal y acero parecía desafiar el cielo grisáceo de la ciudad, reflejando las nubes y las luces urbanas como un gigante que nunca dormía. Ella ajustó la carpeta con los documentos que llevaba, respiró hondo y dio un paso decidido hacia la entrada principal. Había esperado mucho por este momento, y ahora que estaba ahí, la mezcla de nervios y determinación la invadía en igual medida.
Desde que terminó sus estudios, había pasado por varias entrevistas, trabajos temporales, puestos administrativos, pero nunca había estado tan cerca de lo que realmente quería: un lugar donde demostrar que podía ser más que una simple asistente. La vacante para secretaria personal del CEO de Valcourt Enterprises no solo era prestigiosa; era la oportunidad de entrar en un mundo donde la eficiencia, la discreción y el compromiso se valoraban más que cualquier otra cosa. Y también sabía que estar al lado de Adrián Valcourt significaba lidiar con un hombre exigente, reservado y con fama de implacable.
—Buenos días —saludó con voz firme en la recepción, tratando de controlar ese leve nudo que se había instalado en su estómago.
La mujer que la atendió, una recepcionista con una sonrisa profesional y una coleta perfecta, levantó la vista y le devolvió el saludo con cortesía.
—Elena Rivas, ¿verdad? El señor Valcourt la recibirá en su oficina en el piso cuarenta y tres. Puede tomar el ascensor.
Elena asintió y avanzó hacia los elevadores, sintiendo que su pulso se aceleraba con cada paso. El ascensor subió silencioso, las luces indicaban los pisos a medida que ascendían, y ella aprovechó para repasar mentalmente las razones por las que merecía ese trabajo. Se recordó a sí misma que no era solo su currículum o sus habilidades: era su voluntad, su capacidad para adaptarse, para mantenerse firme frente a cualquier presión.
Cuando las puertas se abrieron, fue recibida por un pasillo largo y sobrio, con paredes de madera oscura y alfombras de tonos neutros que amortiguaban el sonido de sus pasos. La asistente que la esperaba la condujo hasta una doble puerta de cristal esmerilado. Antes de abrirlas, Elena pudo escuchar el leve susurro del viento en la ciudad y el murmullo lejano del tráfico, como si el mundo externo quedara atrás en ese momento.
—Elena Rivas —anunció la asistente con una voz suave pero firme—. El señor Valcourt la espera.
Al entrar, la luz natural que entraba por la enorme ventana iluminaba un despacho amplio, elegante pero sobrio. En el centro, Adrián Valcourt estaba de pie junto a una mesa de reuniones, revisando unos planos extendidos. Llevaba una camisa blanca arremangada hasta los codos, sin corbata, y un pantalón oscuro perfectamente planchado. La concentración en su rostro era total, y por un instante, Elena sintió que ese hombre parecía más un artista obsesionado que un ejecutivo frío.
Sin levantar la vista, él la invitó con un gesto escueto a sentarse en la silla frente a la mesa.
—Siéntese —ordenó con voz baja y firme, sin expresión.
Elena se acomodó en la silla, sintiendo cómo la rigidez del entorno la envolvía. Sabía que ese silencio era parte del juego; Adrián no necesitaba muchas palabras para evaluar a alguien.
—¿Por qué quiere este trabajo? —preguntó sin levantar la mirada de los planos.
Ella tomó aire, consciente de que esa pregunta era mucho más que un simple formalismo.
—Porque quiero demostrar que puedo estar a la altura —respondió con sinceridad—. Sé que Valcourt Enterprises es una de las empresas más exigentes en el mundo del diseño arquitectónico. Sé que aquí no hay lugar para errores ni para personas que se conforman con hacer lo mínimo. Y yo estoy lista para asumir ese reto.
Finalmente, Adrián alzó la vista y sus ojos grises la atravesaron con una intensidad que la hizo estremecer. No había amabilidad en esa mirada, sino un juicio frío y calculador.
—“Creo” no es suficiente. Necesito certeza, confianza y lealtad absoluta —dijo con voz firme—. ¿Está segura de que puede manejarlo?