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Capítulo 1 Prólogo - Santiago Benítez

En mi vida nada fue fácil, luché duro por todo lo que hoy tengo y sí valoro las cosas buenas de la vida, pero sin exagerar. Nunca me gustó exponerme, pero siendo quien me he convertido, es muy difícil escapar de los focos de las redes sociales.

Me convertí en el mayor empresario de este país por elegir trabajar con lo correcto, siempre quise ser arquitecto, cuando era pequeño mi madre rara vez me llevaba a la zona sur de Río de Janeiro, pero recuerdo bien un día en específico. .

El día que vi los edificios más grandes y bellos de Barra y del centro, desde ese día que tenía trece años, cuando era niño se me metió en la cabeza que algún día viviría y trabajaría en uno de esos enormes edificios, Me esforcé mucho y pagué mi matrícula universitaria vendiendo dulces en el metro y en las paradas de autobús.

Pero nada se compara con la felicidad de montar mi empresa y ganar mi primer millón con trabajos de construcción. Desde ese día, juré que nunca volvería a ser pobre y que trabajaría cada vez más duro y sería lo más competente posible en mi campo. para que nadie más pasara jamás delante de mí.

Y por eso soy exigente y seria en mi trabajo y en mi vida, no hay éxito sin esfuerzo y nunca aceptaría nada más que Perfecto.

Mi padre lo perdió todo después de separarse de mi madre, se convirtió en un don nadie en la vida de las personas, el mundo sólo valora a quien tiene algo y si no tienes nada, no tendría sentido tenerte allí.

De la separación de mis padres y la ruina de mi padre aprendí una lección, la familia no añade nada, sólo disminuye y da dolores de cabeza y eso también lo escuché durante mucho tiempo de mi padrastro.

En mi vida no había espacio para nadie más, todo lo que quería ya lo tenía y una familia estaba lejos de ser una prioridad para mí. Solo quería sexo y compañía placentera de vez en cuando y esa era mi idea de diversión y nunca vi ningún problema con ese estilo de vida pero me pregunto cómo será mi vida dentro de diez o veinte años.

¿Estaré solo? Los niños no están en mis planes por ahora, pero ¿y en mi vejez?

No tengo dudas de quién soy, pero tengo miedo al arrepentimiento, a la soledad y al destino. Sé lo despiadados que pueden ser el destino y el tiempo y pueden hacer lo que nada ni nadie más puede hacer: hacerme sentir miedo.

Los días pasan demasiado rápido, algunos ni me doy cuenta, son más de doce horas diarias entrando y saliendo de las salas de reuniones, me encanta vivirlo aquí, trabajo duro para que nunca más falte nada en mi vida o la de los más cercanos a mí, que puedes contarlos con los dedos, y al final no hay nadie más que Gilberto.

Gilberto es una figura única que a veces quiero tirar por la ventana del edificio de la empresa y a veces también por mi apartamento, mi mejor amigo. Él es quien a veces me mete en grandes problemas y no lo culpo, solo es un sinvergüenza bohemio que disfruta la vida de manera diferente a mí y prioriza tener aventuras de una noche.

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