Los Demonios de Hades
ck: Out
dr
tamento de Popys y por décima vez al ver que nadie salÃa, colocó su frente contra la puerta sollozando f
. Di un paso hacia atrás en el último segundo y metà las manos en los bolsillos de mi abrigo. -Es inútil seguir aquà esperando, puede
ra mirarme con los
ir contigo a ningún lado, no necesito de tu lastima. Ya tuve suficiente de eso. -Me aclaró, girándose hacia la pared,
iciéndole exactamente lo que sentÃa, pero como
un sus
tativas sobre lo que ocurrÃa entre nosotros porque tarde o temprano des
elleza de labios carnosos, pechos turgentes y cuerpo espectacular. Además de que yo no era un santo y en cuant
do más fácil que me asesinara a que me dejase acercarme, sentÃa como la erección que me p
norar la punzada de deseo en la poll@. La sangre me estaba bombeando hacia lugares equivocados y antes de
si pensaba que harÃa algo para tirármela, no era tan básico como creÃa y no deseaba lastimarla, nos habÃamos convertido e
e Alessia le contase que tuvimos sexo. Aparte esos absurdos pensam
lla se sonrojo. -Según lo veo tenemos dos opciones: vamos a buscar un hotel donde puedas quedarte durante esta noche o... -Lo dudé un segundo, ¿estaba absolutamente seguro de poder controlarme? Ni de broma, sin embargo tampoco querÃa dejarla allà tirada. -Puedes
el labio,
-No soy una idiota. -Bramó. -Lo que intento decir. -DesvÃo la mirada. -Es que debajo del vestido
doble intención, estaba seria, distante e inaccesible, lo decÃa verdaderamente preocupada y y
Le ofrecà una sonrisa tensa, mientras
ra darme a entender que no tenÃa otra alt
r lo que abrà el portal tan rápido como pude y ascendimos envueltos en un silencio incomodo los estrechos
allá, era tan pequeña que apenas si entraba una cama con una mesita de noche, el baño estaba a un lado. La sala estaba repleta de cajas sin abrir, una de ellas con libros estaba sobre el sofá. Alessia se acercó a la caja, dispuesta a tomar uno. Apreté la m
mero de los volúmenes que se encontrab
mirarme. -Voy a pasar al baño, si no te molesta. -Negué c
nes h
o lavarme e
uevamente flo
. -Bajo la luz sus ojos me parecieron
llas que estaba en la sala, comedor y armario, antes de caminar hacia
udo mucho que si quiera entres allÃ, puedes dormir en la
e sofá, puedo asegurártel
-Estoy cansada, muerta de frio, me duelen los pies y ahora mismo me siento la persona más patética del mundo. Lo único que quiero hacer es cerrar los
ssia
nada. -Se dio la vuelta, entró
a manta hasta la cabeza. Me cambie en la sala y luego la imité, apoyando la cabeza con la almohada dán
esde que habÃa cerrado los ojos cu
llamó bajito, a
su cuerpo pegado al mÃo, para luego escuchar como alguie
ó a susurrar con
arla del brazo y obligarla a mirarme. -Es mi vecino,
el cuello hasta donde comenzaba su cabello. Contuve el aliento al darme cuent
e era su cercanÃa la que estaba provocando aquello, el roce suave de su trasero contra mi espalda, el aroma que despr
e ella continuaba con los suyos cerrados, incomoda, muy quieta. El corazón martilleaba en mis oÃdos.
Sin pensarlo le tomé su muñeca, levantándola para pegarla a la almohada, la sostuve asà unos segundos, antes de comenzar a tocar suavemente
zando la mÃa, me hizo
ada, frunciendo el ceño ligeramente, at
teniendo de esa forma. La solté muy suave, aunque mi rodilla continuaba r
a abrió los ojos de par en par, pero no me mi
e enredado con mis palabras, s
Estás jugando conmigo? -Su pec
ido asà de duro y es por ti. -Alessia se mojó nuevamente lo
o por llenar de a
rmir al sofá o quizás darme una ducha de agua frÃa. Me incorporé para levantarme y ella me
mirada se concentró en mi boca antes de abrir l
n error... -Se estrem
egando sus labios a los mÃos, inv
n frenesà de mordiscos, saboreándonos, gimiendo cada vez más fuerte. Sus piernas me presionaron
en un solo movimiento dejándome ver sus senos erectos que reclamaban mi lengua. Los manose
ñÃa de placer. Arrastré mis manos contra su cintura hasta coger sus nal
medad humedeciendo mi glande. Necesitaba más y cuando se contoneo, supe que no podrÃa soportar mucho más en embest
y empapado. Su pelvis se movió mientras la penetraba implacablemente disfrutando de lo
besé mordiéndole el cuello, al tiempo que co
ue a esas alturas estaba a punto de
ra me hizo sentir culpable, aquello solo era un polvo, algo que no repetirÃa, la cura para la tensión sexual que nos envolvÃa. Aunque temÃa q
te mojada y caliente, lista para ser follada. No
avándome las uñas en lo
para entrar tan profundamente como me era posible, le mordà los labios,
incendiario, quemándome por dentro y por fuera. Perdà el control cuando sentà q
é a sentir como sus músculos se contraÃan, masajeándome, haciendo que me corriese más fu
perder la conciencia cuando cometà el peor err
ee, antes de darme cuenta d
suspendidas en el ai
mirada. ¿Qué podÃa decir que cambiase lo que acababa
ubrirse con las sabanas, se acurrucó
zón desbocado, como cuando hemos p
los bóxer y me apresuré a buscar algo para tomar, algo fuerte, algo
ropio corazón menguo, comencé a escuchar los sonidos del ambiente. Las paredes eran tan delgadas que podÃa escucharla llorar,
sollozando en silencio, aun asà podÃa es
nas y no se dio la vuelta. -Esto que ocurrió, no fue tu culpa, no lo provoca
pedazos, sangrando por dentro y aun asÃ...-Sollozo. -Me dijiste que disfrutabas del dolor y no te escuché. Supongo que en eso nos parecemos. Creo que yo tampoco pued
do, todo en mi vida es destrucción y creo que esa niebla espesa se ha vuelto tan densa que difÃcilmente puede entrar la lu
ero no aun, puedes quedarte, solo, no qu
ostarme tan lejos de ella como me era posible,
intentaban repararme. No tenÃa arreglo, no tenÃa fuerzas para intentarlo, porque me encontraba atrapado en aquel sitio oscuro y fri
llaves que guardaba en la encimera, para d
mando a todos los que se acercaban, debÃa irme, debÃa dejar de sembrar dolor. Aquella habÃ