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El convicto

Capítulo 4 4

Palabras:1325    |    Actualizado en: 25/04/2022

do —hago una mueca de obviedad abriendo también mis manos al a

fuerte que me gira la cara y me quedo conteniendo las lágrimas mirando el suelo,

ía más!...Aunqu

res la excepción. Mis órdenes son inquebrantables. Y mato cuando no me obedecen. Sabes mejor que nadie que no tengo límites.

porqué me sigo sorprendiendo si hasta el idiota que tengo por prometido es una

lágrimas, vuelvo la mirada h

u vómito, Mauro. Y yo te juro que te miraré

ando los puños de su camisa por debajo del saco

lo has sabido gan

salida de la maldita mansión del narcotráfico y paso por su lado dando u

un portazo asqueada, escupo el suelo y bajo los escalones de la gran escalera frontal de már

de hacerlo. Cuando siento que todo puede ir a mejor, explota otra

nas, una nos observa en la distancia y la otra es incapaz

a eso, necesitaba casarme con David y heredar el mando, solo así mi padre se iba a retirar sin embargo ahora, entre el c

bernar en este mundo hay que tener mucho poder, y

rá a humill

to el embrague de pronto y sostengo la palanca en la primera velocidad para pisar el

avieso saliendo a la carretera, directo a la casa de los Hidalgo, para que

e perdido oportunidades para tener una amiga porque las ha follado como enfermo y sacado de mi vida a golpe de intimidación. To

eliz. Si yo me voy, mi padre la obligará a tomar mi lugar. Sarah es demasiado miedosa para esto y él lo sabe, pero Saymi es perfecta. Si no estoy su vida será de la mafia y su hija y su ma

anos de la casa de los Hidalgo y abrí la guantera, saqué mis dos pistolas con mangos de oro y mis iniciales grabadas en ellas y m

entramos sin ser detenidos por la seguridad de Mauricio hasta e

rrenos que el viejo quería, me sacaron de su cama y ambos lo sabíamos, él prometió nunca dejar de sonreír al verme ni o

preciable, le hacían ser blanco de muchas zorras como la que tenía al lado, recostada en su coche

uió sonriendo. Nadie se atrevía a apuntarme porque sabían que él no dejaba que me amenaz

á mi dinero

me pone muy caliente

arma y la guardé —Suso compr

ce un mes no apar

. La zorra quizo venir pero él la detuvo.

vendrá personalmente y te colocar

ás quería, no puede h

entí oler mi pelo. Algún día fue alguie

grados —y deja de joder con lo

ello, era peligroso volver a caer. Yo no podía permitirme nada con na

a su coche con la pasta. Ya el trabajo estaba hecho y y

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